Actores

David Janer: «Todos llevamos una doble y hasta una triple vida»

Protagoniza «Una vez al año», una comedia sobre el deseo, que puede verse en el Marquina.

David Janer: «Todos llevamos una doble y hasta una triple vida»
David Janer: «Todos llevamos una doble y hasta una triple vida»larazon

Protagoniza «Una vez al año», una comedia sobre el deseo, que puede verse en el Marquina.

Josep y Pilar se conocen una noche en La Rioja en 1975. Y se enamoran. Pero ambos tienen familia, por lo que deciden verse solo una vez al año. Lo hacen el mismo día, en el mismo hotel, en la misma habitación... durante un cuarto de siglo. La obra es una comedia romántica sobre la pasión, el deseo, el adulterio, y que refleja claramente cómo han cambiado los roles en las parejas. Su protagonista, junto a Silvia Marty, David Janer, nos recibe en su camerino del Teatro Marquina, en Madrid, antes de empezar a prepararse para una función con bastantes lecturas a nivel moral. Es un actor con una marcada faceta filosófica que ha pasado de encarnar a un héroe enmascarado, centrado y correcto a interpretar un personaje más alocado, histriónico, inseguro y casi neurótico.

–¿El amor es para reír?

–Yo lo concibo como risa, llanto, entrega, fidelidad... En el amor cabe todo, al igual que ocurre con la felicidad.

–¿Pero puede uno reírse de la infidelidad?

–Puede, porque se hace, aunque otra cosa es que sea moralmente aceptable. La comedia plantea esa dualidad.

–¿Hay cuernos bien y mal puestos?

–Los cuernos son cuernos, pero has ido a topar con un perspectivista. Cada uno interpreta los cuernos de una manera. No es lo mismo sufrirlos que verlos. Los cuernos están mal, excepto si la pareja decide tener una relación totalmente abierta.

–Esos deslices, aunque de año en año, hacen daño también

–Una relación de pareja, como de amistad, no deja de ser un contrato casi tácito. Si las personas aceptan relaciones abiertas... Lo que no puede consentirse es que uno engañe y el otro no lo sepa. Ahí es donde se construye una irrealidad, un doble mundo. Y al juntar esos dos mundos, tarde o temprano, se desmoronan.

–¿Es fácil llevar una doble vida?

–Pues depende de cómo sea esa doble vida. Para los personajes de esta obra resulta relativamente sencillo porque tienen sus coartadas. Además, solo se reúnen una vez al año.

–¿Y para usted? Porque todos los actores la llevan...

–Todos llevamos una doble y hasta una triple vida. Tú tampoco serás el mismo en el trabajo que en tu casa o en el bar con los amigos. Todos nos adaptamos, tenemos múltiples facetas y cada situación nos ensalza un papel. La gente suele confundir al actor con ese doble papel. Pero en televisión puede uno ser gracioso y luego en la calle, no. No obstante, todos somos bastante actores.

–Los protagonistas vuelven a reunirse el mismo día, en el mismo hotel y en la misma habitación durante 25 años. ¿El deseo no caduca?

–Como se ven durante muy poco tiempo... En cualquier caso, el amor es un arte que hay que trabajar. Tiene su parte de técnica y su parte de práctica.

–Vale, pero, ¿cómo mantener la chispa frente a la rutina?

–Trabajándolo. El deseo es muy cerebral. Para que no se instale la rutina hay que saber jugar con los tiempos, las demoras... De todas formas, cuando te ves una vez al año tienes muchas cosas que contarte.

–¿Hasta qué punto cambiaron los roles de pareja durante el último cuarto del siglo XX?

–Hay una mayor liberalización de la mujer, una mayor confianza y más diálogo. Antes ellas estaban relegadas y el hombre llevaba la voz cantante. Ahora se están equilibrando.

–¿Usted es usted y sus circunstancias?

–Exacto. Y si no las salvo a ellas no me salvo yo. Todos somos nosotros y nuestras circunstancias. Estamos limitados por ellas. Y si no las salvamos, no nos salvamos.

–¿En qué medida nos afecta el entorno que nos rodea?

–Estamos muy delimitados por las circunstancias sociales, políticas y medioambientales. Todo nos condiciona.

–Pero habrá algo inmutable ante el paso del tiempo...

–Quizá el carácter. Yo, por ejemplo, tengo muchos fallos. E intento cambiarlos, pero me resulta muy complicado.

–¿Serviría esta obra, también, como clase de Historia?

–Bueno, no es una clase de Historia en sí. Pero hay una apelación a la nostalgia, y ciertos hechos históricos condicionan a los personajes. Siempre está bien recordar lo que hemos vivido y nos ha afectado, consciente o inconscientemente.

–Nada que ver el personaje que interpreta ahora con Águila Roja. Tras tantos años, ¿qué le queda a usted de Gonzalo de Montalvo?

–(Risas) Las lesiones propias del caballo, recuerdos, el cariño de quienes me siguen llamando así... Fue una serie que hizo pasar un buen rato a bastante gente. Y eso es muy valioso.

–¿Prefiere la televisión o el teatro?

–Depende del proyecto. Éste me interesaba porque era algo totalmente diferente, todo un cambio de registro, un riesgo que podía salir bien o mal. Y me apetecía.

–¿Qué le gustaría a usted hacer una vez al año?

–Confesable, viajar y conocer más el mundo, que ya me toca. No es bueno dejar pasar el tiempo. Cuando me sobraba, no tenía dinero. Y luego cuando ahorras no tienes tiempo...

–Y las inconfesables, supongo, no se pueden confesar.

–Eso es.