Navarra

¿Por qué, desde hace siglos, Francia entrega cada año tres vacas a España? Así es el tratado en vigor más antiguo de Europa

Está considerado el tratado en vigor más antiguo de Europa, y aunque se desconoce de cuándo data, sí parece que es anterior incluso a la propia firma de dicho tratado, en 1375

Los alcaldes de Roncal y Beretous colocan sus manos sobre la Piedra de San Martín.
Los alcaldes de Roncal y Beretous colocan sus manos sobre la Piedra de San Martín.Diputación Foral de Navarra

Tratados y acuerdos de paz hay muchos, unos siguen vigentes, otros quedaron atrás en el tiempo, las consecuencias de algunos las vemos a diario, como la entrega a Reino Unido de Gibraltar por el de Utrecht, y las de otros, sin embargo, pasan prácticamente desapercibidas pese a que llevan siglos en vigor.

Es el caso del conocido como Tributo de las Tres Vacas, una ceremonia que reúne a los vecinos de los valles de Baretous (Bearne, Francia) y de Roncal (Navarra, España) en el punto llamado Piedra de San Martín situado en el collado de Ernaz el día 13 de julio de cada año, durante la cual los primeros entregan tres vacas a los segundos.

¿Por qué? Está considerado el tratado en vigor más antiguo de Europa, y aunque se desconoce de cuándo data, sí parece que es anterior incluso a la propia firma de dicho tratado, en 1375. Se cree que surgió como un tributo de guerra tras la invasión de cimbros y baretonenses en el año 125.​ Por tanto, esta sentencia certifica su existencia desde hace 648 años, registrándose la misma de forma continua desde hace 448 años.​ Solo en el siglo XVII se producen serios problemas en su continuidad​ y, posteriormente, se producen pequeños incidentes o retrasos en relación con los eventos bélicos de la zona.

Aunque tradicionalmente se denomina tributo, no es tal por no existir vasallaje, sino que se trata de un acuerdo entre iguales, un contrato sinalagmático. El 24 de enero de 2011 el Gobierno de Navarra lo declaró Bien de Interés Cultural Inmaterial.

Ceremonia

Los representantes de Roncal —con atuendo tradicional, sombrero roncalés, capote negro, valona y calzón corto— y los de Baretous —con traje de domingo y con la banda tricolor francesa cruzada al pecho— se reúnen en torno al mojón 262, que sustituye a la desaparecida "Piedra de San Martín" en 1858, cada cual en su territorio, en el fronterizo collado de Ernaz a 1721 m de altura.​

El alcalde de Isaba, presidente del acto, pregunta por tres veces a los baretoneses si están dispuestos, como en años anteriores, a pagar el Tributo de las Tres Vacas de dos años, del mismo pelaje y cornaje, y sin tacha ni lesión alguna. Los preguntados responden que sí en tres ocasiones.​

Seguidamente uno de los alcaldes baretoneses coloca la mano derecha sobre la piedra o mojón y poniendo la suya encima un roncalés y así se van alternando los demás representantes. El último en posar la suya es el alcalde de Isaba, que pronuncia las palabras:

Pax avant, pax avant, pax avant (paz en adelante).

al que responden con las mismas palabras los del valle vecino. Acto seguido se procede al reconocimiento de las vacas por el veterinario de Isaba, que una vez declaradas sanas y buenas, se repartirán dos para la villa de Isaba y la otra cada año va rotando por los pueblos de Uztárroz, Urzainqui, Uztárroz y Garde sucesivamente. A continuación el regidor de Isaba entrega el correspondiente recibo y se procede al nombramiento anual de cuatro guardas para la custodia de las facerías de Ernaz y Leja, a los que se les toma juramento. ​

En la actualidad, tras la ceremonia las vacas vuelven a su territorio y se paga el «tributo» con el equivalente a su valor monetario del mercado actual.

La sentencia «arbitraria» (denominación de la época) del 16 de octubre de 1375 es la que sigue vigente con la denominación de carta de paz. En el preámbulo se informa que se encuentran reunidos en Ansó los procuradores de los consejos roncaleses y hombres buenos de Baretous nombrados por las villas, previa autorización del rey de Navarra Carlos II y del vizconde de Bearn Gastón III de Foix del 28 de julio al 18 de agosto.​

Estos se comprometen a lidiar sus diferencias en las manos del alcalde de Ansó, Sancho García y cinco vecinos que habrían de resolver como árbitros arbitradores y amigables componedores. También estaban presentes muchos hombres buenos de las partes interesadas y de otros lugares. Entre estos y también como parte arbitral los del valle de Sola.​ Por lo que tras escuchar a testigos y examinar documentos estaban posados a manera de jueces. El lugar de reunión era la iglesia de Sant Per o San Pedro y su finalidad se expresaba:

...por bien de paz et de concordia et por tirar odios, rancores, malas voluntades, dannos, travayllos, gastos, intereses, lesiones, muertes, feridas, golpes, peleas, bregas, depredaciones, guerras, desensiones entre las dichas partidas.

