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«Infiltrado del KKKlan»: Spike Lee, negro sobre blanco

«Infiltrado del KKKlan»: Spike Lee, negro sobre blanco
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Director: Spike Lee. Guión: Charlie Wachtel, David Rabinowitz, Kevin Willmott y S. Lee. Intérpretes: John David Washington, Adam Driver, Laura Harrier. EE UU, 2018. Duración: 135 minutos. Comedia dramática.

En una de sus películas más bizarras y radicales, «Bam-boozled», Spike Lee partía de una parodia televisiva de los «minstrels» –una modalidad del teatro de variedades, nacida en el siglo XIX, en la que actores y cantantes blancos con el rostro pintado de negro se burlaban de los afroamericanos– para recordarnos, entre otras cosas, que el cine sonoro arrancó a hablar abundando en ese registro xenófobo. ¿Qué era «El cantor de jazz» sino un «minstrel» para masas educadas en el racismo institucionalizado? En «Infiltrado en el KKKlan», Lee no ceja en el empeño de cuestionar la historia del cine clásico de Hollywood –desde «El nacimiento de una nación» hasta «Lo que el viento se llevó»– como una cadena de agravios contra su raza, pero lo más interesante de la película es lo que la vincula precisamente con la de Alan Crosland, en lo que tiene de reflexión sobre lo performativo como eje vertebral del modo en que el cine ha abordado la representación de las minorías raciales. Así las cosas, la premisa del filme, que parte de una historia real –en los primeros setenta, un policía de raza negra se infiltra en el Ku Klux Klan para dinamitarlo–, supera su falta de verosimilitud con una brillante idea conceptual: para que lo imposible ocurra la raza tiene que admitir su dimensión cinematográfica, entender que es imagen y sonido, y trabajar con ambas variables desde el simulacro. Lee aprovecha los efectos cómicos de ese desfase, sin dejar de poner en crisis los dilemas morales del negro absorbido por el sistema cuando debe enfrentarse al activismo político. Como la heroína de «Girl 6», diva del teléfono erótico que acaba creyéndose demasiado su papel, el poli Ron Stallworth está condenado a ser actor en todos los ámbitos de su vida si quiere mantener una imagen de respetabilidad. Es cierto que la complejidad de la sátira de Spike Lee carga con los defectos que lastran su filmografía –la falta de sutileza, los problemas de ritmo, los finales apresurados– pero la urgencia política de su discurso, que desplaza hasta lo contemporáneo bombardeando el apoyo de Trump al supremacismo radical, es, ahora más que nunca, necesaria.

LO MEJOR

La brillantez conceptual de la película, que acompaña a su enfadado discurso político

LO PEOR

La sutileza sigue sin ser una de las virtudes del cine de Lee, le va más el brochazo que la pincelada fina