¿Y si los españoles hubiesen sido los primeros humanos en pisar la Antártida? Ésta es la historia del “San Telmo”
El buque de la Armada, muy dañado tras sufrir una tormenta en el cabo de Hornos, habría llegado al continente helado, donde sus tripulantes podrían haber muerto de hambre y frío
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La historia de España, y muy especialmente la de nuestra Armada, está jalonada de grandes hitos, como la llegada a América, la primera circunvalación a la Tierra... pero, ¿y si también hubieran sido españoles los primeros en poner un pie en la Antártida? Pues todo hace indicar que así fue, que fueron los marinos a bordo del navío “San Telmo” aunque fue un historia sin final feliz.
Corría el año 1819 y, tras la Guerra de la Independencia contra los franceses, las colonias americanas habían empezado a intentar independizarse de la madre patria aprovechando la debilidad de España y su mala situación económica, social y militar.
Con un país prácticamente en bancarrota, ni la Monarquía de Fernando VII ni la Armada estaban en condiciones de afrontar el reto de la insurrección americana pero, aún así, algo había que hacer y se pensó en mandar al Perú la llamada División del Mar del Sur para sofocar una rebelión que contaba con la inestimable ayuda de Gran Bretaña, ansiosa de dar la puntilla a España.
Sin embargo, detrás de tan pomposo nombre, la División del Mar del Sur no era más que un convoy formado por cuatro buques (dos navíos, una fragata de guerra y un mercante) que habían tenido épocas mejores pero que ahora no eran casi más que fantasmas flotantes, que intentaban hacer llegar al Pacífico tropas y caudales para aliviar la presión de los independentistas por tierra y de los corsarios por mar.
Al frente de la escuadra, que partió de Cádiz el 11 de mayo de 1819, estaba el navío San Telmo, de 74 cañones, un magnífico buque de línea construido en 1788 en los Astilleros de Esteiro de El Ferrol, pero que 30 años después, mal mantenido por la situación de abandono de los arsenales, estaba en muy mal estado; el “Alejandro I”, de 74 cañones, uno de los cinco que dos años antes habían sido comprados a Rusia, en tan mal estado que poco después tuvo que regresar a la península a causa de las vías de agua que amenazaban con hacerla naufragar; la fragata “Prueba”, de 34 cañones, y la fragata mercante “Primorosa Mariana”, para el transporte de tropas.
Al mando estaba el capitán de navío Rosendo Porlier y Sáenz de Asteguieta, mientras que el mando del “San Telmo” recayó en el gaditano Joaquín de Toledo y Parra. Consta que el pesimismo de Porlier sobre la suerte de su navío era tan grande que, al despedirse en Cádiz de su íntimo amigo el capitán de fragata Francisco Espelius, le dijo: “Adiós Francisquito, probablemente hasta la eternidad...”.
Ya sin el “Alejandro I”, que regresó a España al poco de pasar el Ecuador, los tres buques de la escuadra consiguieron mantenerse juntos en las primeras etapas de la travesía hasta que cuatro meses después, en septiembre, a la hora de doblar el siempre difícil Cabo de Hornos, el mal tiempo y las tormentas dispersan los buques. Sólo las dos fragatas consiguen, cada una por separado, alcanzar el puerto de destino, El Callao: el 2 de octubre lo hace la “Prueba” y siete días después la “Primorosa Mariana”, que asegura que el 2 de septiembre, en la latitud 62º sur y longitud 70º oeste, habían perdido de vista al “San Telmo” dejándole con averías en el timón, tajamar y verga mayor.
Tras tres años sin noticias del buque, el 6 de mayo de 1822 se declara oficialmente de baja el navío y a los 644 hombres que formaban la tripulación se les da por muertos: “… en consideración al mucho tiempo transcurrido desde la salida del navío San Telmo del puerto de Cádiz el 11 de mayo de 1819, en demanda del océano Pacífico y dadas las pocas esperanzas que se conservan de que se haya salvado el buque, Su Majestad el Rey ha resuelto, a propuesta del Capitán General de la Armada, que sea dado de baja el referido navío y los hombres que en él viajaban”.
Sin embargo, al tiempo que se les pierde de vista empieza supuestamente la leyenda. El “San Telmo”, sin timón, habría navegado a la deriva hacia el sur hasta llegar a algún punto de tierra firme en la Antártida, donde sus tripulantes podrían haber desembarcado y aguantando allí hasta que los embates del frío y el hambre hubiesen ido diezmándoles hasta que todos ellos murieran, pues de ninguno hubo noticias nunca.
