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La rebelión negra contra Hollywood

Aspiraba a arrasar en los Oscar, pero el escándalo por una denuncia de violación contra su director desinfló las expectativas de «El nacimiento de una nación».
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Aspiraba a arrasar en los Oscar, pero el escándalo por una denuncia de violación contra su director desinfló las expectativas de «El nacimiento de una nación».
Llegó con fanfarrias y ruido de titulares al Festival de Sundance, el pasado verano: «El nacimiento de una nación» era la película llamada a enmendar la plana a la historia de Hollywood, a reescribir el guión de la industria más potente del mundo y a mostrar retrospectivamente las vergüenzas de un país racista, fundado sobre la sangre del pueblo afroamericano. Las expectativas eran mayúsculas, y es que, efectivamente, hay algo casi titánico (algunos dirían, megalómano) en mirarse en el espejo, cien años después, de la cinta del mismo nombre que D. W. Griffith rodó en 1915 y que es, desde entonces, un hito indiscutible de la cinematografía mundial, una piedra fundacional de la narrativa fílmica.
Frente al Ku Klux Klan
El reto de Nate Parker (director, guionista y protagonista de esta película que llega ahora a la cartelera) era poner el foco precisamente donde Griffith no lo hubiera puesto jamás: en aquel pueblo sobre el que (o contra el que) se fundó América. Así, si «El nacimiento de una nación» original era un compendio de los capítulos más importantes de la creación de este estado (de la Guerra de Secesión al asesinato de Lincoln) y una glorificación del Ku Klux Klan como garante de la unidad nacional y los valores de esta tierra de promisión, Parker centra su mirada en un capítulo desconocido (silenciado, según otros) de la historia de Norteamérica: la rebelión del esclavo negro Net Turner, que agitó la bandera de la libertad frente a la opresión racial en la Virginia de 1831.
Armie Hammer (hijo de un magnate del petróleo, es decir, miembro de lo que podríamos llamar la «casta» de Estados Unidos) da vida en el filme a Samuel Turner, dueño de la plantación de Virginia en la que se desencadena la insurreción. Confiesa que jamás oyó hablar del Net Turner histórico: «Es la historia más increíble que he leído en mi vida, una rebelión contra la tiranía, un levantamiento contra la opresión en la que se basó América. Me sorprendió no haber estudiado esto en el instituto. Creo que su historia ha sido ocultada con la intención de que no se conociera. Fue un hombre que se planteó un día que su situación no era justa y decidió compartir su pensamiento con otros esclavos».
Turner, efectivamente, era un esclavo, digamos, con «conciencia social». Nacido en 1800, su educación había sido esmerada pues, gracias a una gran inteligencia, había llamado la atención y se le había formado especialmente en la Biblia con el patrocinio de las mujeres de la zona. Pero todo ello no hizo sino avivar sus ansias de libertad para el pueblo afroamericano. En 1831 se alza en armas y ordena «matar a todos los blancos». Caen 55 entre hombres, mujeres y niños. Con ninguno mostró clemencia, como tampoco la tendrían con él tras ser sofocada la revuelta: resultó ahorcado y su cuerpo desollado y desmembrado.
Nate Parker abordó el proyecto de trasladar al cine la historia de este «Espartaco negro» con toda la pasión del mundo y en el momento, quizás, más propicio. De entrada, era su ópera prima, una obra sumamente personal en la que, además de dirigir y escribir el libreto, actuaría como protagonista. Él «es» Net Turner y «El nacimiento de una nación» debía ser su rebelión personal contra el racismo imperante en Hollywood precisamente en época de «caza de brujas». Cuando el proyecto se presentó en Sundance, el ruido de sables sobre la «cuestión negra» en la industria americana estaba en su apogeo. La Academia llevaba dos años sin nominar apenas a profesionales afroamericanos en los Oscar y en las redes sociales se habían encendido las antorchas bajo la bandera/hashtag «OscarSoWhite» (Oscar demasiado blancos). En ese contexto, Turner tenía aún mucho que enseñar a los norteamericanos de hoy, máxime cuando la salida de Obama de la Casa Blanca era cuestión de meses y la amenaza de la llegada al poder de Donald Trump (a quien muchos han querido identificar con los valores del Ku Klux Klan) comenzaba a ser una realidad tras su elección como candidato republicano.
«El nacimiento de una nación» salió de Sundance con buenas críticas de los medios norteamericanos y varios galardones: mejor película y Premio del Público. Su carrera a los Oscar parecía imparable, más aún cuando Fox Searchlight decidió comprarla para su distribución por 17,5 millones de dólares, la cifra más alta hasta ahora alcanzada. El mensaje había calado. Una llamada a la reflexión que el actor Armie Hammer ya vislumbró desde la lectura del guión: «Estar involucrado en este filme ha hecho cambiar mi perspectiva en muchas cosas, principalmente en la relaciones interraciales en Estados Unidos. Aquí existe una conexión ineludible entre las fuerzas generales del Estado y la comunidad afroamericana. El origen de la policía estadounidense era para perseguir a esclavos que se escapaban y tenerlos controlados. todo eso pasaba hace menos de ciento cincuenta años».
Un turbio asunto de 1999
Sin embargo, el prestigio de la cinta se resintió tras la polvareda levantada por una denuncia de violación contra el director Nate Parker. La polémica data de 1999. El actor, por entonces estudiante en Penn State, había sido enjuiciado por los abusos cometidos junto a otro compañero contra una menor de 17 años. Salió absuelto de aquellos cargos, pero el revuelo mediático afectó seriamente a su película, que no ha ido todo lo bien que se esperaba en taquilla. Además, «Variety» publicó que la joven presuntamente violada se había suicidado en 2012. La hermana de esta chica consideró «perverso» el hecho de que «El nacimiento de una nación» incluyera una escena de violación, mientras las redes sociales se llenaban de mensajes de boicot. La cinta se estrenó el 7 de octubre en Estados Unidos y sólo pudo entrar en el sexto puesto en la taquilla, con apenas 7 millones de dólares frente a los 26 de «La chica del tren», estrenada esa misma semana. Hasta la fecha sólo ha sumado 15,8 millones de dólares, un bagaje muy pobre para las expectativas con que llegó a los cines. Pero quizás el palo más fuerte que ha recibido es su no inclusión en los Oscar. «El nacimiento de una nación» no tiene ni una sola nominación en un año en que Hollywood ha decidido expiar la culpa de los años previos y ha concedido numerosas candidaturas a películas «negras» como «Moonlight», «Fences», «Figuras ocultas» o «Loving».
«Hollywood, como organización, fue construida sobre el racismo», dijo Nate Parker en Sundance, en plena euforia con su película. Aún aspiraba a crear un nuevo paradigma. Pero este falso «remake» del clásico de Griffith parece que no podrá hacer, a su vez, historia. Si acaso, rivalizar con la cinta de 1915 en polémicas. Mucho se ha escrito, de hecho, sobre la presunta glorificación del papel del Ku Klux Klan y el racismo de «El nacimiento de una nación» original, en el que los negros son pintados como vagos, borrachos y pendencieros. El estreno de la cinta vino acompañado de una ola de disturbios en Boston y Filadelfia y, tras ello, las autoridades de otros seis estados decidieron cancelar su proyección para evitar problemas. El propio presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, tachó de «lamentable producción» a la cinta de Griffith. De hecho, el director rodó justo al año siguiente «Intolerancia» para limar asperezas con quienes lo consideraban un abanderado de la opresión y el racismo.