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Libros

García Márquez vuelve veinte años después: los secretos de su novela inédita

Dos décadas después de su última novela se publica «En agosto nos vemos», una obra inédita del Premio Nobel de Literatura. Sus hijos, Gonzalo y Rodrigo García, aportan las claves de este título y explican su deriva y las razones de que la hayan rescatado del olvido

Es una historia como las que escuchamos a menudo, hecha de amores ajados, infidelidades calladas y secretos silenciados por el pulso inapelable de las rutinas. El relato está intercalado por el fervor vital que impregna los países calurosos y el zumbido de las existencias cotidianas, y narra la épica menuda de una mujer, Ana Magdalena Bach que, aprovechando la visita anual a la isla donde está depositada la tumba de su madre, decide aventurarse fuera de su matrimonio y entregarse a tiernos noviazgos de una sola noche para encontrar pasiones renovadas y entusiasmos pasados.

Diez años después de su fallecimiento, a veinte de la publicación de su último libro y coincidiendo con el 6 de marzo de este año, cuando él hubiera cumplido 97 años, vuelve a publicarse una novela de Gabriel García Márquez: «En agosto nos vemos» (Random House). «Es cierto -cuenta Gonzalo, hijo del escritor- que dijo “este libro no sirve, hay que destruirlo”, como nosotros mismos explicamos en el prólogo, pero mi hermano y yo decidimos conservarlo. El motivo es que ya había desarrollado alzheimer y la impresión que teníamos es que por la misma razón que no podía rematar el libro, a lo mejor su juicio sobre él también era demasiado radical. Así que respetamos una parte de su voluntad, pero no toda. Jamás se nos hubiera ocurrido destruir el original, aunque no fuéramos a editarlo nunca. Por ese motivo, lo enviamos al Harry Ransom Center de la Universidad de Texas, en Austin, donde se conservan sus papeles y el resto de manuscritos originales de sus otros títulos».

"Se mantuvo trabajando hasta que ya no era capaz de controlar toda la obra desde el inicio hasta el final"

Gonzalo García

La obra ha permanecido allí durante este tiempo y, aunque no estaba escaneada, es cierto que desde entonces estaba a disposición de los estudiantes, curiosos o especialistas que desearan consultarla. «No la tocamos -aclara Gonzalo-. No hicimos nada con ella.Estaba a disposición del público y no existía ninguna reserva para llegar a su lectura. No había sido digitalizada, pero quien deseara acceder a ella, podía. Periódicamente, algún amigo o periodista que la había leído nos comentaba algo. También empezaron a publicarse reseñas y eran positivas. Eso nos animó a releerla hace un par de años con detenimiento. Nos daba pena porque la obra de Gabo quedaba truncada con este libro. Tampoco queríamos hacer misterio con esta novela y al volver sobre ella nos dejó la impresión de que, con ayuda de su editor, Cristóbal Pera, podíamos llegar a una edición que estuviera a la altura. Por este motivo decidimos publicarla. Ahora está completo todo su corpus. No hay nada más de él en los archivos ni en casas ni en ningún lado. Con esto se cierra su trayectoria».

García Márquez trabajó en este proyecto durante años. Le dio tiempo a terminarla y abordarla después de una manera insistente en repetidas ocasiones hasta completar cinco versiones, aunque algunos capítulos posean algunas más. A algunos amigos les reconoció que no le acababa de satisfacer. Pero, a pesar de eso, continuó trabajando en ella con insistencia hasta 2012. En la última versión, la quinta, decidió estampar la marca indeleble de su aprobación y lo hizo en la página más visible de todas, la primera. Una nota que suponía un remate: «Gran OK final».

Un perfeccionista

¿Qué es lo que quedaba, entonces? ¿Por qué esta demora? Uno de los motivos es que el autor de «Cien años de soledad» siempre fue un hombre que colocó el listón de la autoexigencia a un nivel muy alto. «Era un gran perfeccionista y por ese motivo le daba pudor que el libro saliera. Era un revisor cuidadoso y atento de todo lo que difundía. Era muy obsesivo con las correcciones. En la biblioteca de Ransom pueden verse galeradas originales con tachaduras suyas. Introducía enmiendas incluso en las primeras ediciones que, posteriormente, se incorporaban en las siguientes, aunque por lo general, cuando el público leía ya el libro, no lo volvía a tocar más. Pero es cierto que hasta en las galeradas finales hacía cambios».

"Fue muy duro para él darse cuenta de que perdía habilidades por su enfermedad"

Gonzalo García

Este afán, y la lenta pero irremediable manifestación de su enfermedad, hizo que la novela quedara suspendida, aunque, ahora, cotejando anotaciones se ha obtenido el texto óptimo. «La tenía muy trabajada. A principios de 2002 y 2003, leyó, de hecho, un capítulo en Casa de América. Estaba inmerso en ella, pero también estaba con “Memoria de mis putas tristes”, cuyo proceso acabó antes. Luego se quedó con esta en la medida en que pudo. Ya dijo en un momento que no la iba a poder terminar, “esta no la veo publicada”».

La página 3 de la versión 5 del libro con las correcciones que incluyó el escritor
La página 3 de la versión 5 del libro con las correcciones que incluyó el escritorRandom House

Este título iba a formar, junto a la ya mencionada «Memoria de mis putas tristes» y «Don Rodrigo de Buen Lozano», un proyecto que ideó con unos mimbres muy ambiciosos, pero que jamás inició, un tríptico sobre el amor, que es un tema común en su obra, pero en esta ocasión centrada en la edad adulta, ya avanzada, cuando el esplendor de la juventud decae y comienza el tiempo de los ocasos.

