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La leyenda de Galcerán de Pinós y las cien doncellas

En 1147, el barón fue apresado por los musulmanes, quienes exigían cien doncellas vírgenes como rescate: cuenta la leyenda que San Esteban le liberó
MNAC
La Razón
  • César Alcalá

    César Alcalá

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Si la semana pasada hablábamos de la Torre de los Pinós, esta de una leyenda relacionada con uno de ellos. En el año 1147, Ramón Berenguer IV pasó a ser rey de la Corona de Aragón y conde de Barcelona. Pues bien, este Ramón Berenguer tuvo la idea de combatir contra los infieles de Almería. Entre los 9 barones de fama, estaba Galcerán de Pinós que oficialmente se hizo cargo, como almirante, de la escuadra catalana.Una vez en Almería, dirigió un batallón contra los moros. Como consecuencia de esa batalla fue tomado como rehén Galcerán de Pinós, y, junto a él, otro miembro de su baronía llamado Sencerní, que era señor del castillo de Sull. Ambos estuvieron cinco años en cautiverio con los sarracenos.
Terminada la batalla y pasado el tiempo, el padre de Galcerán, llamado Pedro Galcerán de Pinós, le suplicó a Ramón Berenguer que hiciera gestiones para averiguar el paradero de su hijo. Hizo enviar una galera y esta llevó emisarios a los reinos de Almería y Granada. Una vez ahí, preguntaron por Galcerán de Pinós. El rey moro contestó que estaba vivo. También les dijo que para rescatarlo pedía 100.000 doblas de oro, 100 piezas de brocado, 100 caballos blancos, 100 vacas bragadas y 100 doncellas vírgenes.
Cuando regresó la galera, el conde de Barcelona dio cuenta al padre del almirante del rescate que exigía el rey moro. Pedro Galcerán de Pinós y su esposa Berenguela de Montcada vendieron cuanto poseían y obtuvieron el rescate a excepción de las cien doncellas. Ante la imposibilidad de conseguirlas, Pedro Galcerán reunió a todos sus vasallos y les contó lo que el rey moro pedía por la libertad de su hijo y lo que hasta aquel momento había conseguido. Uno de los que le escuchaban dijo: «No lloréis, señor nuestro, que vuestros vasallos gustosamente os darán sus hijas, si esta es la voluntad de Dios, para liberar a vuestro hijo».
Decidieron los vasallos lo siguiente. Aquel que tuviese tres hijas daría dos; el de dos, una y aquellos que tuviesen una sola, echarían suertes a parejas. Así reunieron las cien doncellas, las cuales eran todas de la baronía de Pinós, naturales de Saldes, Gósol, Aspar, Gisclareny y Bagà. Con lágrimas se despidieron de Pedro Galcerán de Pinós, de sus parientes y amigos, y en pocas jornadas llegaron a Tarragona, en espera de que se aparejase una nave que estaba en el puerto de Salou y debía llevar el rescate a su destino. Lo conducían ciertos prohombres capitaneados por el baile de Bagà.
El rescate
El cautivo Galcerán de Pinós rezaba a San Esteban, su patrón, hasta que una noche, precisamente la misma en que el rescate debía embarcarse, se iluminó la cárcel con una gran claridad y se le apareció el protomártir vestido de diácono, y le dijo las siguientes palabras: «No tengas miedo, hijo, y cree que Nuestro Señor me ha concedido la gracia de que te liberte, atendiendo a las plegarias que durante tanto tiempo me has hecho, pues soy tu patrón San Esteban, a quien tanto te has encomendado. Ven conmigo y no tengas ningún temor».
Todo ello ocurrió a pesar de los centinelas que había en la cárcel, los cuales oyeron las palabras del Santo y quedaron maravillados e impedidos de todo movimiento ante la aparición. Cuando Sencerní, el compañero de Galcerán vio que éste salía de su cautiverio, le dijo: «Señor, cuando estéis en nuestra tierra, acordaos de mí». Pinós les contestó que no dejaría la cárcel si no era con él, del mismo modo que él no quiso dejarlo solo cuando cayó prisionero. Añadió que si era devoto de algún Santo, que lo invocase, que le ayudaría del mismo modo que San Esteban lo hacía con él. Y así sucedió.
Sencerní se arrodilló y se encomendó de todo corazón a San Ginés, patrón de su castillo, pidiéndole que le sacase de la cárcel. Inmediatamente se le apareció el Santo invocado, en forma de ángel. San Esteban y San Ginés sacaron a ambos caballeros de su cautiverio. A la mañana siguiente Galcerán de Pinós y Sencerní se hallaron milagrosamente en el puerto de Salou. Se encontraron con la comitiva del rescate y, al reconocer a Galcerán, todos juntos marcharon a Barcelona, donde estaba su padre. De ahí marchó a Bagà. Al ver, de lejos la iglesia de San Esteban, se arrodilló y anduvo de rodillas casi media legua. En agradecimiento cedió para siempre la mitad del diezmo de su baronía a la iglesia de Bagà. Hizo grandes mercedes a los vasallos y concedió que todas las niñas nacidas fueran libres de la remesa que se tributaba por tradición a los barones de Pinós.

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