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La curiosa historia de la palabra “guay”

La palabra, que tiene más de cinco siglos, designaba algo malo en su origen pero cambió de significado: pasó de "dolor o lamento"
La posverdad llega al diccionario de la RAElarazon
La Razón
  • Sofía Campos

    Sofía Campos

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Se trata de uno de esos términos asociados a un tiempo y un lugar. En concreto, España, años 80. La palabra guay se convirtió en la moda, el término favorito de los jóvenes, y una manera de designar algo “bueno, estupendo”. Tanto se popularizó que con ese significado la incluyó la Real Academia Española en el Diccionario de la Lengua. Sin embargo, la Academia ya reconocía en su diccionario otro significado del término, curiosamente, el opuesto: “Padecer grandes achaques o muchos contratiempos de la fortuna”. Y es que la palabra existe en castellano desde hace cinco siglos, pero su origen sigue siendo un tanto misterioso. También es un enigma cómo llegó a cambiar radicalmente de significado, aunque existe una hipótesis bastante llamativa. Y es que todo en la lengua es como lo hacen sus hablantes. Y por eso guay ha caído en cierta crisis (pero en desuso, al menos todavía) y sigue escuchándose incluso en anuncios como “Marina D'Or, ciudad de vacaciones. ¡Qué guay!”.
Existen testimonios de la palabra desde muy antiguo, como una interjección que lamenta la suerte de uno: “Guay de mí” o “guay de vos si te marchas ahora”. Con este uso, aparece, por ejemplo, en “La Celestina” (Fernando de Rojas, 1499) y otros textos medievales anteriores. Se cree que el origen de esta onomatopeya es germánico y procede del gótico “wái”, raíz de la que deriva la palabra alemana “weh”, que significa dolor. Al castellano habría llegado por su similitud fonética con “ay”, la clásica expresión de lamento.
Esta sería una de las principales hipótesis del origen de la palabra, admitida como tal por la RAE en su definición, que también alude a otra posible procedencia, esta vez, del árabe: se trata del término “quwais” que significa "bueno o bonito" y que se utilizaba par publicitar en el sur de España el hachís de buena calidad que llegaba de Marruecos y que se distinguía del “jaravaca” (del árabe "jara baqar", literalmente “caca de vaca”) que era el malo. Aparentemente, durante los años 60 y 70 del pasado siglo, ligado al auge del hachís o costo en ambientes contraculturales y después, en toda la sociedad, la palabra habría recuperado su vigencia con un nuevo significado, pero no existe una constancia fehaciente de ello. “Quwais” habría entrado por el sur, donde pronto perdió la “s” final y terminó por adoptar la nueva forma de guay que, además, coincidía fonéticamente con la palabra inglesa de moda: "gay" designaba algo brillante o divertido.
Sin embargo, esta explicación no sería plenamente satisfactoria, porque existe un precedente de uso positivo de la palabra que no haría referencia a los usos recreativos del cáñamo: se trata de la zarzuela “La cruz de los humeros” de 1861, escrita por Ricardo Mosquera, que se puede leer aquí y que describe una escena sevillano-flamenca, un juerga etílica. “Salero de buten guay / viva la gente é mi tierra”, se dice en ese diálogo en el que, el buen observador, se habrá dado cuenta de que aparece otra expresión familiar: “de buten”. Pero esa es otra historia.

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