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Imágenes vienesas

La poética y sensible pianista regaló una brevísima pieza ante los muchos aplausos del respetuoso público que colmaba el salón de la Fundación Juan March
La pianista Elisabeth Leonskaja durante el recital
La pianista Elisabeth Leonskaja durante el recitalAlfredo Casasola/Fundación Juan March
La Razón
  • Arturo Reverter

    Arturo Reverter

Madrid Creada:

Última actualización:

Obras: de Berg, Webern y Schoenberg. Piano: Elisabeth Leonskaja. Ciclo Música visual. Fundación Juan March, 20-I-2023.
Entre las numerosas e interesantes propuestas de la presente temporada de la March de Madrid se sitúa en lugar preferente la titulada "Música visual", que alberga siete conciertos, de los que ya se han desarrollado tres. Siete sesiones con repertorios que van de los siglos XVI al XX! combinadas con dispositivos visuales de distinta naturaleza. Hemos tenido ocasión de contemplar y escuchar la número cuatro, acogida al título Kandinsky y la trinidad musical vienesa. Es decir, el pintor ruso junto a los tres grandes compositores de la llamada segunda Escuela de Viena.
Son muy definitorias estas palabras del profesor Guillermo Solana, actual director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, que pronunció antes del concierto una breve y enjundiosa conferencia sobre el tema: “Kandinsky exalta la ‘necesidad interior’ como el supremo motor del artista y Schoenberg se reconoce en este concepto. Los dos aspiran a convertir lo sensual de sus materiales -colores, sonidos- en algo espiritual, y a alcanzar un plano que trascienda el espacio y el tiempo. Ambos profesarán siempre la fe en el valor trascendente del arte y en el artista como vidente profeta”.
Muy inteligente el planteamiento del acto en el que las imágenes de pinturas de Kandinsky, de Mondrian y de Klimt, seleccionadas hábil y poéticamente por Juan Manuel Viana, casaban conceptualmente con las imágenes sonoras desgranadas desde el piano por la también poética y sensible Elisabeth Leonskaja, a la que no habíamos escuchado nunca en este repertorio y que fue construyendo, con su sentido de la frase y su probada sensibilidad, las obras programadas. Se empezó por la neorromántica y sorprendente “Sonata op. 1” de Berg (1910), una síntesis de la forma heredada construida con rasgos que miran al nuevo siglo. El toque fino de la pianista nos clarificó su contenido y líneas básicas. En pantalla un fragmento de “El árbol de la vida2 de Gustav Klimt.
Fue luego el turno de las dodecafónicas “Tres Variaciones op. 27” de Anton Webern (1936), enjutas, delicadas, sutiles. Manchas de color, que se escucharon al tiempo que se veían tres pinturas geométricas, de líneas puras y frágiles, de Piet Mondrian. Las “Tres piezas op. 11” de Schoenberg, todavía en plena época atonal, dieron pie a la proyección de dos composiciones (V y VII) y de la “Impresión III (Concierto)” de Kandinsky. Puntos, colores, líneas cruzadas. Leonskaja dibujaba delicadamente los acordes, las formas esbozadas, los apuntes refinados.
Las “Tres Klavierstücke op, 19”, en las que el dodecafonismo va dibujándose poco a poco y durante las que pudimos gozar de otras tantas pinturas de Kandinsky, tuvieron la medida, las alternancias, la sonoridad exigida en el poético juego de la pianista, que abordó finalmente las esquinadas formas de la “Suite op. 25” del fundador de la Escuela, en las que el el serialismo está ya del todo presente. Leonskaja dio a cada una de las nueve partes lo suyo, dentro de un paisaje de enorme variedad. Desde el complejo “Preludio” has la abstrusa, esquinada y quebrada “Giga” final. Los motivos pictóricos, del propio Kandinsky fueron marcando la sucesión y estableciendo las buscadas concomitancias. La pianista regaló una brevísima pieza ante los muchos aplausos del respetuoso público que colmaba el salón de la March.