Francia

Por qué fracasó el intento de dividir el día en 10 horas (en vez de en 24)

Los franceses quisieron enterrar el tradicional sistema sexagesimal e introducir uno nuevo que, según decían, simplificaba los cálculos

Un reloj con un sistema de horario decimal. La hora con esta medición equivale a 2 horas y 24 minutos del sistema que usamos
Un reloj con un sistema de horario decimal. La hora con esta medición equivale a 2 horas y 24 minutos del sistema que usamosLa Razón

La Revolución Francesa fue un éxito en muchos sentidos, principalmente porque sentó los cimientos de la democracia moderna con la división de poderes. Pero también se anotó sonoros fracasos, quizá pocos tan estrepitosos como el pretencioso intento de cambiar la medición horaria y enterrar así el sistema de 24 horas.

Los babilonios fueron quienes dividieron inauguraron el sistema sexagesimal basado en que 60 segundos son un minuto y en que 60 minutos son una hora hasta formar un total de 24 al día.

Ya en 1754, el matemático francés Jean Le Rond d’Alembert propuso que todas las unidades de tiempo fueran divisibles por diez. “Esta división daría lugar a cálculos mucho más fáciles y convenientes”, argumentó.

La propuesta no cayó en el olvido, sino que fue retomada años más tarde al calor de una Revolución Francesa (1789) que no solo prometía el fin de la monarquía absoluta, sino el inicio de una nueva era.

El calendario republicano francés (1792-1806)

Los revolucionarios pusieron fin al tradicional calendario gregoriano e inauguraron uno nuevo el 22 de septiembre de 1792, que pasaba a ser el 1er Vendémiaire del Año I.

El nuevo calendario se basaba en dos principios: hacer coincidir el año republicano con los movimientos celestes y medir el tiempo con cálculos más exactos y simétricos aplicando el sistema decimal lo más ampliamente posible.

El año pasaba a estar compuesto por doce meses iguales de treinta días —con nombres inspirados en el clima y las estaciones— a los que se añadían 5 días dedicados a las fiestas republicanas, los llamados “sans-culottides”.

Después de un ciclo de cuatro años —es decir una “franciade”— se añadía un sexto “sans-cullotide” al final del año para que el calendario republicano concordara con los movimientos celestes. Cada mes se dividía, según este sistema decimal, en 3 partes de 10 días.

Del calendario al horario

Ansiosos por proseguir con la decimalización, los revolucionarios abolieron la división del día en 24 horas y sus subdivisiones sexagesimales.

Así decretaron que, de medianoche a medianoche, el día se divide en 10 horas;cada una de ellas se dividía en 100 minutos decimales y cada minuto en 100 segundos. De esta manera, la nueva hora correspondía a 2 horas y 24 minutos del antiguo sistema sexagesimal.

El enfado de los relojeros y la colisión con la costumbre

Los relojeros, claro, tuvieron que cumplir con estas nuevas directivas, equipando sus aparatos con esferas que indicaban los nombres de los días de la década, las fechas y los nombres de los meses republicanos.

Varios optaron por que los nuevos relojes incorporaran una doble numeración (decimal y sexagesimal) para que los franceses se familiarizaran con la nueva hora.

El resultado suponía bastante embrollo. Se diseñaron modelos concéntricos en los que las mismas manecillas indicaban la correspondencia entre las 5 horas del sistema decimal a las 12 horas sexagesimales.

Pero el nuevo sistema horario se estrelló desde el primer momento con las exigencias de la vida diaria, la importancia del comercio exterior y la imposibilidad de modificar los relojes existentes vencieron a esta iniciativa.

Fracaso a los 500 días

El 7 de abril de 1795, es decir, 500 días después de su aplicación, la Convención Francesa promulgó una ley para suspender definitivamente la división decimal del día y la hora.

Tras este fracasado experimento de apenas un año y medio de duración, el sistema resurgió a finales del siglo XIX al plantearse de nuevo en varios cónclaves de carácter internacional como la Conferencia General de la Asociación Geodésica Internacional en 1883 en Roma, la Conferencia Internacional sobre la Estandarización de Longitudes y Tiempo de 1884 en Washington y el Congreso Internacional de Cronometría celebrado en el Observatorio de París en 1900.

Pero estos intentos volvieron a estrellarse con la realidad, puesto que la magnitud de los cambios requeridos mataron por segunda vez el sistema horario decimal.