Crítica de cine

¿Dónde está el límite de Javier Cámara?

El actor interpreta a un director de cine que quiere rodar su obra póstuma en «El tiempo de los monstruos», la primera cinta en solitario de Félix Sabroso.

¿Dónde está el límite de Javier Cámara?
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El actor interpreta a un director de cine que quiere rodar su obra póstuma en «El tiempo de los monstruos», la primera cinta en solitario de Félix Sabroso.

Con el inevitable recuerdo de Buñuel y «El ángel exterminador» llega el primer largometraje en solitario Félix Sabroso, «El tiempo de los monstruos», un trabajo para el que el director se ha rodeado de un reducido reparto de reconocidos rostros como Candela Peña o Carmen Machi, aunque las amistades también han jugado un papel importante a la hora de elegir a los actores. Es el caso de Javier Cámara, quien a pesar de conocer a fondo el trabajo de Sabroso, reconoce que «la película resulta bastante compleja. Cuando leí el guión me costó entender la imagen y el punto de vista de Félix, pero me dejé llevar y confié en él», declara.

En la mansión familiar

Como «un juego de trampantojos y un espejo de reflejos» define el intérprete la historia de un rodaje en la que Víctor, «alguien muy manipulador», es un director de cine que nunca ha estrenado ninguna de sus películas. Completamente deprimido y decidido a realizar su obra póstuma, reúne a cuatro de sus amigos en la lujosa mansión de su esposa. Junto a las dos personas de servicio, se desarrollará una trama donde, al igual que en la realidad, sus personajes no tendrán ninguna referencia sobre el camino que deben tomar. «Realmente se trata de un largometraje de director, no teníamos claro a dónde íbamos; sin embargo, el objetivo final estaba en su mente y creíamos en él», asegura.

A falta de un hilo argumental claro, la cinta se vuelve cada vez más surrealista: «Todos los personajes son imágenes de ideas que tiene Félix en su cabeza; él no quiere contar una historia en concreto, sino que el espectador vaya por el sendero que quiera», asegura Cámara.

No obstante, ante la confusión y el carácter irracional de la cinta afloran las críticas al conformismo social. Sin un aparente obstáculo los personajes se ven imposibilitados a abandonar la mansión, vencidos por la incertidumbre de un exterior desconocido. La muerte también aflora en el filme para apuntalar la idea de que su proximidad suele conducir a un inevitable cambio de rumbo –visto con esperanza– en la trayectoria del ser humano. Cámara ve en la historia «una propuesta a la revisión de nuestras vidas».

Aunque la cinta se presente como comedia fue concebida con la forma de un thriller cotidiano al que se añaden variadas líneas argumentales, y es que, como confirma el actor, «se trata de un ejercicio psicológico y de juegos que recuerdan al teatro de lo absurdo». Tal vez por ello hasta el rodaje estuvo envuelto por un nocturno y onírico ambiente donde el espacio principal, la casa, se convirtió en otro personaje y elemento del equipo. Javier Cámara reconoce haberse divertido y disfrutado dentro de un proyecto muy especial que «no va a dejar indiferente a nadie».