Los árbitros reconocen el fracaso de los intentos de avenencia en los que intervinieron obispos, caballeros y comisarios del rey de Navarra y del conde de Foix. Su primera gestión fue subir al puerto de Arlas ​ para fijar las mugas en presencia de cinco hombres de cada valle, declarándose que la Piedra de San Martín era límite entre Roncal y el término de Aramitz.​ Se examinaron las fuentes y límites donde se localizaban las divergencias y a partir de ahí se delimitaron los demás collados y lomas. Sigue la sentencia reglamentando el uso de los pastos por los de Arette, cuyos rebaños de ganado mayor y menor entraban el 10 de julio y por 28 días para abrevar en las fuentes de estos sitios. A continuación pacerían los rebaños roncaleses hasta el día de Navidad. Se podía utilizar el agua libremente para beber o amasar el pan.​

En la sentencia también se ordena el perdón mutuo por las muertes producidas en ambos valles, liberando a los beratoneses de la entrega de las vacas que debían. Los presos que tenían retenidos del valle contrario, dos en cada uno, se pondrían a disposición de los árbitros. E imponen los árbitros una tregua por «ciento et un aynnos», que es lo mismo que perpetua. Además se nombraban por diez años a los carneadores que eran los que embargaban el ganado encontrado fuera de la ley, siendo cuatro de Isaba y otros tantos de Arette. ​No aparece en esta sentencia la palabra tributo que se aplica a toda imposición pública, a los impuestos por vasallaje. Este término se utilizará con posterioridad, aunque no le corresponde porque era un contrato sinalagmático, es decir entre dos partes en igualdad, sin vasallaje, y con obligaciones mutuas. En el siglo XIV la entrega de tres reses no tenía nada de denigrante y de un escaso valor monetario, casi simbólico, teniendo en cuenta el gran provecho que suponía el uso y disfrute de los pastos y el agua.​

Esta sentencia es la que ha llegado hasta nuestros días, ratificada por los sucesivos convenios como la «Transacción del 22 de agosto de 1642» y el «Tratado de Límites de 1856».​

Sin embargo los hechos sucedidos en 1373 fueron los que llevaron a la sentencia que aún sigue en vigor. Estos hechos son una mezcla de historia y leyenda: en una de las fuentes que se encontraba en litigio en el territorio del reino de Navarra en el monte Arlás, se encontraron el roncalés Pedro Karrika y el baretonés Pierre Sansoler con sus rebaños. Tras una discusión y pelea Karrika mató a Sansoler. Seguidamente se organizó una expedición, mandada por el primo del difunto Anginar Sansoler, que al no encontrar al homicida en el puerto bajaron hacia Belagua donde encontraron a la mujer de Karrika, Antonia Garde que se encontraba embarazada. Tras preguntar por su marido la mataron. En Isaba la noticia se extendió y Karrika con un grupo de convecinos fueron a vengar la muerte de su esposa, llegando a la casa de Sansoler donde estaban celebrando la hazaña. En casa estaba presente la mujer con un niño en brazos que fueron respetados, pero no así los demás, incluido Sansoler, que fueron todos asesinados.

Alguno, sin embargo, llegó a comunicarlo a los vecinos de Arette, que inmediatamente organizaron una emboscada al pasar por un desfiladero, exterminando en esa noche a gran parte de los contrarios, unos 25. Estos sucesos llegaron a los oídos del rey navarro y del vizconde bearnés, que realizaron vanos esfuerzos para lograr la paz.​ Aún hay referencia de un encuentro en este mismo lugar, en el que los de Baretous estaban dirigidos por un terrible capitán agote que tenía cuatro orejas. La victoria se inclinaba hacia los bearneses cuando un tal Lucas López de Garde atravesó al capitán con su lanza. Esto provocó la desmoralización de los suyos, que emprendieron la huida.​

Entre tanto los enfrentamientos se incrementaron produciéndose la llamada batalla de Aguincea, en la que cayeron 53 roncaleses y 200 baretoneses. Dentro del valle de Roncal intervinieron de manera directa los pueblos fronterizos de Isaba, Uztárroz, Urzainqui y Garde. Al fin, los baretoneses pidieron una tregua, llevando al arbitraje de Ansó (Reino de Aragón) antes reseñado.

La carta de paz, que era la denominación de la sentencia de 1375, sirvió para ir pacificando las relaciones entre los dos valles. Sin embargo inicialmente esta no fue total, y en 1389 fue preciso redactar un complemento a esta sentencia pues hubo algunos enfrentamientos y fueron nombrados procuradores por ambas partes para resolver los problemas de prendamiento de ganado. La junta compuesta por tres procuradores baretoneses y cuatro roncaleses acata los pactos y se muestra propicia a una amigable composición sobre los casos de muertes, heridas, calonias o penas, etc.​ En esta concordia de 1389 los guardas roncaleses nombrados deberán jurar en el altar de San Julián de Isaba y los de Baretous en el de San Vicente de Aramitz.

Desde entonces el pacto se ha mantenido con algunos altibajos, llegando hasta nuestros días. Hasta mediados del siglo XX pasado, tanto de un lado como del otro, para llegar al lugar de la ceremonia los protagonistas salían la víspera y pasaban la noche en las cercanías o salían a medianoche y llegaban hasta alguna cabaña de pastor donde descansaban antes de reiniciar el camino hasta la Piedra. Nada que ver con la actualidad, donde la carretera llega a sus proximidades gracias a las excelentes relaciones entre ambos valles que llevó a construir por su cuenta esta carretera internacional. Solamente la Diputación Foral de Navarra aportó su apoyo en el último momento y para construir los últimos tramos.