Pero el reloj jugaba en contra del escritor y le sorprendió con la peor aflicción que puede aquejar a un novelista. «Siempre decía que su instrumento era la memoria. Y también tenía una relación muy intensa con los sueños que tenía. Era un asunto muy vinculado al lugar donde había crecido y a la cultura de allí. En su ciudad natal, los sueños tenían un significado muy importante. Una de las primeras declaraciones que nos hizo y que nos previno del mal que le sobrevenía fue cuando nos confesó: “Ya no recuerdo mis sueños”. En ese instante comenzaba la dificultad de su labor: empezó a perder la memoria. Al inicio se dio cuenta de este proceso y para él resultó bastante duro. Lo comentaba con las personas cercanas a él, de su entorno más próximo. A ellas les declaraba que estaba perdiendo las capacidades para escribir y de escribir obras de cierta extensión. Puede apreciarse en los títulos que escribió durante su madurez, que fueron volviéndose cada vez más pequeñas. Pero se mantuvo trabajando hasta que ya no era capaz de controlar toda la obra desde el inicio hasta el final. Eso era preocupante. Así hasta que llega ese momento inevitable en que no recuerdas que ya no recuerdas y que no tienes habilidades. Ahí ya no tuvo esa preocupación que sentía durante su periodo consciente».

Dictadores y tecnología

Gonzalo García recuerda de él que estaba bastante satisfecho con la trayectoria que había llevado. «Estuvo cansado de “Cien años de soledad”. El éxito de ese libro lo persiguió mucho tiempo. Era una fama tan grande y la gente se concentraba tanto en él que recuerdo que hubo una época en que le cansó porque quería que los lectores también se fijaran en otros libros que había publicado. Pero ese fue solo un paso eventual y llegó un instante en que dejó de hablar de la novela con ese tono cansado. Creo que pensaba esa novela opacaba otras que había escrito, pero él quería mucho sus novelas, aunque, una vez que salían, hablaba bastante poco de ellas». Otro de los personajes que trufan sus libros son los dictadores, algo curioso, ahora que han emergido tantos de nuevo. «No creo que tuviera elementos para pensar que iban a volver a ponerse de actualidad cosas sobre las que él había escrito a mediados del siglo XX, pero bueno, así es. Ojalá, los lectores vuelvan a acercarse a esas obras y vuelvan a darse cuenta de lo poco que hemos evolucionado».

«En agosto nos vemos» existe una diferencia entre aquel gran éxito de los inicios de su carrera y esas otras novelas con deslucidos dictadores. En este inédito se puede apreciar el lento correr del tiempo y cómo avanza el calendario hacia etapas más actuales. «Es una novela relativamente moderna. Desde luego no es una novela que incluya las últimas innovaciones, pero puede apreciarse en la narración el desarrollo de la tecnología. De hecho, me conmueve la evolución que puede apreciarse en esa isla imaginaria. Es un proceso por el que pasan muchos lugares y, desde luego, pequeñas aldeas y lugares remotos y pobres que son descubiertos por el turismo. Enseguida apreciamos cómo se llenan de hoteles, de avances. En el primer hotel en el que se hospeda la protagonista de este libro, duerme en unas hamacas. A través del texto vas viendo cómo mejora la categoría de los hoteles y sus habitaciones, “naves, espaciales”, las llama, en un pasaje, cuando ya son muy modernas. Esto lo debió vivir y lo que de verdad me conmueve es que fuera sensible a esos elementos, que apreciara los cambios de estos lugares y cómo localidades paradisíacas acaban con hoteles que son acantilados de vidrio».

UN ESCRITOR FEMINISTA Y UNA PROTAGONISTA FEMENINA

Durante la presentación de «En agosto nos vemos» en el Instituto Cervantes, una rueda de Prensa presidida por los hijos de Gabriel García Márquez y de la directora editorial del Grupo Random House, Pilar Reyes, se comentaron anécdotas familiares y literarias del novelista. Rodrigo García reiteró también que a la edición final de este libro «no se ha agregado nada que no estuviera en los múltiples originales de esta novela. En algún momento se comentó de que carecía de final, pero Cristóbal Pera, que trabajó con Gabo, nos confirma que cuando García Márquez todavía vivía, le preguntó por el final, y que le contestó que el libro tenía un final y, de hecho, lo leyeron juntos. No se ha hecho un trabajo de edición hasta el punto de añadir frases. Es cierto que estaba un poco dispersa en varios originales, pero estaba completa. Lo que ha hecho Pera es recolectar todos los manuscritos para llegar a un original final. Él mismo ha explicado que su trabajo se ha limitado a una corroboración de datos. Solo ha hecho el trabajo que hace un editor con un escritor».

Gonzalo reconoció una diferencia con la obra anterior de Gabo. Está más alejado de la primera parte de su trayectoria, de los dictadores que llenaban aquellas páginas, del aire tropical que contaminaba esa narraciones y, esta última, en cambio, está más apegada al día de hoy, a nuestra realidad. Además de incluir un rasgo importante: «Hay muy pocos libros de García Márquez en que la mujer sea el personaje principal y que sea, además, una mujer de esta edad y con estas características. Esto también nos convenció de publicarlo, porque no se parece a otros libros suyos».

Él mismo recalcó las señas de identidad que comparte con el resto de su obra: «Tiene esa prosa tan identificable para los lectores y también la forma en que creaba un personaje, pero sobre todo nos animó que esta narración tuviera una historia con una gran mujer. Es una coda que funcionaba muy bien. Y es que Gabo se consideraba un feminista por la manera en que conducía su vida».