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“El lindo don Diego”: Narciso en tiempos del jazz

La veterana compañía Morboria pisa por primera vez el Teatro de la Comedia con una particular versión.
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La veterana compañía Morboria pisa por primera vez el Teatro de la Comedia con una particular versión.
Llevan 34 años haciendo teatro y cerca de 60 montajes a sus espaldas. Muy pocas compañías podrían siquiera soñar con un bagaje como el suyo. Han hecho espectáculos de calle, infantiles, contemporáneos e incluso performativos; pero, sobre todo, clásicos. Hay muchísimo teatro clásico en el currículum de Morboria. Tanto es así que uno de los tres montajes que tiene en pie ahora mismo la compañía es de Molierè –«El burgués gentilhombre»– y los otros dos son de Agustín Moreto: «De fuera vendrá quien de casa nos echará» y «El lindo don Diego». Con este último recalarán la semana que viene en el Teatro de la Comedia, dentro de un ciclo llamado «Clásicos en Compañía» con el que la Compañía Nacional de Teatro Clásico ha querido abrir sus puertas a cuatro productoras privadas consolidadas para que puedan mostrar sus últimos trabajos en este emblemático foro.
Curiosamente, a pesar de la experiencia señalada, será la primera vez que Morboria Teatro se suba a este escenario. «La oportunidad ha tardado en llegar, y es solo para unos pocos días; pero no es momento de recriminar nada, ni tampoco queremos hacerlo –dice Eva del Palacio, actriz y directora de este montaje y fundadora de la compañía junto a su pareja, el actor Fernando Aguado–. Somos una compañía con muchos premios y con muchos adjetivos bonitos, pero sabemos que la lucha diaria es brutal. Nosotros estamos de verdad muy contentos y agradecidos por venir a esta sala, que es el templo del teatro clásico».
Una sala que se transformará para la ocasión en el Morboria Club, un extravagante local modernista de los años 30 en el que el jazz y la danza oriental de Tórtola Valencia son los protagonistas. Hasta ese tiempo y ese lugar ha querido Del Palacio, que es quien firma también la versión, trasladar la acción original de «El lindo don Diego». «Yo quería desde el principio rendir homenaje a Tórtola Valencia, que está muy olvidada y fue una de las grandes bailarinas que cambiaron y modernizaron la danza –explica la directora–. Me habían fascinado unas imágenes sobre ella, y estuve buscando mucha información sobre el tema. Al mismo tiempo, había caído en mis manos la obra de Moreto y, al releerla, me había dado cuenta de la maravillosa comicidad que seguía teniendo, por lo que me entraron muchísimas ganas de montarla. Entonces me di cuenta de que una cosa podía caber en la otra, porque la obra de Moreto me permitía meter piezas musicales y danzadas». Otra cosa que le permitía ese reto era explorar «la sonoridad del verso con un fondo musical distinto del habitual»: «En realidad, no he tenido que forzar nada –aclara–: por un lado, los entreactos están salpimentados con esas piezas danzadas; por otro, la época de los años 30 me daba pie a jugar con la música para meter blues, rhythm and blues, temas impregnados del orientalismo que entraba por París, etc. Pero siempre he sentido, durante el proceso de creación, que todo fluía de forma muy natural». Y eso que el verso de Moreto, barroco e intrincado en no pocas ocasiones, resulta a veces un tanto duro semánticamente si no se adapta, algo que Del Palacio ha desechado en su versión: «Es verdad que es un verso difícil, complicado de retener y hasta endiablado a veces –reconoce–, pero me parece que ese barroquismo lo hace también muy hermoso. He primado la sonoridad tan preciosa de ese verso sobre el significado de las palabras. Creo que no es necesario entenderlas absolutamente todas, porque estas se pueden deducir de la situación siempre que esté bien planteada».
Comedia de figurón
Lo que no cuesta mucho entender es el fondo argumental de la obra, considerada como una de las más representativas de ese subgénero llamado comedia de figurón que se desarrolló ya en el siglo XVII. En este tipo de obras, para censurar algunos vicios, los autores se servían de un personaje con defectos muy marcados, el llamado figurón, que evidenciaba su ridícula catadura a los ojos del espectador durante la representación. Don Diego, el particular figurón de esta comedia, es un tipo presumido y algo afeminado –esta era una de las acepciones de una palabra, «lindo», que hoy quizá cabría entender como sinónimo de «metrosexual»– que va a casarse con doña Inés. Como ella en realidad está enamorada de otro caballero, la prometida urde una astuta trama que dejará al descubierto la estupidez y la desmedida vanidad de don Diego, así como su interesada visión del amor.
«El protagonista es un hazmerreír, pero él, con su narcisismo, ni siquiera se da cuenta –explica Del Palacio–. Y hoy seguimos teniendo figurones iguales a este: están en la política, en la tele, en las redes sociales, en la calle... Todos vemos cómo se venden y a qué precio; son gente narcisista que solo quiere medrar y que se da importancia única y exclusivamente a sí misma. Moreto hace un retrato del personaje muy de cómic, pero es muy preciso». Ese figurón, todo un caramelo para cualquier actor experimentado en los secretos de la comedia clásica, está aquí interpretado, como no podía ser de otra manera en la compañía, por Fernando Aguado, muy habituado ya a incorporar personajes similares en su carrera.

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