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La España de 1975
Las urgencias de Don Juan Carlos para coger un Falcon e ir a El Aaiún en 1975
Tenía que hablar con los militares, explicarles la situación, dar garantías a los oficiales y a la tropa, y asegurar que España y la transición a la democracia saldrían indemnes del proceso

Juan Carlos de Borbón cogió un avión militar y se presentó el 2 de noviembre de 1975 en El Aaiún, capital del Sáhara, provincia española desde 1958. Tenía que hablar con los militares, explicarles la situación, dar garantías a los oficiales y a la tropa, y asegurar que España y la transición a la democracia saldrían indemnes del proceso. La maniobra del entonces jefe del Estado interino fue tan arriesgada como urgente. La presión de Marruecos, Mauritania y Argelia estaba siendo terrible desde hacía años. Esos tres países ambicionaban apropiarse el territorio y desestabilizaban la zona con violencia. El continente africano vivía en pleno movimiento descolonizador, convertido en juguete de las potencias mundiales y de intereses locales, y eso no aventuraba nada bueno. De hecho, en octubre se activó la «Operación Golondrina» para evacuar a 10.000 españoles y europeos y evitar así una matanza.
El momento en España, además, era complicado. A la agonía del dictador se unía el ejemplo de Portugal, donde las guerras coloniales habían provocado un profundo malestar en las Fuerzas Armadas, especialmente entre los que eran enviados a combatir sin perspectivas de victoria ni reconocimiento. El resultado fue la convulsa Revolución de los Claveles en abril de 1974. A la vista del ejemplo portugués, el gobierno español anunció en agosto de ese año que convocaría un referéndum de autodeterminación en el Sáhara. El anuncio decidió a Marruecos, que vio una buena oportunidad para hacerse con el territorio, a realizar una invasión civil de la zona.
El Príncipe, convertido en jefe del Estado interino, se reunió antes de partir con Arias Navarro, Pedro Cortina, ministro de Exteriores, y con el Estado Mayor del Ejército. Les dejó claro que el viaje a El Aaiún tenía el objetivo de comunicar personalmente a las autoridades militares y civiles que España se retiraba del Sáhara. El Ejército se iba a retirar en «buen orden y con dignidad», dijo Juan Carlos, no por haber sido «vencidos», sino porque no podía disparar sobre una «muchedumbre de mujeres y niños desarmados». Era evidente que el futuro rey quería mostrarse como un militar más, patriota y sensato, con el objetivo de mantener unido al Ejército detrás suyo después de la muerte de Franco.
También acordó la maniobra con EE UU. Manuel Prado y Colón de Carvajal, sin cargo oficial, habló con la administración norteamericana de Gerald Ford. Quería su colaboración para evitar enfrentamientos con los marroquíes. La petición de Juan Carlos fue que el general Walters, que estaba en Marruecos, comunicara a Hassan II que España se retiraba del Sáhara. La Marcha Verde podría seguir para no dejar en mal lugar a la monarquía alahuí, pero que se limitara a un acto simbólico seguido de una rápida retirada.
Cuando el Falcon ya volaba
Atados Estados Unidos y Marruecos, a Juan Carlos le quedaba la visita a El Aaiún. Tomó un Falcon 20 en la península, que pilotó personalmente, y aterrizó en el aeródromo militar sahariano. Eran poco más de las 11 de la mañana, hora local. Le acompañaban el ministro del Ejército, el jefe del Alto Estado Mayor, el general Alfonso Armada y otras personalidades. Recibió los honores correspondientes en la pista por una compañía del Tercio Don Juan de Austria, III de la Legión, y fue saludado por el capitán general de Canarias y los jefes militares y civiles. Desde allí fue al cuartel del Tercio, galardonó a un capitán de la Policía Territorial, homenajeó a los caídos y se preparó para pronunciar su discurso.
El Príncipe se dirigió entonces al «Casino», que era como llamaban al Centro Cultural. Allí le esperaban 500 oficiales y suboficiales y muchísima gente que le vitoreó. Pronunció en ese momento las palabras clave para infundir orgullo y tranquilidad a los militares: «Conozco vuestro espíritu, vuestra disciplina y vuestra eficacia (...) quería daros personalmente la seguridad de que se hará cuanto sea necesario para que nuestro Ejército conserve intacto su prestigio y el honor». Luego estrechó las manos de varios militares y habló con ellos. Pasadas unas horas, volvió a Madrid, se lo comunicó al Consejo de Ministros, recibió al embajador marroquí y habló con Hassan II. El Príncipe mostró iniciativa y autoridad, y dio confianza al Ejército y al exterior.
Muchos años después, ya como Rey, contó a un escritor que había tomado la decisión de actuar porque «nadie se atrevía a moverse, nadie se atrevía a actuar, ni a tomar la menor decisión». Los militares, apuntó, «necesitan que se les mande», y el gobierno no lo hacía. En esa circunstancia, decidió que España abandonara el Sáhara para evitar una guerra sin beneficio, mostrar autoridad ante el Ejército, y facilitar la Transición. Acertó.
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