Dieron lugar a la palabra “asesino”: ¿Quiénes eran los hassissins, la secta que atemorizó al mundo? ¿consumían realmente hachís?
Se trata de un grupo de musulmanes chiíes que se especializaron en el homicidio con las técnicas más sigilosas
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Su fama era tal, que la palabra “asesino”, en varios idiomas, proviene de su nombre. Los Hassassins han inspirado, incluso, una famosísima saga de videojuegos, el “Assassin's Creed” porque, en la Edad media, fueron capaces de atemorizar al mundo cristiano y musulmán con su fama de terribles y despiadados aniquiladores de cualquier enemigo. Su origen tiene lugar al término del primer milenio en lo que hoy sería Oriente Medio. Todo comienza cuando, en el 632, tras la muerte del profeta Mahoma, aparecen las discusiones acerca de quién debía sucederlo como imán (líder): así surgió la división de lo que hoy conocemos entre los chiitas y los sunitas.
Con el tiempo, los chiítas crecieron en número y se asentaron territorialmente, pero una nueva disputa interna dio lugar a una rama, a su vez, dentro de esta corriente. Se trataba de los ismailitas, que, en honor del imán Ismail ibn Yafar. Dentro de esta corriente, una parte se aglutinó alrededor de un príncipe llamado Nizar, quien fue asesinado en Alejandría por los seguidores de su hermano menor, que ostentaba el poder en El Cairo. Los seguidores de Nizar decidieron salir de Egipto y se instalaron en Persia, donde dieron forma a su doctrina desde el resentimiento por lo sucedido con su líder y establecieron su secta, que no estaba bien vista ni por sunníes ni por chiíes.
Se les atribuyó un carácter oscuro y malévolo hasta el punto de identificarlos con un grupo de homicidas despiadados. Se creó una leyenda negra en torno a ellos, una especie de poder subterráneo capaces de subvertir el orden matando silenciosamente a cualquier líder por muy protegido que se pensase. Tampoco era bien percibido su forma esotérica de leer el Corán. Por razón de esta persecución, surgió entre ellos una obsesión con protegerse y entrenarse en artes de combate. Uno de estos predicadores captó en el siglo XI a un joven persa llamado Hasan-i Sabbah, el cual se convirtió y además conformó una sociedad secreta: los que serían llamados después Hassassins.
Según cuentan algunas versiones de la historia, Sabbah y sus seguidores se refugiaron en las montañas de Irán, a unos 100 kilómetros de la capital, Teherán, donde tomaron el castillo de Alamut. La fama de esta comunidad hermética y en plena preparación y entrenamiento fue creciendo y apodaron a Sabbah, “el viejo de la montaña”. Su existencia se veía como una amenaza para el poder fatimí persa. Y mucho más después de que, en 1090, llevasen a cabo en la que sería su primera gran acción político-militar contra el poder imperial.
Fue entonces cuando, para desacreditarles ante la población, empezó a difundirse un nombre para ellos: serían los “hashshashin” o “hashishiyya”, que significa comedores o consumidores de hachís, una manera de llamarles que buscaba difundir mala fama sobre ellos, como practicantes de costumbres viciosas, incompatibles con el verdadero islam. El rumor fue recogido incluso por el abad Arnaldo de Lübeck a principios del siglo XIII, lo que hizó que su temible fama cruzase fronteras y miles de kilómetros hasta Europa, como un grupo temible de homicidas sin escrúpulos. Sin embargo, parece poco probable que esta secta consumiese de manera ritual o colectiva una sustancia expresamente prohibida por la ley islámica.
Otra cosa es que esta secta sí que veía legítimo el homicidio como una manera de luchar contra la tiranía y la opresión. Esta secta se denominaba a sí misma fidai o fedayeen “el que se entrega, el que se sacrifica” y son considerados el más antiguo antecedente del llamado “terrorismo islámico”. Su método favorito era el del cuchillo o la daga, ya fuera por sorpresa o haciéndose pasar por una identidad falsa para llegar a tener contacto con hombres poderosos. Y así fue como, también, la palabra asesino evolucionó su significado de consumidor de hachís al “homicida o criminal”.