Sí se sabe que entre 1820 y 1822 los oficiales navales británicos William Smith y James Weddell avistaban tierra firme y tomaban posesión del archipiélago de las Shetland del Sur. Y en la playa de la Media Luna, al Este del cabo Shirreff en la costa Norte de la isla Livingston, localizaron restos del San Telmo y signos de matanza de focas que parecían delatar la presencia breve de seres humanos. ¿Eran de la tripulación del “San Telmo”? Varias expediciones han visitado la zona, sin encontrar hasta la fecha pistas irrefutables de que así sea, pero sí que hay indicios más que suficientes como para pensar de que, efectivamente, Porlier y sus hombres estuvieron allí.
Actualmente una placa conmemorativa en Playa Media Luna, en el Cabo Shirreff de la Isla Livingstone, de las Shetland del Sur, recuerda a estos marineros y soldados españoles. Posiblemente los primeros que pisaron la Antártida.
En la década de los noventa del pasado siglo, el catedrático Manuel Martín-Bueno, de la Universidad de Zaragoza, junto con un grupo hispano-chileno de arqueólogos, geólogos y marinos de la Armada, organizó varias campañas sobre el terreno para buscar evidencias que aclarasen qué ocurrió con el barco español y catalogaron diversas anomalías magnéticas sumergidas que podrían ser cañones y anclas que aún están por bucear. Levantaron la cartografía de esos lugares y, en tierra, encontraron objetos tales como restos metálicos, de sandalias y de maderas. Con todo, las pruebas no son concluyentes pues no hay ningún objeto atribuible directamente al barco.
La Fundación Polar Española elaboró el denominado “Proyecto San Telmo 1819-2019″ de carácter estrictamente arqueológico cuya hipótesis de partida es que los testimonios de los marinos ingleses acerca de la arribada del San Telmo a la zona del cabo Shirreff son fiables, y que por tanto cabe localizar sus restos. El objetivo es localizar, definir y gestionar un yacimiento arqueológico. “El hallazgo de los restos del buque no sólo permitiría esclarecer un interrogante histórico como es la arribada a tierras antárticas del buque y sus hombres, sino que aportará información sobre cuál era el estado del buque y muchos aspectos de su construcción, y sobre todo de su mantenimiento y de las transformaciones que sufrió en los últimos años de su vida operativa, que la documentación de archivo no aclara”, explican los documentos de la Fundación.
“Si se logra el objetivo de demostrar la presencia del San Telmo y sus tripulantes en tierras antárticas, España podría reclamar con toda justicia la primacía de la presencia humana en la Antártida. Esto, que no tendrá lógicamente consecuencias a nivel diplomático, sí las tendrá en lo que se refiere al prestigio de España y de su Armada. En definitiva, para la proyección de lo que se ha dado en llamar la Marca España”.
Gabriel de Castilla, descubridor de la Antártida
En cualquier caso, la historia de la Antártida está de un modo u otro unida a España ya que, si hablamos del descubrimiento como tal, debemos remontarnos a 1603, cuando el explorador español Gabriel de Castilla (Palencia, alrededor de 1570 – Lima, alrededor de 1620) divisó unas islas, tal vez las Shetland del Sur. El marino español zarpa en el mes de marzo de 1603 de Valparaíso al mando de una flotilla formada por los galeones “Jesús María”, de 600 toneladas y 30 cañones; “Nuestra Señora de la Visitación” y “Nuestra Señora de la Mercedes”, de 400 toneladas, en una expedición encomendada por el virrey del Perú, Luís de Velasco y Castilla, para reprimir las incursiones de los corsarios holandeses en los mares al sur de Chile que, por el Estrecho de Magallanes, penetraban en el Mar del Sur.
La expedición de Gabriel de Castilla sobrepasa el Cabo de Hornos y llega a alcanzar la latitud de los 64º sur, por lo que se presume que llegaron a avistar el archipiélago de las Shetland del Sur. En 1989, se instaló en la isla Decepción (Archiprielago de las Shetland del Sur) el entonces refugio Gabriel de Castilla y en 1998 cuando pasó a ser considerada base. La base está gestionada el Ejército de Tierra.
La base está abierta únicamente durante el verano austral, desde mediados de noviembre hasta principios de marzo. Como todas las instalaciones antárticas españolas, tiene como objetivo apoyar las actividades científicas de España en la Antártida, en particular la realización de los proyectos de investigación científica que promueve, financia y coordina el Subprograma de Investigación Polar del Plan Nacional del I+D+I.