Julio Medem: «‘‘Ocho apellidos vascos’’ me hizo mucha gracia»
Se pasa a la comedia con «El pelotari y la fallera», un cortometraje para una marca cervecera en el que explota los tópicos regionales.
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Se pasa a la comedia con «El pelotari y la fallera», un cortometraje para una marca cervecera en el que explota los tópicos regionales.
Julio Médem (San Sebastián, 1958) es un cineasta con sello propio, por más que lo nuevo del vasco venga envuelto en un formato promocional (el de la marca cervecera Amstel) y el director se vuelque por primera vez en el humor sin ambages con «El pelotari y la fallera», la historia de amor en dos planos entre los actores (Asier Etxeandía y Miriam Giovanelli) que leen por primera vez un guión en el que dan vida a dos cocineros que se atraen pero son «gastronómicamente incompatibles»: Unai, chef vasco amante de la carne a la brasa sin florituras; y Mar, una valenciana que en su restaurante familiar apuesta por todo tipo de novedades.
–Dicen desde Amstel que lo han elegido a usted para su primera incursión en la producción de cine por sus valores de «riesgo, emoción y belleza»...
–Es un eslógan que yo les dí. Venía de hacer la promoción de «ma ma» (2015) fuera de España y me di cuenta de que en el extranjero se habla mucho de riesgo en mi cine. A mí lo que me pone inconscientemente cuando empiezo algo es lanzarme a cosas que no he hecho o visto, con la ingenuidad del creador, del niño que caprichosamente quiere hacer algo. Luego está la emoción, esos sentimientos fuertes que te remueven, y una tendencia insconsciente a la belleza, superficial o profunda.
–¿Riesgo es hacer comedia 30 años después de sus inicios tras la cámara?
–Bueno, para mí «La ardilla roja» (1993) es una comedia de misterio y hasta en «ma ma» hay humor. Tiendo al humor porque mis películas son muy trágicas y si no existiese serían más pesadas. En este caso lo que he hecho es partir del estereotipo.
–Hablando de tópicos regionales, ¿los españoles los explotamos de manera sana o solo para meter el dedo en el ojo?
–Las dos cosas. Pero un estereotipo es un estereotipo. Más allá de que mi cine va por otro lado, «Ocho apellidos vacos», por ejemplo, me hizo mucha gracia. Hay un tipo de guasa y burla en el que convenimos burlarnos mutuamente y eso en principio me parece bien.
–Dos actores que se enamoran leyendo un guión de dos chefs que se atraen. Cine dentro del cine. ¿En qué película le gustaría vivir, ya sea suya o ajena?
–Las mías ya las vivo cuando las hago y antes de hacerlas también. A mí me encantaba de jovencito Truffaut, así que hubiera podido vivir bien en «Jules y Jim», ser uno de ellos... o estar entre ellos.
–Lo cual sería un cuarteto en toda regla, si contamos con Jeanne Moreau. Una orgía, vaya...
–(Risas) Exacto.
–Usted tiene orígenes vascos y valencianos. ¿Se siente más pelotari o fallera?
–Me hizo gracia que en el dossier promocional decían que «a pesar de haber nacido en Donosti, Julio Médem tiene sangre valenciana»...
–Bueno, ¡¿no dicen que los vascos nacen donde quieren?!
–Eso son solo los de Bilbao, ojo.
–Aclarado. Entonces, repito, ¿pelotari o fallera?
–Por parte materna mi familia era vasca y luego está mi padre que tenía apellido alemán (Médem) y Sanjuán de segundo, que es valenciano. La parte vasca es la que predomina en mí, por personalidad me siento más de allí porque soy más parecido a mi madre. Pero uno se siente del lugar del que quiere sentirse y yo llevo también 20 años en Madrid, donde estoy a gusto.
–¿Cuál es el mejor lugar para tomarse una cerveza?
–Un chiringuito en la playa, con calor, la cerveza fría, en alguna zona mediterránea...
–¿Con quién no se tomaría nunca una cerveza?
–(Piensa) Hay personas con las que es mejor que no... pero me la tomaría con mucha gente. Beber una juntos tiene algo de disfrutar de la otra persona. A mí me gusta mucho la cerveza, pero, eso sí, para cenar prefiero beber vino. Y si salgo por ahí de noche, como no soy nada de copas, vuelvo a la cerveza.
–¿Es más de comida de «ama» o de sofisticación?
–Yo soy cocinero, como muchos vascos a los que nos gusta la cocina en general. Hago las cenas en mi casa y me gusta mucho. Cocino un poco de todo. Es verdad que al principio de venirme a Madrid sí me traía más recetas vascas, pero luego he hecho y hago de todo.
–¿Qué está más valorado fuera de España: nuestra gastronomía o nuestro cine?
–Nuestra gastronomía, pero incluso esa se conoce poco. Se sabe del jamón, la tortilla de patatas, la paella, pero tenemos unos platos fascinantes y la comida popular española es impresionante. Fuera no saben lo que tenemos, lo rico y variado que es. En cuanto al cine, me gustaría que se conociera más. En el extranjero se conoce a Almodóvar, Amenábar y a mí, que tuve la suerte de que desde el principio, con «Vacas», fui al Festival de Berlín. Yo tengo un circuito pequeño pero fiel en el extranjero. Ahora también está Bayona.
–¿Qué ingrediente le falta al cine español para gustar a todos?
–Hay que acabar con los prejuicios. En Francia pasa todo lo contrario, respetan lo suyo, su cultura. Da pena que aquí no se aprecie y que se haya politizado. Ojala fuéramos mejor apreciados por todos, porque el cine español es más interesante de lo que muchos piensan.