Crítica de "Furiosa: de la saga de Mad Max": un espléndido reseteo en femenino ★★★★
Director: George Miller. Guion: G. Miller y Nick Lathouris. Intérpretes: Anya Taylor-Joy, Chris Hemsworth, Tom Burke, Angus Sampson. Fotografía: Simon Duggan. Australia, 2024. Duración: 148 minutos. Acción.
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Inventada la rueda y el fuego, la física y la química, ¿cómo rebobinar? Ahí está el dilema de “Furiosa”. Ese trabajo de depuración extrema que fue “Mad Max: Furia en la carretera”, ese regreso a las esencias del cine -la acción descarnada, el esqueleto del arquetipo, la velocidad como credo, la abolición del diálogo- en forma de “blockbuster” de vanguardia, era un callejón sin salida para el personaje de Mad Max y una fiesta de bienvenida para el de Furiosa. Ahora había que crear una mitología a su alrededor, buscarle un origen, encontrar el preciso momento en que nace una heroína.
En cierto modo, la última película de George Miller es una precuela, pero también es un reseteado de la saga. Es aquí donde vemos que Furiosa y Mad Max son las dos caras de una misma moneda, y por eso es lógico que el filme sea la respuesta femenina al original de 1980. Al ansia de venganza hay que buscarle motivos, y Miller, que ha conseguido que cada uno de los títulos de la saga tenga su personalidad, a pesar de que (casi) todos están suceden en el mismo país de las últimas cosas, allí donde el tiempo para sobrevivir parece haberse terminado, articula los orígenes de Furiosa con los aires de una tragedia shakesperiana.
De ahí la estructura novelesca, dividida en cinco capítulos, del relato, que abarca un periodo de veinte años de guerra sin cuartel, y que acerca más que nunca los usos y costumbres de la ‘road movie’ apocalíptica a los del viaje del héroe. Furiosa atraviesa varios círculos del infierno -la Ciudadela, la Ciudad del Gas, la Granja de la Bala- acompañado de su némesis, ese Dementus (un desmelenado Chris Hemsworth) que convierte la verborrea populista en su particular ética de la violencia. La palabra torrencial se opone al silencio de Furiosa. Si algo tienen en común la Charlize Theron de “Furia en la carretera” y la Anna Taylor-Joy de “Furiosa” es su mirada: Miller filma el blanco de sus ojos como si la luz del cine emergiera de él.
Cierto es que la película sigue dando lo mejor de sí misma no cuando habla sino cuando se mueve. Las escenas de acción son extraordinarias. Sería difícil decantarnos por alguna, aunque a este crítico le pareció admirable todo el primer capítulo, donde se relata el secuestro de Furiosa de niña y el intento de rescate por parte de su madre, y la secuencia que, en el rodaje, se conocía bajo el título de “Stairway to Nowhere”, quince minutos prodigiosos en los que Miller demuestra que no hay mejor persecución que la que sabe desplazar la mirada del espectador de un plano general a un plano detalle, de un objeto a un rostro, y encontrar en esos movimientos una armonía fluida y diáfana. El peso de esos bloques, de una solidez autosuficiente, puede hacer desmerecer los momentos en que la trama se ve obligada a explicar una mitología que los amantes de la saga son capaces de deducir con el rugido de un motor.
Lo mejor:
La escena inicial, modélica presentación de personajes y de conflicto.
Lo peor:
A veces el ritmo de la película decae entre persecución y persecución.