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El último intento de España de invadir Reino Unido en 1719 con 300 gallegos

Los infantes de marina del Regimiento Galicia desembarcaron en el castillo escocés de Eilean Donan para tomar Inverness, destronar al Rey de Inglaterra y sustituirlo por Jacobo III de la dinastía Estuardo
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Corría el año de 1719 y España, tras la firma del tratado de Utrecht apenas unos años años atrás, había perdido su hegemonía marítima en Europa, aunque aún habría de mantener su poderío al menos hasta la batalla de Trafalgar, en 1805.
La paz de Utrecht, que reconocía a Felipe V como rey de España, suponía para nuestro país evacuar varios territorios que hasta entonces había tenido en Europa: los Países Bajos españoles, el ducado de Milán, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Menorca y Gibraltar. Desde este momento pasamos a ser una potencia menor en el escenario europeo y cedíamos la hegemonía a Gran Bretaña, que además de Menorca y Gibraltar también había recibido durante la Guerra de Sucesión Española la isla de Terranova y poseía ahora la mayor flota del mundo.
A pesar de todo ello, la Monarquía Hispánica, ahora en manos de los Borbones a través de Felipe V, no estaba dispuesta a renunciar a quedarse de brazos cruzados ante su eterno enemigo. Hacía poco más de un siglo (1588) del intento de la Armada Invencible de invadir Reino Unido y algo menos del fracaso de la Contra Armada o la Invencible Inglesa (1589) de tomar España por Galicia primero y Lisboa después.
¿Cómo se intentó?
En 1717, España envió 8.500 soldados de infantería y 500 de caballería desde Barcelona para tomar, sin demasiados problemas, la isla de Cerdeña. Un año después, ante la pasividad del resto de países, Felipe V volvía a mover ficha y enviaba 38.000 soldados para conquistar gran parte de Sicilia.
En esta ocasión los británicos sí que actuaron amparándose en la violación del Tratado de Utrecht y el 11 de agosto de 1718 una escuadra inglesa liderada por Sir George Byng derrotaba a la flota española al mando de Don Antonio de Gaztañeta cerca de la ciudad siciliana de Siracusa.
Gran Bretaña declara la guerra oficialmente a España el 27 de diciembre de 1718 y Francia lo hará solo unos días más tarde, el 9 de enero de 1719.
¿Tenía España alguna posibilidad de vencer en el mar a la que se había convertido en gran potencia naval europea? Sin duda, no, pero los planes de Alberoni no iban por ahí, sino que el objetivo era intentar aprovechar las rebeliones jacobitas, que pretendían reinstaurar a la casa Estuardo en el trono del Reino Unido.
Plan para invadir Reino Unido
El plan, que constaba de dos fases, era tan aparentemente sencillo sobre el papel como improbable en la realidad: en la primera fase, Alberoni encarga el mando de esta campaña a James Buttler, segundo conde de Ormonde, general inglés que en la última guerra de Sucesión había servido a la reina Ana Estuardo contra las armas españolas, siendo el general que había dirigido el ataque a la flota española en la batalla de Rande (1702). Para ponerle al día con sus planes, fue invitado a Madrid por el embajador español en París, Cellamare, donde llegó a finales de 1718 acompañado de su edecán, George Bagenal, y el general irlandés Crafton.
Esta primera avanzadilla de 300 infantes de marina españoles del Regimiento Galicia se infiltraría en Escocia con el fin de levantar a los clanes de las Tierras Altas contra los ingleses, y tomar la ciudad de Inverness, la más importante de las Highlands. Sin embargo, este movimiento era solo una maniobra de distracción con el fin de que los ingleses llevaran más tropas y barcos hacia el norte, dejando menos protegido el sur de la isla.
El grueso de la “invasión” llegaría a través de las costas del sudoeste de Inglaterra Inglaterra o Gales, donde los simpatizantes jacobitas eran abundantes. Allí, el duque de Ormonde tomaría tierra junto a 5.000 soldados españoles bien armados para, desde allí, dirigirse a Londres y tomar la capital para derrocar al Rey Jorge y poner en el trono a Jacobo Estuardo.
Tras una serie de contratiempos, como la muerte del monarca sueco Carlos XII, que iba a apoyar la causa española, la flota invasora, compuesta por 27 navíos –cinco de guerra y 22 cargueros– y con 5.000 soldados a bordo, además de armas para unos 30.000 hombres más, partió de Cádiz el 7 de marzo de 1719 dirigida por Baltasar de Guevara, laureado marino español. El plan era recoger a Buttler en el puerto de La Coruña para que se pusiese al frente del convoy.
Pero, de nuevo, “los elementos” que jugaron tan mala pasada a la Armada Invencible de Felipe II se cruzaron en el destino de otro Felipe, en este caso V y de la dinastía borbónica. A finales de marzo, apenas tres semanas después de partir del puerto gaditano, un temporal cerca de Finisterre dejó maltrecha la flota española, hasta el punto de que el buque insignia resultó desaborlado y buena parte de la carga se perdió.
