«Polar»: la ecología crítica y criticada
El polifacético creador Rulo Pardo presenta lo que él mismo define como «comedia ecologista salvaje»
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Atendiendo a lo que viene ocurriendo en el planeta durante los últimos tiempos, cualquiera podría concluir que los fenómenos naturales han dejado de ser tan naturales, o al menos han dejado de obedecer al estado supuestamente natural que nosotros les habíamos asignado. Tsunamis, terremotos, incendios, deshielos, sequías, inundaciones, desertización, calentamiento de los océanos… Toda suerte de cambios imprevistos, que en muchas ocasiones se han traducido en catástrofes, determinan el curso de la vida en nuestros días mucho más de lo que nos gustaría.
Para los expertos la situación es preocupante; y para el actor, autor y director Rulo Pardo, qué duda cabe, también. Lo que pasa es que, teniendo en cuenta su proverbial manera de expresarse en las tablas, resulta inevitable que el humor aflore incluso cuando quiere hablar de aquello que más le alarma. Y eso es lo que ocurre en este nuevo trabajo titulado «Polar» que él mismo ha definido como una «comedia ecologista salvaje». «Las ciudades y superficies de tierra dominadas por la especie humana nunca están preparadas para escuchar la voz de la tierra cuando ruge –advierte–. Puede que parezca raro encontrar un mensaje de este tipo en una comedia, pero precisamente que la risa y el relajo del cuerpo sean interrumpidos por un accidente duro y trágico es lo más parecido a encontrar esa sensación de fragilidad de las ciudades con respecto a la naturaleza».
Asegura el director que fue Filomena, la monumental nevada de 2021, lo que le hizo «ver cómo una ciudad grande y segura se hacía vulnerable ante la nieve y se volvía débil e inestable»: «Es entonces cuando nos damos cuenta de que lo que llamamos ‘‘nuestros espacios’’ no lo son tanto; la tierra no nos pertenece».
Protagonizada por Secun de la Rosa, Natalia Hernández, Cristina Gallego y Chema Adeva, a los que se suma Aitana Sánchez-Gijón poniendo su voz –pregrabada– al personaje de la narradora, la obra se divide en tres sketches con argumentos independientes y concebidos bajo diferentes estilos.
La primera pieza, que puede entenderse como una reflexión crítica sobre la prostitución de los artistas o la traición a sus ideales por dinero, tiene como protagonista a una expareja relacionada con el mundo del cine que dialoga y discute sobre el sentido de la creación y la expresión artística. Ese diálogo se verá truncado por un accidente natural del cual no conviene contar más. La segunda obrita la protagonizan el dueño de un bar de carretera, que es cazador, y una mujer vegana que se verá forzada, también por causas relacionadas con la naturaleza, a pasar la noche dentro del local con él. La última pieza cuenta la historia de un ecologista que busca la paz interior y el sentido de la existencia yéndose a vivir al monte, en contacto directo con la naturaleza.
El ánimo ecologista que subyace en «Polar» parece evidente. Según Rulo Pardo, «hace siglos que venimos empujando la vida hacia la nada, talándola, despoblándola, colmándola de cemento y carreteras, y más recientemente ocupando grandes superficies de terreno para instalar energía natural». Sin embargo, hay también una mirada crítica del director sobre el propio ecologismo y sobre el buenismo imperante. «Si no fuera así, no sería yo –reconoce entre risas–. Hay que ser crítico con todos y todo».