Grandes Figuras de la Hispania Romana (VI)

Marcial: el afilado verso satírico que hizo de Roma una comedia era hispano

Nacido en Bilbilis, hoy Calatayud, Marco Valerio Marcial retrató las costumbres y la cotidianeidad de Roma

Una estatua celebra a Marcial, el hispano que fue el gran satírico de Roma
Una estatua celebra a Marcial, el hispano que fue el gran satírico de RomaLa Razón

La sátira es el género literario totalmente romano y que, por excelencia, tendemos a asociar hoy a la crítica social y de costumbres. Esto es cierto parcialmente en cuanto a la antigua sátira romana, que también se refirió a la vida urbana y activa y a la compleja sociedad de la modernísima urbe «caput mundi» –y precisamente por eso nos llama mucho la atención y nos toca muy de cerca hoy día–, pero también fue mucho más que crítica. Desde la fragmentaria obra que tenemos de Lucilio a las sátiras más filosóficas como las del epicúreo e inolvidable Horacio, la historia del género es riquísima. Hay sátiras más costumbristas y actuales, como las de Juvenal, que han marcado el devenir del género desde sus orígenes, y otras que ya se adentran por los derroteros del final de la antigüedad para pasar al mundo posterior.

Pero si hoy día asociamos la sátira sobre todo a los poemas breves sobre la sociedad y la política, y a la pasión por la invectiva que hemos heredado de la madre Roma, fue también gracias a un gran poeta satírico nacido en Hispania, en torno al año 40 de nuestra era, en la ciudad de Bilbilis, actual Calatayud: Marco Valerio Marcial. Como otros escritores e intelectuales hispanorromanos de su siglo, Marcial abandonó en su juventud su provincia natal, la Tarraconense, para trasladarse a la capital en busca de educación, fama y fortuna. Pudo experimentar como pocos lo difícil de medrar en Roma en el siglo I: había que subsistir, primero, con la difícil profesión de alguien que pretendía vivir de las letras. Esto nos ocurre también hoy y acaso siempre ha ocurrido. Luego había que saber moverse y medrar entre patronos y clientes y unos círculos sociales romanos tan rígidos como la propia institución de la clientela.

Estas experiencias curtieron al joven poeta y fueron la clave para alimentar la obra, la vida y la leyenda de Marcial. Frecuentó a buenos amigos, en un círculos literarios que incluyeron a Plinio el Joven y a Juvenal, y llegó a obtener honor y favores de los emperadores Tito y Domiciano. Después de su peripecia de unos 30 años en la ciudad, conociendo las mieles y hieles de la sociedad tan sofisticada como cruel de la gran urbe (acabó dejado de lado en época de Nerva y Trajano), el poeta hubo de regresar a su Bilbilis natal a los 60 años, más o menos, para morir desengañado de los fastos y pompas de Roma en el año 103.

Pero su vida nos dejó una obra inmensa. Marcial fue uno de los grandes de la poesía satírica, culto, inteligente, irónico y mordaz como pocos, al bilbilitano se le atribuyen 1.561 epigramas, poemas breves que fue haciendo públicos durante su vida organizados en 14 libros y que supieron tomar como pocos otros testimonios el pulso de la vida en la gran ciudad, casi a la manera de un cronista moderno. Nos interesa especialmente el retrato que hace de la vida literaria, del comercio de libros y de la dificultad de vivir de ellos, pero ciertamente también las vivaces notas que toma, a vuelapluma, de los tipos sociales que recorren la urbe, con su picaresca y su lucha por la vida, en la gran comedia humana que nunca cambia, pero también en sus aspectos más cotidianos, como los ruidos olores, perfumes, delicias, molestias y maravillas, en una palabra, de una Roma que nunca nos es ajena. ¡Qué romanos nos seguimos sintiendo al leer a Marcial!

En esa urbe universo que, calculamos podría haber llegado al millón de habitantes, leemos toda la historia de la nuestra modernidad tardía, de nuestras ciudades postindustriales y alienadas. Su elogio a la vida sencilla, a regreso a la patria y al campo hogareño, en el libro X de sus poemas, nos dan fe de un poeta también filosófico y de un trasfondo moral que nos permite leerlo hoy con aprovechamiento. Citémoslos para concluir: «Las cosas que hacen feliz, / amigo Marcial, la vida, / son: el caudal heredado, / no adquirido con fatiga; / tierra al cultivo no ingrata; / hogar con lumbre continua; / ningún pleito, poca corte; / la mente siempre tranquila; / sobradas fuerzas, salud; / prudencia, pero sencilla; / igualdad en los amigos; / mesa sin arte, exquisita; / noche libre de tristezas; / sin exceso en la bebida; / mujer casta, alegre, y sueño / que acorte la noche fría; / contentarse con su suerte, / sin aspirar a la dicha; / finalmente, no temer / ni anhelar el postrer día». No dejen de leer nunca al gran Marcial, poeta de una pieza que sigue cautivando hoy.