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Estreno

Crítica de "Sorda": la vida como una interferencia ★★★ 1/2

Dirección y guion: Eva Libertad. Intérpretes: Miriam Garlo, Álvaro Cervantes, Elena Irureta, Joaquín Notario. Música: Aránzazu Calleja. Fotografía: Gina Ferrer. España, 2025. Duración: 99 minutos. Drama.

Hay una escena modélica en “Sorda” que no solo explica lo obvio -que el mundo no está hecho para los que no pueden escucharlo- sino la extraordinaria sensación de indefensión e impotencia que esa discriminación produce. Es la escena del parto de Ángela (Míriam Garlo), en la que muy pronto entiendes la preocupación de ella porque Héctor (Álvaro Cervantes), su pareja, la acompañe en todo momento. Da la impresión de que Eva Libertad filma ese parto en continuidad, abrazada al naturalismo que atraviesa toda la película, y colocándote en el punto de vista de la madre sin tener que prescindir del sonido, al contrario: hundiendo a su protagonista en un marasmo de órdenes que el padre no siempre llega a traducir, en un tsunami de palabras cubierto con mascarillas, cuya legibilidad permanece oculta a sus ojos; en fin, en un laberinto de la percepción lleno de ángulos ciegos, donde ni siquiera la profesión médica se da cuenta de lo importante que resulta que la paciente entienda lo que está ocurriendo, cuando también es su cuerpo lo que se pone en juego.

Podríamos decir que esa escena es la que sintetiza y avanza los temas principales de la película: por un lado, los muchos más de seis grados de separación que existen entre el universo de los sordos y el de los oyentes, y, por otro, la crisis de una pareja al enfrentarse a la maternidad. Ambos temas se dirimen en un abismo, que es el que se abre entre nuestra heroína y una manera de percibir la realidad que por fuerza desafía lo normativo. Eva Libertad sabe que tiene que trabajar el sonido para reforzar la subjetividad de Ángela, hasta el punto de que, de forma harto coherente, prescinde de él en el momento más crítico de la trama, tomando una arriesgada, acertadísima decisión formal que coloca a su personaje femenino en una cápsula de aislamiento, un mundo aparte que parece inexpugnable.

Siempre estamos con ella, incluso cuando la película se deja oír, y expone al mundo de los oyentes como a un enemigo en potencia. A veces “Sorda” hace equilibrios entre el respeto por el punto de vista de Ángela, lo que supone empatizar a muerte con esa permanente sensación de quedarse al margen de las cosas, de sentirse incomprendida y no comprender nada ni a nadie, y el interés por su protagonista masculino. Mientras cuenta el proceso de alienación de Ángela, que es común a un cuadro de depresión posparto, Libertad desdibuja un poco al personaje de Héctor: tenemos que esperar demasiado para saber cómo se siente o lo que piensa.

Da la impresión de que la película solo tiene oídos para Ángela, solo escucha su angustia, y le dedica poca energía a lo que pasa por la cabeza de los demás. Por ello, cuando estalla el drama, la resolución resulta un tanto precipitada, como si faltara tiempo y espacio para romper la burbuja, para recuperar el valor universal de comunicarse más allá de los sentidos. Tal vez porque la vida es lo que oímos con audífonos: una interferencia.

Lo mejor:

La escena del parto y el uso del sonido (también su carencia) para definir el estado emocional de la protagonista.

Lo peor:

A veces le falta escuchar con más atención a los personajes oyentes para que la protagonista gane en empatía.