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Obituario

El día que Sánchez-Dragó se quitó la camiseta del Che junto a Tamames: "Era un monstruo como Jack el Destripador"

Entre otras coincidencias, ambos recorrieron un mismo camino el trayecto que va de la adoración al mito a todo lo contrario

Entrevista con Sánchez Dragó por Shangri-Lá. El elixir de la juventud EUROPA PRESS (Foto de ARCHIVO) 27/09/2016
Sánchez Dragó, el escritor que detestaba "lo institucional" se despidió con la unión de Tamames y VoxEUROPA PRESSEuropa Press

Hace años y medio que Fernando Sánchez Dragó lloraba, y mucho, la pérdida de "Escota", como llamaba "la tropa de la libertad, la ilustración y el pensamiento en marcha" a Antonio Escohotado. No dudó el escritor en referirse así a su amigo "decir que fuimos amigos es decir poco. Éramos compañeros del alma" en el primer tuit que escribió tras su muerte. Le movía el "dolor extremo", confesó. Y quién sabe si esas lágrimas de pena son hoy de alegría por haberse reencontrado en algún lugar el universo.

Se marcha Sánchez Dragó allá donde esté su colega y deja por estos lares mundanos su obra y también el rastro pesado de su vitalidad. No paró de mojarse, de meterse en "fregaos", como vimos recientemente en la moción de censura de Vox. Fue él el padrino de Ramón Tamames, el hombre que acaparó los titulares y que presentó una alternativa al Gobierno de Sánchez. Tamames y Dragó, Dragó y Tamames, dos intelectuales que, entre otras muchas coincidencias, recorrieron un mismo camino, el trayecto que va de la adoración al Che a todo lo contrario.

Así lo contaron a LA RAZÓN en 2017. "Por qué me quité la camiseta del Che", se tituló un reportaje en el que varias figuras nacionales (Luis Racionero, Carmen Posadas, "Chani"...) justificaban lo que fue una "moda" de otra época. Una fiebre juvenil que terminó en la acera opuesta. No fueron ajenos al mito del guerrillero. Muchos militaron en el PCE o portaron símbolos del guerrillero. Entonces, hace medio siglo, Ernesto Guevara era el nuevo mesías para la juventud europea y los resistentes antifranquistas, y Cuba, el lugar donde la utopía era posible. Sin embargo, la venda se les cayó de los ojos y el icono del Che quedó desnudo ante la realidad: "Teníamos una imagen mitológica, pero era un monstruo como Jack el Destripador", confesaba Sánchez Dragó.

"Desde el momento en que Fidel y el Che entran en La Habana, se convirtieron en un mito para todos nosotros. En aquella época teníamos una imagen heroica, mitológica, del Che". Dragó apenas contaba con 23 años. Había corrido delante de los grises y se había unido a la resistencia interna. "Tenía mucho prestigio en el PCE porque había estado en la cárcel y había fundado el partido en la Facultad de Letras". Hacía de enlace con tipos oscuros de la embajada cubana, que a veces resultaban ser confidentes del franquismo. "Recuerdo ver 'Viridiana' en la Embajada de Cuba cuando estaba prohibida en España". El Che es, por entonces "una especie de imagen de Jesucristo" para los antifranquistas, un redentor sin mácula.

"Solo cuando me exilié en Italia, entre el 63 y el 70, me empecé a caer del burro", rememora el escritor. Junto a Caterina Barilli, su pareja de entonces, emprende la traducción de los diarios del Che para Feltrinelli. "Descubrimos que sus discursos estaban copiados al pie de la letra de los de Mussolini, lo que evidenciaba que lo de Cuba era un régimen fascista. Me di cuenta de que el Che solo era un psicópata, un asesino sediento de sangre, un monstruo comparable a Jack el Destripador". "No era ningún líder de las libertades, lo supimos todos luego. Era el adalid del marxismo, que puede ser interesante, y el leninismo, que es la dictadura total", añadía un Tamames que coincidió con el Che en el 64, en Ginebra.

Aquella revelación lo puso en jaque ante sus antiguas amistades e hizo cada vez más complicada la relación con Rafael Alberti en Roma: "Era imposible hablar con él de todo esto. Fue un buen poeta, pero políticamente muy sectario". Tras mayo del 68, en Vietnam cae la venda de la pureza inmaculada de la izquierda. "Yo fui el primero que fue hasta allí. Me di cuenta de la gran mentira de la izquierda mientras los periodistas escribían desde la capital de Laos. Era una guerra inventada por ellos". Asqueado, manda una carta a cien personalidades del comunismo español e italiano: "Cayó como una bomba, porque yo era uno de los fundadores del Partido Comunista y había estado 5 y 17 meses en la cárcel". Nunca más volvería a la revolución.