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cultura
De Charlie XCX a Fontaines D.C.: los mejores discos de 2024
El año termina y es el momento de hacer un balance subjetivo de algunos de los álbumes más destacados

Se acaba 2024 y llegan los artículos inevitables. Como dice el título, este va sobre una visión individual y personal, con todas las deficiencias y subjetividades intrínsecas, sobre los álbumes musicales que han aparecido en el año que termina. Sin más preámbulos, vamos allá.
“Romance”, Fontaines D. C.
El cuarto álbum de los irlandeses confirma que no es casualidad que cada uno de sus discos sea bueno. Es que el grupo es muy bueno. De la crudeza punk impecable de “Dogrel” a este “Romance” hay una sofisticación y un avance estilístico espectacular. Los de Dublín firman un trabajo que huele a los 90, con medios tiempos impecables como “Starbuster”, una preciosa y sencilla pieza de letra poética. Su última actuación en Madrid fue una muestra de que pueden ser, aunque igual no sea lo mejor para sus seguidores, las próximas superestrellas.
“Songs of a Lost World”, The Cure
Para algunos, no es una buena noticia. Dicen los más agoreros que el hecho de que The Cure puedn aparecer en esta lista es una clara señal de la falta de ideas del rock y un síntoma, quizá un estertor, que invita preparar flores a los pies de la tumba del género. Bueno, pues hay otra manera de verlo: The Cure llevan cinco décadas siendo relevantes porque son sencillamente buenísimos músicos y así lo demuestran en este disco intenso, oscuro y emocionante. Con la libertad de quienes no necesitan hacer discos si no tienen nada nuevo que contra, Robert Smith se confiesa y se asoma a la posteridad mientras no puede evitar darse cuenta de que el mundo que conocía, ya no existe.
“Brat”, Charlie XCX
En cambio, el mundo existente les pertenence a ellas. A artistas como Charlotte Emma Aitchison, que, en “Brat” (que significa “mocosa”, “niñata”), se deshace de algunas máscaras para mostrarse a ratos vulnerable, y otros, poderosa. Sobreuna base electrónica pero con el hyperpop que la caracteriza, se construye y se deconstruye sobre el podio de la pista de baile. Fiesta y hedonismo sirven de catalizador para desmontar expectativas y continuar la búsqueda hacia el pop del siglo XXI.
“Hit Me Hard And Soft”, Billie Eilish
El mundo, decíamos, les pertenece a ellas. Billie Eilish tendrá un lugar preponderante en lo que escucharemos durante la próxima década: la californiana tiene solo 22 años y en este, su tercer disco, demuestra un dominio de géneros, estilos y emoción de muchos quilates. Atmósferas envolventes, ritmos con guiño a los ochenta o piezas casi dignas de dramaturgia (incluso todo a la vez en la misma canción) dan forma a un trabajo total que levanta poco la voz pero da la sensación de estar avisando de que algo grande, muy grande, trama.
“Cartoon Darkness”, Amyl And The Sniffers
Los australianos confirman todo lo mejor que habían mostrado en sus anteriores trabajos en este álbum que, además de mejor calidad técnica, incluye algunas de sus mejores canciones hasta la fecha, entendidas como igual de directas, rabiosas y directas que las anteriores, pero un peldaño más arriba en cuanto a elaboración. Con algo más de pausa y encima con un contenido conceptual (el mundo del futuro como una tira cómica inquietante) estos punkies de las antípodas avisan de lo que está por venir: una distopía que exige que pensemos por nosotros mismos.
"In Waves", de Jaimie XX
Concebido para la pista de baile pero sin obviedades. Así es el trabajo del productor y gran talento de la escena electrónica. Concebido como una sesión, como un viaje con sus fases de ascenso y caída, el nuevo trabajo del británico apuesta por la variedad de sonidos y de referentes que buscan siempre lo inesperado, traspasando cualquier frontera estilística. Por esta razón, el disco funciona tanto para ser la banda sonora de una noche de baile como para un ejercicio individual.
“Wild God”, Nick Cave
Difícil que a estas alturas Nick Cave no aparezca en los resúmenes de lo mejor del año. Aunque, quizá, no esté este entre sus mejores trabajos, nos encontramos ante la superación de un duelo, de una tremenda sucesión crueldades del destino que han servido de combustible a tres discos gestados con la digestión del duelo: “Push The Sky Away”, “Skeleton Tree” y “Ghosteen” (a los que hay sumar “Carnage”) han agotado la energía negativa para dar paso a la esperanza, a un canto espiritual que conforte como lo hyace, par algunos, la Biblia. En “Conversion”, Cave vuelve a mirar a las Sagradas Escrituras pero de una manera muy distinta a como lo hacía en los inicios de su carrera, como banda sonora de los abismos del alma, sino como la línea ascendente que encontramos en “Joy”.
“Cowboy Carter”, Beyoncé
Simplemente por lo inesperado y por el salto mortal del planteamiento, este trabajo de Beyoncé, que dice bucear en las raíces olvidadas del country negro, merece aparecer entre lo más destacado del año. Digamos que los frutos de la supuesta investigación son un tanto más discutibles, no por la calidad, como siempre alta, de las canciones, como por la poca justificación del concepto original: el country negro aparece más como una excusa para imaginar la música del futuro. Los guiños a la tradición afroamericana de todas las épocas (¡y la versión de “Blackbird” de los Beatles!) y esa portada de la texana vestida como amazona de un rodeo son, por derecho, la punta de lanza de un trabajo brillante. No hay que soslayar la jugada política de apropiarse del “country”, estilo blanco y conservador, hacia el terreno de la negritud. Estudio aparte merece cómo un género tan aparentemente escorado a la derecha ha tenido unas figuras significativamente en el polo opuesto ideológico.
“Diamond Jubilee”, Cindy Lee
La sorpresa del 2024 ha llegado de la mano del músico canadiense Patrick Flegel, ex guitarrista y cantante principal de Women, que, en su proyecto en solitario ha publicado esta joya que no puede escucharse en plataformas. Un disco personalísimo que suena como si se hubiera grabado en un armario con un Fisher Price pero que al mismo tiempo trata de abarcar toda la música popular, desde los 60 hasta la década que viene. Un trabajo personalísimo que dura dos horas y dos minutos y que pone a prueba al oyente. Flegel no concede tregua en esta especie de banda sonora del cine independiente de los 90 (aunque quizá le sobre metraje a esta película) infinitamente melancólico y aparentemente inocente.
“Lechyd Da”, Bill Ryder Jones
Aquí va una cuestión personal, una debilidad. Aunque no sea el disco más reconocido en el consenso de las listas del año, el último trabajo del británico, surgido de una ruptura sentimental, es una de las joyas del año. Un disco tierno, profundo y surgido del dolor pero que no se regodea en ello, sino que trata de sanar con la belleza de unos recuerdos sobre gozosos arreglos instrumentales. Si en “Yawn” trataba de purgar la muerte de su hermano, en este álbum Ryder Jones convirtió unas canciones de amor que había compuesto en pareja en lo contrario: un disco de ruptura.
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