Seminci: del aburrimiento a cosas bonitas
Comencemos por algo peor que el aburrimiento: ¡una tomadura de pelo que un film así aparezca en un festival y en la competición! Se trata de la película “Los pájaros cantan en Kigali”, de Joanna Kos-Krauze y Krzystoff Krauze. Dos para semejante tostón y en el cuál abundan las tomas que enfangan la acción. Por ejemplo, plano fijo de duración eterna de unas aves lejanas en lo alto del cielo, haciendo que el espectador solo desee que aterrice alguna para darle cierta variedad al plano. Otra antológica: unos buitres devorando una vaca muerta, el espectador teme que el plano dure hasta la desaparición paulatina del venado, pero cortan el plano tras demostrarnos la inutibilidad de los buitres y de este plano.
La bonita es de Agnieszka Holland, titulada “Pokot (El rastro)”, realizada con la colaboración de Kasia Adamik. Habría que quitarle unos veinte minutos de sus exagerados 128 minutos y algún repetitivo flashback y estaríamos ante un magistral relato contra la caza furtiva e indiscriminada. Se queda en emotiva, nada más. Sin embargo, es muy interesante visualizar el poco respeto que guardan los cazadores hacia el calendario de caza así como la indiscriminada tala de árboles repletos de larvas de insectos necesarios para el ecosistema. Agnieszka Mandat, actriz de avanzada edad y con mucho carisma, es la adalid que se enfrenta a todos y que sufre por la pérdida de sus dos perras. Una bella e instructiva película.
La tercera, un documental de Ai Weiwei, titulado “Marea humana (Human Flow)”, con una duración de dos horas y veinte minutos. Trata de la emigración de quienes huyen de sus países en guerra o regímenes militares y dictatoriales, que persiguen a personas de determinadas etnias o por razones religiosas.Este documental es, antes que nada, un informe debido a la cantidad de datos que recibe el espectador llegando a rozar, en algún momento del documental, el hartazgo. La producción comienza tras el final de la Segunda Guerra Mundial hasta situarnos en algunos de los conflictos más contemporáneos: las guerras en Siria, Irak, etc.
El aburrimiento supino regresa con el cuarto film a concurso, “Hikari (Hacia la luz)”, de Naomi Kawase, película japonesa sin un ápice de sentido del humor que nos acerca a las relaciones entre una autodescriptora de películas y un fotógrafo con problemas agudos de visión. Lo curioso es que la directora japonesa presentó hace un par de años “Una pastelería de Tokio”, una simpática película con la que se alzó con el galardón a mejor dirección en este mismo certamen. Debido a este premio, le seleccionan este tedioso film que está contado todo con abusivos primeros planos con lo que no es imposible conocer la situación de los personajes.