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cultura
Segurant, el caballero olvidado del Rey Arturo
Recuperan el «Caballero del Dragón», la obra hasta ahora perdida del ciclo artúrico

Quizá el último gran ciclo mitopoético de la historia de la cultura occidental nazca a partir del ciclo en torno al rey Arturo, su famosa Tabla Redonda y la búsqueda (o quête) delSanto Grial. Es difícil subestimar la enorme importancia de este mito en la historia de las ideas. Arturo y su materia de Bretaña son un punto de inflexión y unidad para la estética, la literatura, la filosofía y la mitología: entre antigüedad y medievo, paganismo y cristianismo, lenguas clásicas y vernáculas se erige el ciclo de la búsqueda interior, de la mística, del amor, sublimado, caballeresco y cortés. De un ideal de vida, en suma, que marcará la cultura occidental durante muchos siglos y que aún hoy nos sigue sobrecogiendo por su potencia poética y hermenéutica.
Lo que fuera el eco lejano e histórico de un caudillo britano tardoantiguo se fundió con la mitología de origen celta que hablaba de un rey herido y venidero, de una tierra baldía que habría de sanar, y de una corte feérica y utópica allende el mar de Poniente, agregándose a ello la historia coral del arquetípico grupo de héroes mitológicos de funciones diversas. Lo anterior se mezcló con una amalgama cristiana, al ser codificado en los monasterios de Cluny que consignaron la cabalgata artúrica y del Grial en la época en la que tomaba carta de naturaleza toda la renovada teología eucarística, con el II Concilio de Letrán. De todos aquellos mimbres literarios y contextos ideológicos y religiosos –y, por supuesto, con el trasfondo histórico-jurídico de la ceremonia de origen germano del «amar caballero»– nace toda la ficción mitopoética artúrica, con joyas como Chrétien de Troyes y Wolfgang von Eschenbach, y tantos y tantos autores, que en verso o prosa, en francés, alemán, latín o inglés, esbozaron un multiforme e hipercreativo universo, solo comparable en maravilla y esplendor a la mitología griega.
Nueva edición
Pues bien, ahora, cuando creíamos que se había dicho todo ya sobre el mundo de los caballeros del rey Arturo, recibimos la buena nueva de la recuperación y publicación de la historia de un extraordinario caballero de la Mesa Redonda, que había sido descuidada durante siglos. Se trata de «Segurant» o Le Chevalier au Dragon, una narración medieval contenida en el manuscrito 5229 de la Bibliothèque de l’Arsenal, que, junto con otros fragmentos y variantes, refleja parte de una novela artúrica perdida de finales del siglo XIII. Gracias a los buenos oficios de un medievalista francés, Emanuele Arioli, que ha ido recopilando las diversas fuentes donde se encontraban las hazañas del gran caballero del dragón, podemos redescubrir ahora una de estas novelas de aventuras caballerescas que tanto fascinaron a nuestros autores del Siglo de Oro, culminando con la inolvidable parodia, superación y a la vez homenaje cervantino en el Quijote. Este libro, publicado en castellano en Folioscopio, no dejará indiferente a ningún amante de la «Materia de las Bretañas».
Olvidado durante demasiado tiempo, resurge ahora un héroe que era mencionado en Thomas Malory o incluso en nuestros Tristán de Leonís y Amadís de Gaula. Segurant el Brun había recorrido con paso evanescente la tradición caballeresca pero ahora se recupera magníficamente para sumarse a los demás personajes inefables del ciclo artúrico, el puro Galahad, el traidor Lanzarote, el Caballero de las Damas o el de la Carreta. Él es, por su lado, el «Caballero del Dragón», que marcha a la corte del rey Arturo como una especie de mímesis de Yvain, el «Caballero del León», de la novela homónima de Chrétien. Segurant también está unido a un animal salvaje, que es el dragón, pero no como otros héroes paralelos del universo germánico o cristiano, como Sigfrido o San Jorge y San Miguel (aunque guarde obvio parentesco con ellos). Él persigue un dragón que nunca conseguirá alcanzar ni derrotar. Por eso, acaso, nos interese más: por sus fracasos más que por sus éxitos, como el propio Percival de quien también se puede decir que es paralelo. Como este, que falla al formular la pregunta, Segurant tampoco logrará vencer al dragón, como San Jorge, el Arcángel o Sig-frido (que, al tocar con sus labios la sangre del monstruo, llegará a tener poderes de cuento, como oír el lenguaje de los animales). No es nuestro caso: Segurant esté tal vez destinado a un heroísmo más banal pero infinitamente más moderno, que es el de la amistad, la familia y la adquisición de buena fama por las armas. Pensemos, si no, en nuestro Cid, anterior en el tiempo, pero también más moderno y menos mitológico como personificación de ese tipo de caballero. Lo que nos interesa del caballero más humanista son a veces sus imperfecciones y fracasos, que hacen que tomemos cierta distancia, quizá irónica, del género, que, por otra parte, se iba a trastrocar para siempre en lo venidero con Ariosto y Cervantes, como apunta inteligentemente el editor en su prefacio. En suma, no dejen de conocer a este Segurant, el último caballero de la corte del Rey Arturo. La recuperación de esta novela fragmentaria e injustamente olvidada es una buena noticia para todos los amantes de las caballerías, que vuelven a ser legión en nuestro país.
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