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Estos galos siguen siendo irreductibles

El libro «Astérix. De A a la Z» homenajea a uno de los cómic más famosos de la historia.
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El libro «Astérix. De A a la Z» homenajea a uno de los cómic más famosos de la historia.
«Estamos en el año 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos... ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor...». Estas populares frases dan la bienvenida al lector cada vez que abre las páginas de cualquier álbum de «Astérix». Una puerta abierta a la imaginación y con la que sus creadores, René Goscinny (París, 1926-1977) y Albert Uderzo (Fismes, Francia, 1927) divirtieron durante las casi dos décadas que duró el tándem a varios millones de lectores de todo el mundo. La muerte de Goscinny no supuso el fin de la serie. Tras más de veinte años en solitario, el dibujante Uderzo dejó a sus criaturas más queridas en manos del guionista Jean-Yves Ferri y el dibujante Didier Conrad, quienes desde el 2013 son los responsables de llevar a Astérix a los lectores.
Coincidiendo con la publicación del nuevo álbum protagonizado por el pequeño Astérix y el orondo Obélix, la editorial Lunwerg publica un interesante libro titulado «Astérix. De la A a la Z». En él se hace un pormenorizado repaso por la trayectoria de todo el universo creado por Goscinny y Uderzo en 1959, desde su primera aparición en la revista «Pilote» hasta su penúltimo álbum.
En forma de diccionario enciclopédico, este «Astérix. De la A a la Z» surgió como iniciativa de la Biblioteca Nacional de Francia. Era su aportación al homenaje al 60 aniversario del galo más famoso de la historia. En él descubrimos cómo la relación entre dibujante y guionista era más que complementaria. «Era una verdadera osmosis lo que nos unía en la colaboración», relata Albert Uderzo. Nada pudo tocar «“esta armonía y esta complicidad protegida por la estima reciproca que nos teníamos». Una complicidad que hacía que el trabajo fuera, por encima de todo, diversión. Y, tal y como relata el propio Goscinny, «¡Astérix fue inventado en dos horas por Uderzo y yo, entre carcajadas!». De esa manera lo detallan en una historia de una página publicada por «Pilote» en 1962.
Una infancia difícil
Esta ilustración es una de las muchas que aparecen en este libro que repasa los momentos más importante de la trayectoria del personaje dentro y fuera de la historieta. Descubriremos cómo el editor de Astérix actuaba a espaldas de los autores para vender los derechos cinematográficos y de merchandising. Fue cuando descubren, en una proyección privada, que su creación había sido adaptada de forma mediocre, que deciden trabajar en la segunda película, «Astérix y Cleopatra», y más tarde fundar su propio estudio. Los Studios Idéfix produjeron «Los doce trabajos de Astérix» y «La balada de los Dalton», protagonizada por Lucky Luke y basada en los cómics de Goscinny junto a Morris. Un giro irónico a la carrera de Goscinny quien, desde siempre, pretendía trabajar con Disney. «Me fui a los Estados Unidos para trabajar con Walt Disney, pero él no sabía nada de eso», afirmaba con sorna.
René Goscinny no lo tuvo nada fácil. De origen francés, sus padres eran inmigrantes judíos ucranianos-polacos. Ante la llegada de los nazis, tuvieron que emigrar a Argentina, lo que les salvó de acabar deportados a Auschwitz, algo que sí que ocurrió con parte de la familia que permaneció en Europa. En Argentina permaneció hasta poco antes de celebrar su veinte cumpleaños. Desde allí se trasladó a Estados Unidos donde pretendía hacerse una carrera en el mundo del cómic y la animación. Fue durante este tiempo donde conoció a un joven Harvey Kurtzman con quien enseguida congenia y con quien comparte estudio. Allí empieza a trabajar con William Elder, Charles Stern y Jack Davis, quienes junto a Kurtzman se consideran el pilar de una nueva forma de ver los cómics en Estados Unidos. A mediados de los cincuenta regresa a Europa donde conocerá a Albert Uderzo y, como suele decirse, nada volvería a ser lo mismo. Los dos autores enseguida congenian y descubren que se complementan a la perfección. Un alivio para Goscinny que había dejado de lado los lápices para centrarse en lo que más le atraía, los guiones.
El éxito de Tintín llevaba a los editores a replicar la fórmula de distintas maneras. Goscinny tenía claro desde un primer momento que no quería ir a remolque de nadie. Es por eso que su Astérix debe ser lo contrario al resto de héroes que por aquél entonces poblaban la historieta francobelga: un antihéroe. Aquí tuvieron el primer desencuentro. Uderzo quería dibujar un personaje fuerte y viril al estilo de «Umpa-pá», personaje que había creado junto a Goscinny, pero el guionista quería todo lo contrario. Tampoco deseaba que tuviese una mascota o compañero. Pero los deseos del dibujante iban por otro lado. Los primeros diseños mostraban un héroe corpulento y rubio, pero no era eso lo que tenía en mente el guionista. Quería un «hombrecito» para destacar del resto de los héroes. El dibujante acabó aceptándolo pero le añadió un corpulento compañero. Un Obélix primigenio que portaba un hacha pero que acabaron desechando para evitar darle un aspecto demasiado bárbaro. Y así, de casualidad, fue como nació el bonachón repartidor de menhires.
Por petición popular
El pequeño perrito Ideafix no apareció hasta el 31 de enero de 1963 y lo hace en la revista anunciando «La vuelta a la Galia», la siguiente aventura de los galos. Inicialmente los autores no querían una mascota. «Estábamos hartos de todos aquellos héroes con un animal: Spirou y su ardilla y Tintín y su perro», relata Uderzo, pero las cartas inundan la redacción de la revista apoyando aquel diminuto can. Lo que empezó como una broma, acabó volviéndose contra sus promotores. Con el tiempo, acabó convirtiéndose en tan popular y entrañable como los protagonistas de las aventuras de Astérix y un contrapunto cómico a la corpulencia de Obélix. Y es que Goscinny no era partidario de los personajes con mascota. Refiriéndose a Rin Tin Tin decía: «Ese perro siempre me irritó un poco y a Morris también». De ahí surgió la idea paródica de crear a Ran Tan Plan en las páginas de Lucky Luke. Un perro torpe al que el caballo del vaquero «más rápido que su propia sombra» consideraba un «error de la naturaleza».
Astérix despertó el interés de los franceses por su pasado. Hasta entonces, poco sabían sobre los antiguos galos a los que consideraban simples bárbaros desorganizado. Pese a la visión distorsionada de la realidad histórica, la lectura de estos cómics sirvió para profundizar en el pasado de Francia. Poco importaban las imprecisiones. Los personajes de Goscinny y Uderzo se han convertido en el mejor embajador de Francia.