Reutilizar las tumbas en el Antiguo Egipto
En una cultura donde la muerte ocupó un papel muy destacado también sobresalen los saqueos, alteraciones y reocupaciones de lugares funerarios que se han constatado durante milenios


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La reutilización del espacio funerario no es un fenómeno, en absoluto, desconocido. Por citar un par de ejemplos, se han constatado en el territorio de la actual Inglaterra cientos de casos de reapropiaciones de monumentos, también funerarios, datados entre el Neolítico y la ocupación romana para albergar a los muertos de las poblaciones germanas de anglos, jutos y sajones entre los siglos V y VIII. La ocupación no fue casual al igual que la extraordinaria continuidad de esta práctica en el este de Arabia entre la Edad del Bronce y el final de la época sasánida con el objeto de estimular una memoria cultural y la cohesión social entre las gentes de este territorio, como enfatiza la reciente monografía «The Reuse of Tombs in Eastern Arabia» de Stephanie Döpper. En torno a esta cuestión en el Antiguo Egipto versa «Making plundered spaces sacred again: fragmentation, reorganisation and respect in reused Theban tombs» publicado en «Antiquity» por Rennan Lemos, investigador brasileño de la Universidad de Cambridge.
No hay otra cultura donde la muerte ocupe un papel tan destacado entre los vivos. Pese a la merecida fama de las majestuosas pirámides, sólo representan la punta del iceberg. La complejidad de los ritos y procesos asociados a la preservación de los restos mortales acompañan a los intrincados y abundantes rituales, ofrendas, prácticas y a la cultura material vinculada a los diversos espacios de enterramiento. Todo, en conjunto, estaba destinado a que el fallecido alcanzase el más allá y lo disfrutase en plenitud para toda la eternidad. Las tumbas, cruciales para que el finado alcanzase la duat, también resaltaban su recuerdo entre los vivos aunque no siempre fueran respetadas como lo demuestran los saqueos, alteraciones y reocupaciones constatadas durante milenios.
Alteraciones arquitectónicas
La investigación de Lemos analiza la reutilización tanto de espacios funerarios como de objetos rituales y elementos decorativos de diferentes períodos de la historia egipcia en la necrópolis de el-Khokha en la ciudad egipcia de Tebas. Se centra en la tumba TT362, que no deja de ser un añadido posterior a otra, la TT49, construida cientos de años antes en tiempos del faraón Ay de la Dinastía XVIII (1327-1323 a.C.) para albergar al escriba Neferhotep, sirviente del templo de Amón de Karnak, y que ha sido investigada concienzudamente en los últimos años por una misión arqueológica argentina. La TT49, como asegura Lemos, «se convirtió en el punto focal de lo que acabaría por convertirse en un complejo funerario». No en vano, al igual que la TT362, que acogió los restos mortales de Paanemwaset, sacerdote de Amón, fueron construidas otras cuatro tumbas encuadradas en las dinastías XIX y XX. Este conjunto funerario fue ampliamente reutilizado con posterioridad hasta la época ptolemaica y no sólo mediante reocupaciones, sino también a través de su alteración arquitectónica. Se aprecia tanto la excavación de nuevas habitaciones y pozos como la interconexión entre los diversos espacios funerarios, alterando por completo su disposición original. Lo cierto es que esto no es nuevo, puesto que la construcción de la mismísima TT49 ya implicó el contacto y alteración de tumbas mil años más antiguas procedentes del imperio antiguo.
En lo que concierne a la tumba TT362, fue modificada en el Tercer Período Intermedio. Se le añadió una nueva estancia hecha con ladrillos y yeso en cuyo interior se han encontrado curiosas reapropiaciones. Por una parte, un ladrillo lleva un cartucho que, aunque ilegible, procede del imperio nuevo. Es decir, hasta el mismo material de obra fue reutilizado al igual que parte del ajuar. Aunque haya piezas del Tercer Período Intermedio, como fragmentos de un ataúd y restos de ofrendas animales y vegetales, se descubrieron tres «ushebtis» de una época anterior, incluyendo uno procedente de la tumba de un sacerdote wab llamado Any. Esta concurrencia hace suponer que el espacio albergaba un altar.
Para el autor de esta investigación estos reaprovechamientos no han de verse como meros robos en un contexto de crisis económica, sino como algo más. Además de una finalidad ritual, el aprovechamiento representaría una muestra de respeto hacia el pasado, hacia «la ancestral historia de la tumba» para, de este modo, «preservar la memoria de tales ancestros e incorporar su esencia» a dicho espacio reformado. Esta intención de apaciguar a los muertos daría pie, en confluencia con la necesidad de reutilización, a una innovación en las prácticas rituales en el contexto funerario, aunque, claro, habría que saber qué pensarían los inquilinos originales sobre el reaprovechamiento.