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Donna León: «El comisario Brunetti es un poco como Obama»

Considerada la gran dama de la novela negra, ayer recogió en Barcelona el Premio Pepe Carvalho por el conjunto de su obra.
larazon

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Considerada la gran dama de la novela negra, ayer recogió en Barcelona el Premio Pepe Carvalho por el conjunto de su obra.
Es una autora de culto gracias a la saga protagonizada por el comisario Brunetti, publicada por Seix Barral. Con 25 libros a sus espaldas encabezados por este personaje que sabe manejarse como nadie en una Venecia que ahora es terreno de masas de turistas, Donna Leon ayer hizo balance de su carrera hablando con este diario pocas horas antes de recoger el Premio Pepe Carvalho, colofón de los actos del BCNegra.
–Parece obligado empezar preguntándole por el Premio Pepe Carvalho.
–¡Es un gran honor! Fantástico.
–¿Ha leído las novelas de Vázquez Montalbán?
–Sí, un par, las primeras, como «Asalto al comité central», escrita por un ex comunista. Lo que más me gusta es que no es la historia típica de quién asesinó al lord inglés en la biblioteca. Eso no le importa a nadie. Es el mundo real y sus problemas. Además, es divertido y eso lo hacía muy bien Vázquez Montalbán.
–¿Ve alguna relación entre Carvalho en Barcelona y su Brunetti en Venecia?
–Vázquez Montalbán estaba en su sitio, mientras que yo soy una extranjera en Venecia. No soy italiana. También está la suposición de que los italianos saben que lo que le dice el Gobierno, las autoridades y la burocracia es una mentira. Lo asumen. Es la ventaja y el incoveniente que tengo porque, como sabrá, una americana no miente nunca.
–¿Qué cree que podría decir Brunetti sobre compañeros como Carvalho o el Montalbano de Andrea Camilleri?
–La diferencia es que Brunetti está felizmente casado, tiene dos hijos, es lector y un profundo pensador. Es evidente que todos están preocupados por la justicia social, pero Brunetti suele conversar sobre lo que está bien o mal, sobre el futuro de nuestra sociedad... Él es un hijo de nadie. Un verdadero extranjero de ese mundo en el que está. Es un poco como Obama. Por mucho que suba, siempre dirá que es medio negro, no medio blanco. Además, Guido Brunetti nunca acaba de estar cómodo.
–En «Las aguas de la eterna juventud» llegamos a su libro número 25 de la serie Brunetti, siempre con Venecia de fondo. ¿Cómo cree que ha evolucionado la ciudad en todo este tiempo?
–La evolución ha sido muy mala. Nada está mejor. Ha ido a peor. Lo único que hay más son turistas, 30 millones cada año, mientras que baja el número de habitantes, ahora son unos 58.000. Piense en esa proporción, por ejemplo, para Barcelona. Ése es el principal motivo por el que paso más tiempo en Suiza que en Venecia en la actualidad. Ahora es el carnaval, lo que serán dos semanas y media. Por eso, entre ahora y octubre, iré una vez al mes. ¡Es tan distinta a cuando llegué! Los edificios, los coches o las lavadoras siguen allí, pero parece una ciudad fantasma. Es como Chernóbil.
–¿Cómo era antes Venecia?
–Era una ciudad muy tranquila y silenciosa. Los niños se podían bañar en los canales. ¿Ahora? ¡Mamma Mia! Era tranquilo y había trabajo. En la actualidad si no estás en el sector turístico no tienes trabajo. Antes quien estaba al frente de una tienda podía poseer un piso suficientemente grande para tres hijos, un apartamento de 120 metros cuadrados. Pero hoy los alquileres son de 2.000 euros, por lo que los auténticos venecianos viven fuera de la ciudad. Es, de alguna manera, como querer residir en el centro de Barcelona.
–Su serie Brunetti, ¿recoge esta degradación de la ciudad que tan bien conoce?
–Sí. Por un lado está ese crecimiento del número de turistas y cómo eso va enfadando más y más a Brunetti. El otro aspecto, para mí más importante, es el del ecologismo. Los problemas medioambientales se hacen cada vez más evidentes y es sutil, como la música que se escucha en el ascensor. Aquí hace dos meses que no llueve, ¿verdad? El libro del año que viene tratará de eso, del medioambiente, no puedo evitarlo. Acabaré en las esquinas de las calles advirtiendo de la llegada del fin del mundo, aunque los editores me piden calma.
–Su otra gran pasión es la música clásica. ¿Mucho más que la novela negra?
–Mire, dentro de 300 años no se leerá novela negra. Nadie leerá mis libros dentro de tres siglos. Sin embargo la música es importante. Mozart, Haëndel o Bach se seguirán escuchándo. Ellos son como ballenas y nosotros pececitos.