Don Winslow: «Cada día recibo amenazas, mensajes que me dicen: “Di adiós a tu familia”»
El novelista americano anuncia que deja la literatura para dedicarse a la acción política: «Trump puede terminar destruyendo la democracia en mi país»
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Don Winslow reconoce que la vida no ha mejorado la mirada que tiene sobre el hombre. Todo lo contrario. «La verdad es que mi visión de la naturaleza humana ha empeorado con el tiempo. Odio reconocerlo, de hecho, sería más fácil mentirle, decirle, que, sí, que ahora tengo una idea más elevada del ser humano, pero después de haber lidiado con el engaño, con los abusadores, con los defraudadores... creo que ese no es mi caso. Pero también entiendo que hay que ser optimista, porque ser pesimista es un pacto con el suicidio. ¿Qué haces si todo es malo y terrible? Aunque lo sea, tienes que levantarte por la mañana cada día. Por eso hay que hacer todas las cosas positivas de las que eres capaz».
El escritor, que visita Madrid para recoger el Premio José Luis Sampedro del Festival Getafe Negro y que creció en un barrio donde los gánsteres regalaban caramelos a los niños y los nombres de ciertos gerifaltes de la mafia se pronunciaban en voz baja –«todavía lo hacemos los amigos cuando contamos historias de ese tiempo»–, ha renunciado a la escritura y su próxima novela, la que cerrará el ciclo que inició con «La ciudad en llamas» y prosiguió con «La ciudad de los sueños», ambas publicadas por Harper Collins, será la última. «No creo que el mundo vaya a sufrir si Don Winslow deja de escribir, pero sí que le puede afectar si tenemos un dictador sociópata como presidente de Estados Unidos. Por eso es necesario hacer algo. Este personaje puede acabar destruyendo la democracia en mi país. Seamos francos: yo no soy una persona importante, no soy una celebridad, pero sí tengo algo parecido a una voz y me gustaría utilizarla».
Renuncia a la literatura por un compromiso político.
Justo. Por eso he dejado de escribir, para centrarme en la política. La gente está cansada. Desde 2015 ha habido un caos sin fin: Trump, la covid, la epidemia de opiáceos. La gente está mentalmente y emocionalmente agotada y no quiere centrarse ya en estos temas. Nos acercamos a 2024 y en esa fecha nos enfrentaremos a una elección binaria que será de crucial importancia. La gente prestará más atención a los mensajes en ese momento. Hay que hacer algo para ayudar. Esta es una situación en que los sentimientos no importan demasiado. Lo que importa son las acciones que podamos acometer, dejando a un lado lo que una persona sienta.
¿La democracia corre peligro?
La democracia está en peligro en Estados Unidos y en todo el mundo. Fíjate en los recientes autoritarismos en Europa, en Polonia, en el auge reciente de los partidos de extrema derecha, incluso en España, lo que resulta muy preocupante. No creo que hayamos visto este tipo de movimientos desde los años 30. Pero no soy tan prepotente para hablar de su país... En el mío, en Estados Unidos, lo que yo veo es un movimiento neofascista. Llamé fascista a Donald Trump en 2015 y no me equivoqué. La democracia está en riesgo y vivimos un momento crucial. Cometí un error en 2020, cuando pensé que todo se había acabado al ganar Joe Biden. Las calles, entonces, se llenaron de celebraciones espontáneas. La gente lo festejaba. Había coches pitando por las avenidas, había una exaltación dominante en la sociedad. Yo sentí un alivio intenso... pero ahora estamos de nuevo de vuelta, inmersos en la batalla.
¿Puede repetirse lo que sucedió en el Capitolio?
No lo creo, pero me preocupa bastante. Todavía hay mucha gente que protesta a favor de Trump. Yo creo que mucha de estas personas son cobardes, pero están ahí, y me amenazan cada día.
¿Es cierto eso?
Sí, recibo un montón de mensajes y de correos electrónicos que me amenazan y que me dicen: «Di adiós a tu familia», «nunca saldrás de Texas con vida». Pero luego nunca aparecen. ¿Sabes por qué? Porque estos individuos en el fondo son unos cobardes. Así que, por mí, que les jodan.