Aunque buena parte de los buques encontraron refugio en puertos gallegos, la invasión resultó un fracaso incluso antes de iniciarse. Por si fuera poco, los espías británicos habían puesto en alerta a sus tropas, que esperaban bien pertrechadas en la costa por si osaban acercarse.
Sin embargo, había un problema. La primera pata del plan, el desembarco de 307 hombres del Regimiento Galicia en Escocia al mando del coronel Nicolás de Castro Bolaño como maniobra de distracción habían seguido adelante: salieron del puerto vasco de Pasajes el 7 de marzo, el mismo día que la flota de Cádiz, a bordo de dos fragatas, y no podían saber la suerte que había corrido sus compañeros.
El castillo de Eliean Donan
Poco más de un mes después, el 13 de abril, desembarcaban al oeste de Escocia, en el lago Alsh, tras dejar atrás la isla de Skye, y tomaron el castillo de Eilean Donan. Allí pretendían reunir a todos los clanes rebeldes con los que marchar para tomar Inverness, a más de 100 kilómetros al noreste. Los highlanders se mostraron favorables al plan español, pero decidieron que no darían ningún paso en falso hasta tener noticias de la flota al frente de Ormonde, sin saber que esa misión había sido abortada.
A partir de ese momento todo fue a peor. En mayo varios barcos ingleses bombardearon el castillo y se hicieron con su control apresando a varias decenas de españoles. El resto de rebeldes y de infantes gallegos pudo huir pero poco podían hacer: rodeados por los buques ingleses y las tropas apostadas en Inverness, su única opción era rebelar a los clanes jacobitas, pero las noticias del fracaso de Ormonde ya habían llegado y casi nadie se sumó al plan de Alberoni.
A pesar de ello, los infantes gallegos decidieron planta cara a los ingleses, recabando el apoyo de algunos clanes escoceses hasta llegar a rondar los 1.000 efectivos. Entre los que se sumaron a la rebelión estaban los hombres del héroe nacional escocés Robert Roy McGregor, más conocido como Rob Roy, que inmortalizaría siglos después el actor Liam Neeson en una película.
El 5 de junio partió de Inverness un contingente inglés con 850 infantes, 120 dragones de caballería y 4 baterías de morteros, dirigido por el general Joseph Wightman, con el objetivo de bloquear la marcha hispano-jacobita que se dirigía hacia la ciudad y acabar con la insurrección escocesa.
La batalla de Glenshiel
Las fuerzas españolas y escocesas avanzaba por el desfiladero del río Shiel pasando por el ya desde entonces conocido como “Paso de los españoles” (Bealach-na-Spainnteach), hasta que ambos ejércitos se encontraron en las cañadas de Glenshiel, cerca de las montañas de Kintail.
Los hispano-jacobitas contaban inicialmente con ventaja, pues los españoles habían ocupado la cima y el frente de una de las colinas (llamada hoy en día The Peak of the Spaniards, «El pico de los españoles»), mientras que sus aliados escoceses se apostaban a los lados y montaban algunas barricadas.
El primer choque fue relativamente adverso para Wightman, pero le sirvió para comprobar que los escoceses, a pesar de que componían más de dos tercios del ejército hispano-jacobita, eran el enemigo más débil debido a su peor organización. Por este motivo, sus tropas atacaron los flancos, mientras que los disparos de mortero mantenían a los españoles en sus posiciones. En esta escaramuza Rob Roy resultó gravemente herido y el clan McGregor abandonó la batalla para ponerle a salvo, cosa que poco a poco hicieron el resto de clanes y nobles jacobitas, abandonando a su suerte a los bravos españoles que resistían.
Finalmente, se rendirían en torno a las nueve de la noche tras comprobar que les habían dejado solos y que, en un terreno tan abrupto, las posibilidades de escapar eran escasas. La batalla de Glenshiel, como fue conocida, afortunadamente, no fue demasiado cruenta y apenas hubo un centenar de víctimas mortales entre ambos bandos. De hecho, según algunos historiadores apenas se produjeron bajas entre los infantes de marina gallegos.
Los 274 españoles capturados, con su jefe Nicolás de Castro Bolaño a la cabeza, fueron conducidos a Edimburgo, donde se reunieron con los que habían sido presos en Eilean Donan. En octubre las negociaciones entre España y Gran Bretaña permitieron su regreso a su país natal.
Así se ponía punto y final a una misión tan surrealista como condenada al fracaso casi desde el principio aunque, quién sabe lo que podría haber ocurrido si las tropas de Ormonde hubiesen llegado con todos sus efectivos y armas a las costas británicas y hubiese logrado su objetivo.