Crítica de cine

«En tránsito»: Doble identidad

La Razón
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Dirección y guión: Christian Petzold, según la novela de Anna Seghers. Intérpretes: Franz Rogowski, Paula Beer, Godehard Giese. Alemania-Francia, 2017. Duración: 101 minutos. Drama.

«En tránsito» está dedicada a Harun Farocki. El autor de «Videogramas de una revolución», forense de las imágenes, epidemiólogo de los reveladores discursos que generan en su colisión con el texto y, lógico, feroz seguidor del Godard ensayista, fue profesor y mentor de Christian Petzold, colaboró en el guión de cinco de sus películas, y marcó para siempre, con sus perceptivas disecciones de la dimensión política del cine, la televisión y la publicidad, la obra de su discípulo. En cierto modo, filmes como «Barbara», «Phoenix» o el que nos ocupa cumplen, en el campo de la ficción, el mismo papel que cumplían «Between Two Wars» o «As You See» en el campo del docuensayo: imprimir una estrategia de desplazamiento en las imágenes que nos ayude a distanciarnos de ellas para verlas de una manera nueva y evaluar su relevancia, su razón de ser en un contexto determinado por el devenir de la Historia. «En tránsito», que parece «Casablanca» filtrada por la sensibilidad de un Brecht que ha conocido de primera mano el cine de Straub y Huillet, es la película más conseguida de Petzold, también la más ambiciosa y radical en su objetivo, que no es otro que demostrar que la Europa de la ocupación nazi no es tan distinta de la Europa de la ocupación neonazi. Sustituyan judíos por refugiados y el sistema de ecuaciones se resolverá con pasmosa sencillez: por mucho que haya simulado cambiar de identidad, el viejo continente sigue peleándose con sus viejos fantasmas. No es extraño, pues, que «En tránsito» cuente la historia de un hombre que asume la identidad de otro para huir de los efectos devastadores del supremacismo alemán, porque la propia película está suplantando la identidad de sus modelos –el romance imposible en el cine de la ocupación– con su agresiva propuesta formal, que no es otra que ambientar esa crónica de época en la Marsella contemporánea. No se trata solo de modernizar un argumento, de actualizarlo como lo hacen las puestas en escena de muchas obras clásicas, sino de abrir una grieta perceptiva: los códigos del cine negro de los cuarenta, desplegados en una ciudad fronteriza, despiertan la conciencia del espectador, que, seducido por el carisma de su protagonista (con su cicatriz en el labio y su cinismo, Rugowski tiene un aire a John Garfield), superpone dos imágenes de una civilización escindida descubriendo sus simetrías y sus desfases. «En tránsito» es, para decirlo alto y claro, una película conceptual que toca el corazón.

LO MEJOR

Su propuesta osada de presentar la Historia como un devenir de tiempos simultáneos

LO PEOR

Tanto distanciamiento brechtiano puede acabar descolgando del filme a los más perezosos