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Obituario

Muere Antonio Escohotado, el filósofo que aprendió de las drogas

El también profesor universitario, que ha fallecido a los 80 años, se hizo popular por su obra “Historia general de las drogas”, donde aunó el enfoque histórico con el fenomenológico

Antonio Escohotado fue, sucesivamente, profesor de Derecho, Filosofía y Sociología en la Universidad de Madrid. Una trayectoria, pues, seria, académica, pedagógica, sí, pero a la vez una trayectoria única que en principio tocaría un borde marginal y turbio, que no se pareció a ninguna otra, porque ningún otro autor se introdujo en el mundo de las drogas y escribió tanto sobre él como este madrileño fallecido en su querida Ibiza a los ochenta años. Por siempre, será recordado por su libro «Historia general de las drogas» (1989), que le confirió una gran notoriedad pública, porque estuvo acompañado de muchas apariciones públicas en las que expresaba sus posiciones antiprohibicionistas. Podría decirse que su género fue el bioensayo, dado que, incluso en carne propia, fue describiendo los efectos físicos y mentales de más de una treintena de sustancias psicoactivas distintas.

Semejantes estudios se completarían con otro título fundamental en su andadura como «Aprendiendo de las drogas» –que tuvo ediciones anteriores: «El libro de los venenos» (1990) y «Para una fenomenología de las drogas» (1992)–, donde ofrecía al lector elementos para que construyera su propia respuesta ante esa sugerencia del título; Escohotado, así, pasaba revista a casi un centenar de compuestos, entre los cuales están las principales sustancias psicoactivas del pasado y el presente: crack, opio, bebidas alcohólicas, tranquilizantes, LSD, heroína, éxtasis, cocaína, marihuana, café, somníferos... Con todo ello, presentaba lo divino y a la vez diabólico de las drogas, la cual cosa es inseparable de la discusión sobre si se han de legalizar o no. Él era partidario de que ocurriera algo semejante a lo que pasa en los Países Bajos, donde poder consumir cannabis y donde la adicción de los jóvenes a la marihuana es menor que en el resto de países, afirmaba.

Corriente raciovitalista

La clave de su formación cabe encontrarla en los años sesenta, cuando estudió para jurista y filósofo en la corriente raciovitalista de Ortega y Gasset y de Zubiri, a través de los que incursionó en el pensamiento de Freud y Hegel, al que dedicó su tesis doctoral, «La conciencia infeliz» (1972), obra a la que le seguirían otros trabajos filosóficos como «Realidad y sustancia» (1985), en torno a la lógica y la metafísica pura, o al anterior «De physis a polis» (1975), en que exploró las teorías de los pensadores presocráticos. Era el tiempo de su asentamiento en la isla de Ibiza, convertida en rincón contracultural en la España del final del franquismo, hasta el punto de fundar una discoteca, Amnesia, en 1976.

Su entrega filosófica adquirió relieve y goza de una enjundia notable, y se distinguió por ser traductor de más de cuarenta títulos, de intelectuales como Newton, Hobbes, Jefferson o Bakunin; y asimismo, fue un constante analista de la realidad política, lo cual quedó reflejado en un sinfín de artículos en la prensa o en ensayos como «Majestades, crímenes y víctimas» (1987) o «El espíritu de la comedia», Premio Anagrama de Ensayo en 1992. Nosería su último galardón, ya que también ganó, por «Caos y orden», el Premio Espasa de Ensayo en 1999, y veinte años después, se le concedió el Premio Juan de Mariana por su defensa de la libertad. En cualquier caso, todo ello siempre quedará eclipsado por un asunto tan potente como la drogadicción, vista desde la propia experiencia y como examen sociológico e histórico. Una temática en que no ha sido igualado por nadie, con todas las numerosas páginas en las que propuso un recorrido histórico por la evolución de los diversos tipos de droga y sus usos, desde los ritos religiosos para acceder a la verdad revelada en determinadas sociedades hasta la invasión del crack y las drogas psicodélicas.