Crítica de "Camboya 1978": encuentro con el Diablo ★★★ 1/3
Director: Rithy Panh. Guion: Pierre-Erwan Guillaume, Rithy Panh, basado en el libro de Elizabeth Becker. Intérpretes: Irène Jacob, Grégoire Colin, Cyril Guei, Bunhok Lim, Somaline Mao. Camboya, 2024. Duración: 112 min. Drama.
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Rithy Panh es cineasta de un solo motivo, el trauma del genocidio camboyano a manos de los jemeres rojos, y a él vuelve una y otra vez, acortando distancias y cambiando formatos, desde el documental hasta el videoensayo, pasando por la animación con figuras de arcilla y, ahora, la ficción convencional, que recrea, a partir de las experiencias de la reportera Elizabeth Becker, lo que ocurre durante la visita autorizada de tres periodistas franceses a Camboya en 1978, con la vaga promesa en el horizonte de una entrevista con Pol Pot, el líder máximo.
Panh, que abordó el tema en las excepcionales de “S-21, la máquina de matar” y “La imagen perdida”, retoma el retrato de ese paraíso del horror, paradójicamente creado en honor a la igualdad de los hombres, que aniquila el pensamiento crítico, y que convierte al pueblo en fuerza de trabajo agrícola con el único objetivo de servir a la causa antiimperialista. El trabajo de los periodistas, nos dice Panh, es comprometerse con la verdad que el régimen quiere ocultarles, y que el cineasta ofrece, a modo de contraplano, con imágenes de archivo o miniaturas de arcilla.
“Camboya, 1978” es deliberadamente desvaída, porque la tensión dramática, que procede de un sistema de gobierno que siempre procura que cualquier peligro parezca abstracto, espectral, es indefinida, aparece como una niebla invisible que cala hasta los huesos.
Panh no tiene mucho que añadir a lo que ya había dicho en sus mejores películas, pero el encuentro final de Alain Cariou (Grégoire Colin) con un Pol Pot sumido en las sombras es lo suficientemente inquietante para que la toma de conciencia del espectador sea definitiva. El enfoque es frío y antisentimental, es más propio de una crónica periodística, lo que no significa que su mensaje sea menos escalofriante.
Lo mejor:
La entrevista con un Pol Pot convertido en sombra, un encuentro con el mismísimo diablo.
Lo peor:
Da la impresión de que Rithy Pahn está agotando los cartuchos de su trauma fundacional.