Crítica de "Retratos fantasma": en las ruinas del futuro ★★★★
Dirección y guion: Kleber Mendonça Filho. Intervienen: Sonia Braga, Tony Curtis, Joselice Jucá, Alexandre Moura. Fotografía: Pedro Sotero. Música: Tomaz Alves de Souza. Brasil, 2023. Duración: 93 minutos. Documental.
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“Los documentales también pueden ser películas del futuro”, sostiene Kleber Mendonça Filho en “Retratos fantasma”. Afirmación que puede resultar paradójica cuando su película parece tan obsesionada en reconstruir un pasado concebido como un espacio que no cesa de mutar. Ese espacio no es solo el apartamento del sur de Recife en el que creció -y que su madre, una enérgica historiadora que murió de cáncer a los 54 años, reformó por completo un par de veces- y sigue viviendo, sino también el barrio que lo circunda, ahora encerrado entre edificios altos, y, sobre todo, las salas de cine que forjaron su educación sentimental.
Ese espacio es, visto en perspectiva, el de su propio cine, no tanto porque el documental incluye imágenes de sus cortos y películas caseras como porque sus meditaciones sobre la vida en el barrio y su decadencia (esas termitas que devoraron la casa de su vecino), y su hermoso, impresionista retrato materno, pueden detectarse en los cimientos de “Sonidos de barrio” y “Aquarius”. No hay ni un ápice de pedantería ni de empalago en sus reflexiones sobre la desaparición de los cines: en su profusa recopilación de imágenes de archivo hay la reivindicación de la experiencia cinematográfica como una celebración de lo popular, donde las palabras colgantes de las marquesinas nos hablaban con un lenguaje secreto y la enormidad de los patios de butacas evocaba la de los templos religiosos, evangélicos, que fueron el destino natural de muchas salas. Era la época en la que el centro de la ciudad de Recife respiraba otro aire, más bullicioso, menos ruinoso.
Y, con todo, Mendonça Filho demuestra que la nostalgia también puede ser hermosa, que no solo es un sentimiento regresivo y reaccionario. Porque, y esa no es una idea nueva, el cine es un medio de fantasmas: esa presencia borrosa que un día fotografió sin querer en su casa, ese perro llamado Nico que fue aparición espectral, y ese taxista que protagoniza la última, preciosa secuencia de la película, son las pruebas fehacientes del poder esotérico del cine, de su capacidad para hacer visible lo invisible. Por eso un documental puede ser una película del futuro: porque proyecta la realidad hacia una dimensión de las ideas y las emociones que nos colocan en el dilema de creer o no creer. Y Mendonça Filho cree, por supuesto que cree.
Lo mejor:
Que el director brasileño entienda la nostalgia como un espacio de creación productivo, ajeno al lamento.
Lo peor:
Que sea necesario conocer a fondo la filmografía del director para disfrutar de lo que propone el documental.