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cine
Crítica de "La última reina": los Tudor bajo la lupa del #MeToo ★★★
Dirección: Karim Aïnouz. Guion: Henrietta y Jessica Ashworth, según la novela de Elizabeth Fremantle. Intérpretes: Alicia Vikander, Jude Law, Simon Russell Beale, Eddie Marsan. Reino Unido, 2023. Duración: 121 minutos. Drama histórico.

Puede resultar un tanto singular, por no decir oportunista, hablar del reinado de Enrique VIII bajo la óptica del #metoo. A estas alturas parece obvio que es fácil convertir en epítome de la masculinidad tóxica a un rey que la cultura popular hizo famoso por decapitar a sus esposas o condenarlas al ostracismo si no le daban un hijo varón. Si “La última reina” se toma unas cuantas licencias poéticas con la Historia, lo hace en beneficio de subrayar las potencialidades políticas de ese discurso, que viene de fábrica cargado de evidencias, para subrayar la dimensión heroica de Katherine Parr, la última de las consortes del feroz monarca.
En su primera película en inglés, el brasileño Karim Aïnouz quiere destacar el papel decisivo de Parr en iluminar las tinieblas de la era Tudor, sobre todo en lo que concierne al papel de la religión en la corte, cuando Enrique VIII había cortado por lo sano con la iglesia católica, y a sus estrategias para asegurarle a su hijastra Elizabeth un lugar en la cadena sucesoria de la monarquía.
Sin embargo, la película parece boicotearse a sí misma presentando al villano como el personaje más atractivo de la función. Cuando Enrique VIII vuelve de la guerra, Jude Law toma el mando. De su interpretación, que sabe limitar los excesos connaturales a un diabólico Falstaff, parece emanar el hedor ético de todo un periodo histórico. Así las cosas, el peligro que desprende un paranoico de manual, que percibe traiciones en cada gesto susceptible de lecturas ambiguas, atraviesa el relato con una tensión creciente, que contamina al realismo de la dirección artística, a la fisicidad de un entorno que se gangrena con la rapidez con que lo hace su pierna herida.
Es por ello que la película funciona como reconstrucción histórica que reencarna la podredumbre moral de una manera esencialmente masculina de ejercer el poder, que ha sobrevivido a siglos y más siglos de opresión femenina. A Alicia Vikander, que hace de Katherine Parr una mujer vital y perseverante, le queda poco que rascar cuando Law sale a escena, y Aïnouz, que es un cineasta esencialmente materialista, se siente más cómodo entre sábanas sucias, vendas purulentas y velas a medio gastar, con la cera aún caliente derramándose sobre el frío suelo del castillo.
Lo mejor:
Podemos oler la suciedad, la comida, las heridas de una época que la película reconstruye blandiendo el realismo por bandera.
Lo peor:
La figura de Katherine Parr queda en exceso eclipsada cuando llega un tóxico, paranoico Enrique VIII.
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