Escultura

Huntington, el mecenas americano más español

El Museo del Prado expone más de 200 obras de la inmensa colección del filántropo e hispanista pertenecientes a la Hispanic Society, una apasionante lección de historia que reúne piezas nunca antes vistas en España.

Sala con el imponente retrato del Conde Duque de Olivares de Velázquez al fondo
Sala con el imponente retrato del Conde Duque de Olivares de Velázquez al fondolarazon

El Museo del Prado expone más de 200 obras de la inmensa colección del filántropo e hispanista pertenecientes a la Hispanic Society, una apasionante lección de historia que reúne piezas nunca antes vistas en España.

Desde la entrada Archer Milton Huntington (1870-1955) recibe al visitante con clase y señorío. Se lo puede permitir. El precioso retrato lo firma López Mezquita. Tenía el retratado unos sesenta años y el pintor lo define como un hombre de «estatura, caracter reservado y seguridad». Y, desde luego, altura tenía. Este hombre distinguido y bigotudo, heredó una cuantiosa fortuna y gran parte de ella la invirtió en viajar (él podía), empaparse de la cultura hispánica, comprar arte y hacer realidad un sueño: crear un museo con todas las obras que fue comprando en sus desplazamientos. La primera vez que puso el pie en el Museo del Prado era un jovenzuelo de unos 22 años. Le marcó, sobre todo, el descubrimiento de Velázquez, que le pareció deslumbrante». Tiempo después adquirió tres obras del artista sevillano que ahora se pueden ver en Madrid, el retrato del cardenal Camillo Astalli, un soberbio cuadro de una niña, con una mirada difícil de olvidar, y el majestuoso que pintó al Conde-Duque de Olivares y que por primera vez se ve en nuestro país (aquí flanqueado por dos santas de Juan de Juni, impresionantes). El mecenas y filántropo amaba España con pasión. No se conformaba con querer en la distancia, sino que trató de rodearse de todo aquello que fuera nuestra cultura, de ahí que el director del Prado, Miguel Falomir, dijera ayer durante la presentación que esta exposición, la mejor con que podía estrenarse, «es una aproximación global al Museo Arqueológico, el de América, el Prado y la Biblioteca Nacional concentrados en un mismo espacio». Todos en uno.

Un museo dentro de otro

No le falta razón pues las salas A, B y C que albergan esta singular exhibición, con una puesta en escena digna de resaltar (y de la que puede tomar nota la Hispanic Society para copiar sin el menor rubor en su nueva andadura tras sus obras de rehabilitación) recorren una parte muy importante de la historia de España, que abarca desde piezas de arqueología hasta lienzos del siglo XX, pasando por textiles, adornos, mobiliario, mapas y libros.

Un museo dentro de otro, podría ser el resumen de esta exposición, una apasionante lección de arte, pues la pinacoteca española albergará hasta septiembre una importante representación de lo que es la colección de Huntington mientras la Hispanic Society, fundada en 1904 y referente mundial de la cultura en España, Portugal, América y Filipinas, permanece cerrada por obras hasta 2019. Este coleccionista e hispanista, según explicó Falomir, tradujo en tres tomos el «Cantar de Mio Cid» al inglés, compuso poemas en español y supo apreciar el peso y la riqueza del legado musulmán (aprendió árabe) en nuestra cultura. «América está integrada con total naturalidad en la Hispanic Society», señaló, y añadió que «reconoció a la intelectualidad española del siglo XX, algo que me duele que no se haya hecho en España, pues de haberse realizado seguro que habría acabado por quemarse», reconoció con cierta ironía. El museo no se encuentra desgraciadamente en el centro de Nueva York ni en el cogollo donde se levantan los grandes museos, de ahí que sea uno de los menos frecuentados por los propios norteamericanos y uno de los más olvidados, con apenas 20.000 visitantes al año.

La muestra arranca con objetos pertenecientes a la cultura campaniforme, del segundo milenio antes de Cristo, piezas de oro y plata (a modo de collares que hoy se podrían lucir perfectamente) de h. 150-72 aC, así como modernísimas fíbulas y brazaletes. Entre todos los objetos presentes destaca un cofre de marfil del 966 d. C., un píxide, que así se llama, firmado por su autor, Jalaf. Abunda la cerámica de Manises y deja boquiabierta una colección de aldabas de los siglos XV y XVII en perfecto estado de conservación como todos los objetos que se exponen.

Capítulo aparte merece la parte dedicada a la biblioteca. Y es que Huntington formó en apenas cincuenta años una de excepcional calidad, fascinado por la lengua y la literatura españolas compuesta por 250.000 manuscritos y 250 incunables, adquisiciones para las que siguió siempre idéntica política: priorizar la compra de obras fuera de España para no privar al país de sus tesoros artísticos, caso de la Biblia de París de 1250 o el raro Libro de Horas negro de María de Castilla, fechado en el siglo XV. Tras este capítulo, el visitante se adentra en el dedicado al Siglo de Oro, con tres soberbios Velázquez, el primer lienzo que formó parte de la colección y que adquirió el padre del mecenas, firmado por Antonio Moro (un retrato del tercer Duque de Alba), obras de El Greco, de quien se expone una miniatura, uno de los poquísimos ejemplos que existen de esta técnica en la obra del griego titulado «Retrato de un hombre», un óleo sobre cartón. De Zurbarán cuelga la opulenta «Santa Emerenciana», de la que destaca la suntuosa ornamentación de la dama. La sección deja paso a una excepcional colección de mapas, testigos de la ampliación del mundo. El de Giovanni Vespucci es sencillamente fantástico, con una precisión y detalles que hoy se nos antojan verdaderas obras de arte. De ahí pasamos a la sala donde Goya nos recibe. Ella, la duquesa de Alba, una de las joyas de esta selección, con mirada desafiante, preside el conjunto recién restaurada. La mejor pintura española del siglo XIX y principios del XX toma el espacio de la sala C, con Rusiñol, Anglada Camarasa y Solana en el pelotón de cabeza, sin olvidar la apabullante galería de retratos donde reúne a la flor y nata de la intelectualidad española (esa a la que Falomir se refirió antes con dolor), retratada por maestros como Solana o Zuloaga. La exposición finaliza con un documental que permite adentrarse en la vida de Archer Milton Huntington y en la Hispanic Society, uno de los museos más fascinantes no sólo de Estados Unidos, sino de todo el planeta, como bien lo reconoció el comisario de la muestra Mitchell A. Codding, que cuenta con el patrocinio de la Fundación BBVA. Según sus palabras la institución para incrementar su número de visitas necesitaría «más fondos y más espacio, pero para ampliar necesitamos un dineral que ahora no tenemos». Entre sus próximas iniciativas sobresale la apertura de una sala dedicada a exposiciones temporales, así como la digitalización de una parte de sus fondos.