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Edward Snowden, el mayor soplón de la historia

El que en 2013 ofreció la mayor exclusiva a nivel mundial al destapar los mayores secretos de la Inteligencia estadounidense relata ahora su historia en “Vigilancia Permanente”(Planeta)

Edward Snowden, durante una conferencia
Edward Snowden, durante una conferencialarazon

El 11-S fue un antes y un después en la historia del mundo moderno en general y de Estados Unidos en particular. Aquel atentado conmocionó al mundo y sus consecuencias salpicaron todos los ámbitos de la vida: desde la capacidad de emocionarse hasta el desarrollo de la tecnología. A raíz de este acto terrorista y como respuesta por parte del gobierno de Estados Unidos nació, en 2001, la Patriot Act (Ley Patriota). Ésta recogía, en su Título II, una serie de procedimientos cuyo objetivo era el de mejorar -incluso implantar- mecanismos de vigilancia y todas aquellas disposiciones que ayudaran a combatir en la Guerra contra el Terrorismo. En otras palabras: con esta ley, la privacidad se rompía y el Estado comenzaba a tener derecho a poner cámaras y otro tipo de herramientas que controlara cualquier información que pudiese poner en peligro al Estado. Con el 11-S la libertad se vio damnificada en Estados Unidos. Edward Snowden acaba de publicar “Vigilancia permanente” (Planeta) y en estas páginas recuerda cuando, antes del atentado, “en todos los patios del colegio y series de la televisión se oía la frase ‘Estamos en un país libre, ¿no?’”. Pero este libro no va sobre la libertad en concreto, sino de ésta como hilo conductor del escándalo que su autor desencadenó en 2013, con 29 años, al destapar los secretos mejor guardados de la Inteligencia estadounidense.

Puede que la creación de la Patriot Act fuese el punto de partida de aquello que dio aliento a Snowden para desvelar estas informaciones, hecho que, para algunos, ha sido la mayor exclusiva a nivel mundial jamás conocida. Incluso por encima de Wikileaks. En el libro, Snowden explica la posición que, a su juicio, debería haber tomado Estados Unidos tras el 11-S: "Podría haber utilizado ese excepcional momento de solidaridad para reforzar los valores democráticos y cultivar la capacidad de resistencia en una población mundial que ya estaba conectada. Pero, en vez de eso, fue a la guerra". Fue por eso por lo que Snowden, que trabajó como agente de la CIA y como informante de la NSA, aprovechó sus capacidades informáticas y su puesto para desvelar al mundo lo que nadie sabía. "Recordaré hasta el día en que me muera -escribe Snowden- cuando les expliqué a mis compañeros que nuestro trabajo se estaba usando para violar los juramentos que habíamos prometido defender y, como respuesta, ellos se encogieron de hombros: '¿Y qué vamos a hacer nosotros?'. Odiaba esa pregunta (...). Cuando materialicé la respuesta, decidí convertirme en un soplón, en un denunciante".

La acción que llevó a cabo Snowden le llevó tiempo y esfuerzo, pero sobre todo capacidad para abarcar todo lo que publicaron medios como "The Washington Post". En "Vigilancia permanente"(Planeta) -que hoy se publica en diferentes países del mundo- su autor explica, paso a paso, todo lo que vio, hizo y vivió. Entre otras herramientas, habla de "Heartbeat", un sistema que llamó de la misma manera al latido de un corazón "porque le tomaba el pulso a la NSA y a la Intelligence Community en su conjunto. El volumen de información que pasaba por sus venas era sencillamente enorme", escribe. Esta herramienta le dio acceso a "casi todos los documentos que después velé a los periodistas", así como no solo "a los objetivos del sistema de vigilancia masiva de la IC, sino también sus capacidades".

Adoctrinamiento y avaricia

Snowden, que por decisión propia ha concedido entrevistas a contados medios de comunicación, vuelve a la carga con un relato que cuenta con pelos y señales todo lo que ocurrió. Para algunos es un genio, para otros, un traidor. Puede que fueran los ataques de conciencia los que le llevaron a plasmar en estas 445 páginas su historia, y en las que, además, lanza mensajes indirectos a quienes no podría ver en persona -actualmente vive en Rusia con su mujer-. Durante su trabajo en la Intelligence Community, Snowden llevó a cabo una "transformación", cuya primera fase era "Adoc, o adoctrinamiento, y su finalidad última era convencernos de que éramos la élite, especiales, de que nos habían elegido para estar al tanto de los secretos de Estado y las verdades que el resto del país no sabía gestionar", narra el ingeniero. Al final de este programa preparatorio, les pusieron un PowerPoint en el que aparecían "los rostros de los antiguos agentes y empleados externos que, ya fuese por avaricia, malicia, incompetencia o negligencia, habían quebrantado las normas". Ante esto, Snowden expresa su esperanza de que, cuando aparezca su cara en esas diapositivas "a los veintitantos que haya ahora mismo allí sentados les sorprenda ver cómo el Gobierno equipara la venta de secretos al enemigo con su revelación a periodistas".

Estados Unidos escuchaba y recibía ilegalmente conversaciones y no solo en su país, sino que también contaba con otras sedes como fue la de Alemania. Estas actuaciones ilícitas las explica Snowden en el libro, a raíz de afirmar que leyó la Constitución "en parte porque tiene unas ideas geniales y en parte porque la prosa es buena, aunque en realidad la razón principal era aterrorizar a mis compañeros de trabajo". En esta línea, el informático se refiere a una serie de enmiendas de la Carta de Derechos destinadas "a complicar la tarea de las fuerzas de orden público", escribe. "Las enmiendas cuarta, quinta, sexta, séptima y octava se habían diseñado deliberadamente y con mucho cuidado para crear ineficacias y dificultar la capacidad del Gobierno para ejercer su poder y llevar a cabo actividades de vigilancia".

¿Hasta qué punto la seguridad nacional de un país depende de la privacidad de sus ciudadanos? ¿Dónde acaba la protección y empiezan los intereses? Estas acciones, ¿se siguen llevando a cabo a nuestras espaldas hoy día? Aunque la seguridad en internet es ahora mayor que en 2013, para Snowden la lucha no ha terminado. "En un mundo ideal, es decir, en un mundo que no existe, las leyes por sí solas dejarían obsoletas estas herramientas -escribe-. Sin embargo, en el único mundo que tenemos, sistemas así nunca han sido más necesarios". Es más difícil, parece, cambiar la ley que la tecnología, por lo que el ingeniero denuncia que "es responsabilidad de los desarrolladores de hardware y software (...), quienes son capaces de ofrecer la crucial protección de las libertades civiles que la legislación quizá no pueda, o no quiera, garantizar". Con esto, el escritor, en estas páginas que parecen haber nacido de una serie de ataques de conciencia, completa explicando que "la tecnología cruza fronteras"y con el paso de los años "cada vez me resulta más evidente que una reforma legislativa del régimen de vigilancia del país en el que nací no ayudaría necesariamente a un periodista ni a un disidente del país en el que estoy exiliado, pero un smartphone encriptado sí".

Estos datos narrados por un hombre cuyo objetivo fue el de luchar por la intimidad y el derecho a la privacidad y a la libertad estarán disponibles desde mañana en las librerías, entre las páginas de “Vigilancia permanente”(Planeta) (20,90 euros).