Escultura

Joan Miró, un abuelo a la vanguardia

La Galería Elvira González expone 18 piezas del artista, algunas de ellas inéditas, a través de las cuales su nieto, Joan Punyet, le recuerda

El nieto de Miró, Joan Punyet
El nieto de Miró, Joan Punyetlarazon

Cuenta Joan Punyet Miró, rodeado de las obras de su abuelo que se exponen en la galería Elvira González de Madrid, que, con sólo diez años, tuvo el «privilegio» de entrar al estudio de Joan Miró agarrado de su mano. Allí, entre las decenas de materiales que ocupaban todo el espacio, descubrió que las flechas de madera que había confeccionado para sus arcos de juguete eran ahora útiles de grabado para las esculturas del maestro. «Me quedé maravillado», reconoce. La pasión de Miró por el arte y por los objetos ha pasado a sus descendientes como un virus que nunca abandona al espíritu y que hace que hoy podamos contemplar en la muestra algunos de sus trabajos como escultor, además de dibujos y pinturas que nunca antes se habían mostrado al público, ya que pertenecían a la colección personal de la familia.

«Mirad por aquí», señala Punyet mientras recorre las estancias de la galería. «Esta era la trona donde sentaban a mi madre cuando era un bebé. Mi abuelo la llevó desde Mallorca a una fundición en Francia, allí se quedaron boquiabiertos por la osadía de fundir algo así». Se refiere a «Femme et oiseaux» («Mujer y pájaro), una escultura en bronce en la que incluyó hormas de zapatos que encontró tiradas para recrear la mano, la peineta, o el pie de la mujer surrealista que representa. «Los guiños al dadaísmo y al surrealismo están presentes en todas sus obras, era su manera de rendirle homenaje a sus amigos», destaca el nieto del artista.

Cada una de las 18 obras –diez esculturas, dos pinturas y cinco sobre papel– es una anécdota, un recuerdo o una sonrisa para Punyet: «¿Qué nos querrá decir con esta línea en el horizonte? No parece de Miró, si estuviera en una exposición de Paul Klee me parecería suyo», apunta delante del óleo «Personnage dans un paysage» («Personaje en un paisaje»); «esto de aquí arriba es un viejo timbre que no funcionaba, Miró le dijo al electricista que no lo tirara antes de cambiarlo», comenta señalando «Chanteur Mongol» («Cantante Mongol»). El artista catalán hacía de cada objeto una forma de arte, siempre a la vanguardia española y europea. Estas obras pertenecen a los años 70 y 80, los últimos de la vida de Miró, en los que nunca dejó de producir. «Su obsesión por el trabajo era casi enfermiza. En su lecho de muerte, el día antes de fallecer, le pidió a mi abuela un papel y un lápiz donde apuntó: «Nunca olvides lo mucho que te he querido». Fue su última obra.

40 años de relación

«El trabajo de Joan Miró cada vez tiene más peso», argumenta Punyet cuando termina su trabajo de guía de la exposición. «Hemos llevado sus obras a decenas de países como Chile, Brasil, Corea, Suecia... Hay un clamor mundial por su legado, es un artista universal».

Que esta exposición se abra en la Galería Elvira González no es casualidad, ya que su fundadora realizó la primera gran muestra del artista hace 40 años, cuando era directora de la desaparecida Theo. Punyet lo recuerda con el póster de la exposición, diseñado por el propio Miró: «Se lo envió a Madrid expresamente en blanco y negro. Al poco de llegar llamó a Elvira para que se lo devolviera, quería darle color. Y lo convirtió en otro de sus grandes cuadros. Gracias a la familia Miró y la Succesió Miró, creada en 1996, la obra de uno de los mejores artistas de la historia seguirá siendo inmortal y conocida en cualquier rincón del planeta.