Iris y Peter (o cuando Siri salvó a Paul)
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Es más alta que Paul Auster, quizá también más transparente
Es más alta que Paul Auster, quizá también más transparente. Están casados y viven en ese ámbito literario, casi un mito para los seguidores de Auster, de Slope Park, en Brooklyn, Nueva York. Su “relación literaria”, como a ella le gusta definirla -la otra está precintada- tiene 38 años y ocultos vasos comunicantes. Para algunos, su obra está por encima de la Auster, incluso está detrás, y se sorprende que en algunos países ella sea más conocida que él. Es extraño que Iris sea un personaje de “Leviatán”, novela de 1992, y ella se llama Siri (Iris al revés). Sin embargo, ese personaje -nos confesó en una entrevista de 2007- lo creó ella, la Iris Vegan de “Los ojos vendados” (1992), una joven universitaria que trabaja para un hombre que le hace extraños encargos y que, admite, “comparte mis datos biográficos”. Todo muy austeriano. Esa fue su primera novela (en España la publicó Circe y visitó nuestro país para promocionarla; su timidez educada no era de hielo), y años más tarde “Paul escribe otra sobre un escritor llamado Peter Aaron, que tiene sus misma iniciales, tiene una esposa llamada Iris, pero yo no tengo nada que ver con la Iris de Paul Auster...”.
A diferencia de Paul, Iris no anda provocando el azar, esos encontronazos callejeros que pueden cambiar la historia del mundo, o por lo menos la vida de una persona. Hustvedt conoce los mecanismos de la mente para diferenciar realidad de ficción y, para ello, utiliza el método de la “verdad emocional”. La página donde no la hay está condenada a la papelera. Auster, por contra, parece que sigue escribiendo como si tuviera 30 años, según su esposa, mientras ella parece hacerlo desde una madurez muy femenina. Ella habla desde una “edad interior” que tiene que ver con la muerte, tema que más que obsesión es un estoicismo provocado por inalterables condiciones biológicas. Desde hace tiempo, se ha dedicado al estudio del psicoanálisis y otras cuestiones psiquiátricas, que ha derivado al arte, la otra cuestión que ha centrado su obra como ensayista (en 2007, visitó Madrid invitada por los Amigos del Museo del Prado, para pronunciar una conferencia: “¿Por qué Goya?”. Ha dedicado un estudio al pintor Gerhard Richter, el más literario de los artistas contemporáneos, centrado en sus pinturas “October, 18, 1977” y su relación con la memoria.
Escribe Paul Auster en “Diario de invierno”: “El 23 de febrero de 1981, veinte días después de su trigésimo cuarto cumpleaños, justo a los cuatro días de su vigésimo sexto aniversario, llegaste a conocerla, te presentaron a la Única, a la mujer que ha estado contigo desde aquella noche de hace treinta años, tu esposa, el gran amor que te asaltó por sorpresa cuando menos lo esperabas...”. Paul dice que Siri le salvó la vida, que le salvó para la literatura y que cuando la conoció ya no pudo de dejar escribir. “¡Oh, no! Me enternece oírlo. Eso es algo muy bonito que Paul dijo, pero no sé si es verdad. Lo único cierto es que el apoyo que nos hemos dado el uno al otro ha sido crucial para ambos”, confesó a quien escribe escribe estas líneas. Todavía se pasan los borradores de sus libros. En el 153 de Carroll Street, Brooklyn, pasaron sus primeros días juntos, en aquel frío mes de febrero. Y eso lo cuenta Paul.