¿El populismo es una forma de corrupción?
No necesariamente, pero la corrupción en la sociedad actual se ha utilizado de forma extremadamente cínica, para manipular desde la política a las personas comunes, a la gente de pie. La gente idolatra a Trump. Para muchos, su imagen representa un sueño, un mago de Oz, alguien que es rico, que puede despedir a un empleado, que sale en la tele. Es ridículo. Él encarna el tipo de corrupción puede ofrecer una persona que da falsas respuestas a problemas que son reales.
En su última novela habla hasta de la corrupción de la fábrica de sueños: Hollywood.
Un mundo corrupto que genera sueños... En la «Eneida», Eneas naufraga y al entrar en una cueva ve murales en las paredes que responden a los capítulos distintos de su vida: Troya, su mujer, sus amigos. Él es un refugiado. El perdedor de una guerra. Cuando me pregunté cuál podía ser el equivalente contemporáneo, la respuesta fue: las películas. Por eso, el protagonista de mi última trilogía viaja a Hollywood. Él es un Eneas moderno. Hoy ya estamos en un mundo corrupto. Él va a otro mundo corrupto que es esa fábrica de sueños. La gente se muda a Occidente para reinventarse impelido por toda esa mitología de la que participa Hollywood. Los americanos se trasladan al Oeste para encontrar esa nueva vida, pero nunca abandonas la vieja vida. Esa es la realidad. Hollywood es famosamente corrupta. Por un lado, ves un sueño en la pantalla, pero por debajo hay corrupción. En varios niveles: extorsión, control de sindicatos, control sexual. Pero luego se producen esas imágenes brillantes.
¿Cómo va la guerra de la droga, de la que tanto escribió?
Se sigue perdiendo y siempre se perderá, al menos mientras sigamos percibiendo esa lucha como una guerra. Una vez que empiezas a usar la metáfora de la guerra has establecido una dinámica en la que vas a perder, porque esto no se puede ganar de esa manera. Nunca vamos resolver el problema de la droga, pero tampoco lo vamos a hacer si lo enfocamos como un problema militar, aunque haya políticos americanos que animen a tomar acciones militares contra México.
¿Por qué dice eso?
Si miras un mapa de EE.UU., observará una frontera de cientos de millas, pero la droga solo pasa por tres o cuatro lugares. Por ahí circula el 97 por ciento del cargamento. Y son pasajes legales. La droga se traslada en camiones y circula por los principales cruces comerciales entre mi país y México. Uno es el de Juárez. Yo he estado allí. Allí pasa un camión con cargamento de droga cada quince segundos. Lo hacen a través de una base que está abierta 24 horas al día, todos los días de la semana. El Gobierno estima que puede registrar un 12 por ciento de los vehículos, una cifra que para mí es una exageración, pero, a pesar de eso, haz el cálculo: el 88 por ciento restante pasa la frontera sin ser registrado.
¿Y qué hacer?
Los carteles observan esos pasos. Tienen oficiales sobornados. Por eso, por radio o por móvil, les dicen a los conductores en qué línea ponerse porque es ahí donde tienen un poli comprado. Muchos de estos oficiales son mexicanos con familia en México. No es una cuestión de coger el dinero. Solo les dicen: «O coges el dinero o matamos a tu familia». Plata o plomo. Por este motivo, no lo vamos a parar nunca. Nos hemos gastado millones de dólares durante 50 años y todo sigue igual.
¿Entonces?
La única respuesta es la demanda. Detenerla, pero ni siquiera se ha hecho la cuestión más básica. Los opiáceos existen para mitigar el dolor. Y gracias a Dios que los tenemos, pero los que necesitan esos paliativos son una minoría. La pegunta que hay que hacer a la sociedad es qué le duele, como hacen los médicos a un paciente. ¿Por qué se chuta tanta gente en Estados Unidos? Mientras no nos hagamos ciertas preguntas y no obtengamos ciertas respuestas, perderemos esa guerra.