Premios Oscar

Hollywood, el arte al servicio del dólar

La meca del cine estadounidense, que estos días celebra sus premios Oscar, es una mina de generar dinero. Es el único objetivo de las productoras, que tienen una historia de altibajos, de compras, ventas y asociaciones

Premios Oscar
Premios Oscarlarazon

Un león rugiendo. Esa es la cabecera que identifica las películas de la productora Metro Goldwyn Mayer (MGM), uno de los grandes felinos de Hollywood. La meca del cine estadounidense se ha convertido en una jungla de egos, billetes, excesos y muchos kilos de cemento, pero antes de la transformación, ya era una selva, casi literalmente (“Holly” se traduce como acebo y “Wood” como bosque). La ciudad, sobre la que caía un sol de justicia, se encontraba llena de árboles frutales, terrenos de cosecha, y graneros, como en el que Cecil B. de Mille montó el que se considera el primer estudio de Hollywood para rodar la película “The Squaw Man”, estrenada en 1914. A partir de entonces, la identidad rural de esta zona de Los Ángeles fue devorada por una industria, la cinematográfica, cuyo último hito es la compra de la histórica productora 20th Century Fox, por parte de una de una de sus competidoras, The Walt Disney Company.

Cecil B. de Mille no lo sabía, pero había dado con la mayor mina de dinero nunca vista. En 1915, Universal inauguró sus estudios en Hollywood, siendo la primera productora que establecía allí su centro de creaciones. Y tras ellos, en sólo una década, se instalaron Paramount, Warner Brothers, Columbia, MGM, RKO y United Artists. A mediados de los años 20, la humilde zona rural de Los Ángeles ya se había convertido en la despampanante selva de Hollywood. No obstante, no fueron los estadounidenses quienes llevaron a cabo la transformación, sino extranjeros.

Extranjeros

De hecho, los norteamericanos creían que el cine estaba destinado a los inmigrantes. El ciudadano estadounidense de los “Felices años 20” dedicaba su tiempo a la literatura y al teatro, artes basados en el texto, y que aportaban cierto aire de intelectualidad. Según pensaban, el cine, entonces mudo, se orientaba a la numerosísim minoría de extranjeros que no entendían el idioma, y el racismo latente contribuyó a la mala fama del séptimo arte, que había surgido en una Europa.

Desde el viejo continente, cruzando el Atlántico, llegaron a Estados Unidos los fundadores de las productoras históricas. William Fox, de 20th Century Fox, era de origen húngaro; Carl Laemmle, de Universal, nació en Alemania; Adolph Zukor, de Paramount, en Hungría; Sam Goldwyn, Louis B. Mayer, y los hermanos Schenck, todos de MGM, en Varsovia, Bielorrusia y Rusia respectivamente; los hermanos Warner procedían de una familia polaca; y los también hermanos Cohn, de Columbia, tuvieron padre alemán y madre rusa.

Raíz judía

Ninguno de ellos se implicó en el cine para evolucionarlo artísticamente, sino por el potencial negocio que suponía. Eran empresarios y, además, tenían otra cosa en común, sus raíces humildes y judías. Querían hacer fortuna y lo lograron pronto, sorteando las persecuciones por sus tendencias religiosas y las acusaciones de prácticas comunistas. Como marca el sueño americano, se hicieron fuertes ante la dificultad, incluso cambiándose los nombre para esconder sus orígenes (William Fox realmente se llamaba Wilhelm Fried).

Así, los inicios de Hollywood estuvieron dominados por un “lobby” judío que ha se desvaneció con el fallecimiento de sus protagonistas, a pesar de que aún quedan rastros de él en figuras como la del productor Ryan Kavanaugh, CEO de Relativy Media, que acusó a Javier Bardem y Penélope Cruz de antisemitas cuando condenaron la actitud de Israel sobre Palestina. El mismo Kavanaugh mandó unos correos, filtrados por Sony tras un “hackeo”, en los que pedía a estrellas de Hollywood como Scarlett Johansson y Natalie Portman no hacer referencia en sus apariciones públicas acerca de la ocupación de la Franja de Gaza. En definitiva, el “lobby” judío mantiene cierto poder.

Star system

Esa autoridad se forjó cuando el cine comenzó a tener peso sobre la opinión pública. Para conseguirlo, tenían que desarrollar una imagen de la industria que impresionara a la gente. Los Warner, Zukor y Goldwyn comprendieron perfectamente lo que hoy día sabe muy bien Kavanaugh, esa imagen extraordinaria debía conformarse a través de quienes se acercan a las audiencias con sus apariciones en las pantallas, los actores y actrices.

La década de los 30 fue una época de depresión económica para Estados Unidos, y como en todas las épocas de crisis, la gente necesita ilusionarse. El cine ya era sonoro. En 1927, la Warner estrenó la primera película con sonido, “El cantor de Jazz”, y a partir de entonces el séptimo arte accedió a la mayoría de ciudadanos americanos. El acceso a la opinión pública estaba servido en bandeja y las productoras crearon el “star system” para influir sobre ella.

La productora que más aprovechó a sus estrellas fue la MGM con Spencer Tracy, Greta Garbo, Clarck Gable o Joan Crawford, pero la Warner Bros no se quedó atrás con Bette Davis y James Cagney, RKO Radio Pictures convenció con dólares a Katherine Hepburn para que dejara Broadway, y la Paramount tenía en nómina a la deslumbrante Marlene Dietrich y al seductor Gary Cooper, a los que juntó en una de las exitosas películas que abrió la década de los 30, “Marruecos”.

Decadencia

El “star system” contribuyó a la consolidación de la industria de Hollywood durante los 30 y 40. Era la época dorada de las compañías del sector. MGM, Warner, Paramount, Columbia... controlaban la producción, la distribución y la exhibición.Sin embargo, en 1948 la justicia estadounidense asestó a las productoras un duro golpe en la mandíbula. En la lucha contra los monopolios, la legislación federal obligó a las grandes empresas a deshacerse de las salas de cine que poseían.

De esta manera, las productoras no podrían decidir qué películas se exhiben y, por lo tanto, perdían la posibilidad de proyectar sólo sus filmes. La recaudación en taquilla de las cintas de las productoras más poderosas se redujo, y se impulsó los trabajos de compañías más pequeñas, así como aumentó la exhibición de películas europeas rodadas en los años posteriores a la II Guerra Mundial.

La justicia no fue el peor enemigo de Hollywood. El cine ya le había ganado el terreno a la literatura y al teatro, pero encontró un rival incómodo. La televisión llegó a la mayoría de los hogares durante los años 50 y los ciudadanos comenzaron a quedarse en casa, en sus sofás, con sus nuevas herramientas audiovisuales. La pantalla era más pequeña, pero resultaba más barato que el cine. Por ello, las salas comenzaron a vaciarse, y sumado a la pérdida del monopolio de la industria, la economía de las productoras se resintió. Fue entonces cuando empezó el baile de la compra-venta en Hollywood.

El imperio establecido por las “majors” cayó estrepitosamente. La primera en ceder fue RKO, que en 1953 fue adquirida por Paramount, compañía que se hizo con un amplísimo contenido que distribuir. No obstante, Paramount creció tanto en los diez años siguientes que los beneficios obtenidos no pudieron equilibrarse con los elevadísimos gastos de producción. De este modo, en 1966, Paramount fue absorbido por el conglomerado empresarial Gulf and Western.

Años 80

En los años 80, Hollywood volvió a experimentar una nueva expansión de audiencias gracias a la innovación en las pantallas de salas, que aumentaron considerablemente su tamaño, y también en el sonido, mucho más envolvente para el espectador, que, con todo, obtenía una experiencia audiovisual sin precendentes, y que estaba fuera del alcance de la televisión. El cine había dado con su valor diferencial, el uso de la tecnología en la exhibición y en la producción, a través de los efectos especiales. Dos cineastas supieron aprovecharlo especialmente.

“Tiburón” (1975), de Steven Spielberg; los episodios IV, V y VI de “Star Wars”, estrenados en 1977, 1980 y 1983, y escritos y producidos por George Lucas; e “Indiana Jones: en busca del arca perdida” (1981), bajo la dirección de Spielberg y con Lucas como productor, fueron películas que le demostraron a Hollywood lo que realmente buscaba el espectador cuando acudía al cine, impresionarse.

La gran pantalla se llenó de acción y violencia. Este fenómeno comenzó en los 70 con películas como “El Padrino” (1972), de Francis Ford Coppola, o “Malas calles” (1973) y “Taxi Driver” (1976), ambas de Martin Scorsese. Sin embargo, estas cintas no contaron con los presupuestos que las “majors” empezaron a desembolsar en los 80. Son los inicios de lo que conocemos como “blockbusters”, y no todas las productoras podían asumir los crecientes costes de grabar una película de éxito en Hollywood.

United Artists es un buen ejemplo. Su estilo de cine era el clásico, no soportaron la llegada de los superproducciones modernas, y en 1981 MGM compró UA. Sólo un año más tarde, Columbia Pictures también tuvo que ceder ante la que se convirtió en su nuevo dueño, The Coca-Cola Company. Hollywood no paraba de reestructurarse, el negocio iba y venía. Así, en 1989, Gulf and Western decidió enfocar su negocio al sector audiovisual y la empresa se renombró como Paramount Communications Inc, que en 1994 fue traspasada a Viacom. También en 1989, Columbia volvió a cambiar de manos, ya que Coca-Cola vendió la productora a Sony, que en 2005 se hizo con MGM y, a su vez, con United Artists.

Siglo XXI

Una compañía japonesa había reunido bajo su propiedad a tres de las productoras históricas del cine estadounidense. Si los norteamericanos habían ganado en Pearl Harbor, los japoneses lo hicieron en Hollywood. El sistema de estudios de la famosa ciudad californiana no soportó la muerte de los magnates fundacionales de raíces europeas y judías. Volvieron a ser extranjeros lo que se hicieron cargo de la industria.

La pérdida de poder de los estudios que crearon Hollywood ha sido definitiva en el siglo XXI. En 2003, el 80% de Universal Studios fue transferido a General Electric, propietaria de la cadena de televisión NBC. Con ello, desarrolló un gigante cinemtográfico y televisivo, NBC Universal, que en 2009 fue comprado por Comcast, compañía que en 2016 se hizo con uno de los estudios de animación más importantes de Hollywood, Dreamworks.

Si hablamos de animación, el líder indiscutible es Disney. No obstante, la empresa no se ha conformado con darle vida a los dibujos. En 1996, adquirió la cadena de televisión ABC, una década después compró Pixar; en 2009, Marvel; en 2012, LucasFilm, y recientemente se confirmó un secreto a voces, Disney ha adquirido por 44.300 millones de euros, los estudios de cine y televisión de 20th Century Fox. Por últimos, está por ver si la justicia norteamericana permite que Time Warner, empresa matriz de Warner Bros, se integre dentro del gigante de telefonía AT and T en una operación que rondaría los 80.000 millones de euros.

Ni la renombrada como 21th Century Fox en este nuevo siglo, ni MGM, ni Columbia, ni RKO, ni United Artists, ni Paramount, ni Universal, ni Warner, los grandes felinos que fundaron Hollywood, han soportado el desgaste de la selva de ego y dólares que ellos mismos crearon.