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Jonathan Littell: «El sadismo tiene más que ver con el poder que con el sexo»

El autor de «Las benévolas» regresa a la narrativa con «Una vieja historia», donde juega con la realidad y la ficción para construir un relato en ocasiones asfixiante, pero siempre brillante en su aproximación a los instintos más ocultos del ser humano.

Foto: Francesca Mantovani - Éditions Gallimard
Foto: Francesca Mantovani - Éditions Gallimardlarazon

El autor de «Las benévolas» regresa a la narrativa con «Una vieja historia», donde juega con la realidad y la ficción para construir un relato en ocasiones asfixiante, pero siempre brillante en su aproximación a los instintos más ocultos del ser humano.

Hace doce años, Jonathan Littell se convirtió en un fenómeno editorial con la publicación de «Las benévolas», ganadora del Goncourt en 2006. Ahora regresa con su segunda novela, «Una vieja historia. Nueva versión» (Galaxia Gutenberg), donde nos presenta una narración a partir de siete variaciones con una acción que parece ir cambiando al igual que lo hace el narrador, que pasa de ser hombre a mujer, hermafrodita y niño.

–¿Dónde ha estado Jonathan Littell durante estos doce años? ¿Por qué este prolongado silencio novelístico?

–He publicado muchas cosas durnte este tiempo, aunque es cierto que no se han publicado en castellano. Pero sí que estoy trabajando constantemente, probando diferentes tipos de escritura, periodismo, no ficción... Todo eso va a empezar a aparecer próximamente en Galaxia Gutenberg. Por otra parte, he ido publicando relatos, que también aparecerán en este sello. Así que definitivamente no ha habido un silencio. Además de todo esto he rodado un documental que me ha llevado unos cuantos años de trabajo.

–Uno de esos relatos que usted cita es el origen de «Una vieja historia. Nueva versión».

–Sí. Publiqué cuatro pequeños libros en el sello francés Fata Morgana. El cuarto de estas compilaciones es la primera versión de «Una vieja historia». Los otros no tienen nada que ver, aunque sí que son bastante experimentales.

–Leyendo su nueva obra se podría pensar en la idea de Friedrich Nietzsche del eterno retorno: una historia que se repite. Me refiero a la concepción circular de la historia con la humanidad condenada a repetir ciertas actitudes.

–Estoy de acuerdo con usted, Pero después de Nietzsche estuvo Gilles Deleuze, que escribió un libro sobre la diferencia de la repetición. También esto está en Freud, por supuesto, que habla de la repetición de los procesos psíquicos. El libro funciona en esta dualidad: repetición y diferencia. Siempre es lo mismo, pero un poquito distinto, que es como la vida funciona más o menos. Nunca es exactamente igual.

–¿Se podría decir que es como una fórmula matemática en la que todo cambia si hay una modificación de un signo o un número?

–Sí, pero es algo que también se encuentra en la música barroca o en la seriada de Schönberg o Berg, la de principios del siglo XX. De nuevo son repeticiones con pequeñas diferencias. Los barrocos trabajaron mucho ese concepto.

–El libro es una novela, pero huye de los estereotipos propios del género. ¿Ha intentado escribir una antinovela?

–No creo que importen esas definiciones. Es algo que nunca me ha importado. Hay gente que quiere definir esto o lo otro, pero nunca me ha interesado mucho. No he intentado hacer nada especial, salvo escribir y hacer un buen libro. Ciertamente, no se trata de una obra escrita de la manera tradicional, pero yo la considero realista.

–Habla de realismo, aunque hay un indudable juego con el lector entre lo que parece real y lo que no lo es.

–Depende de lo que sea real para usted. Por ejemplo, para mí los sueños son reales porque es algo que pasa de verdad cada una de las noches. Es una manera de experimentar diferente de la vida diaria, pero es un tipo de experiencia. Así que es realista en un sentido amplio, además de muy formalista.

–Me gustaría preguntarle por este uso que realiza de las puertas y los espejos a lo largo del libro.

–Es solamente una imagen. No es nada simbólico o metafórico. Las cosas son como son y algunas tienen más peso que otras. Las puertas son objetos ricos, que están cargados de mucho sentido, que tienen bastante importancia desde un punto de vista antropológico. Gertrude Stein, en una novela que titula «Blood on the dining-room floor», afirma que cómo se puede dormir cuando hay puertas.

–Usted no quiere lectores pasivos.

–Cualquier obra de arte que sea buena, ya sea libro, película, pintura o canción, debe tener al lector o de espectador activo, si no sería como música de un sensor. «Cincuenta sombras de Grey» quizá no exige mucha participación por parte del lector, pero tampoco es gran literatura. No lo he leído, pero estoy seguro que incluso ese libro hace pensar al lector. Ahora el sadomasoquismo es mucho más popular gracias a ese libro.

–¿«Una vieja historia» es una novela sádica?

–Sade era una persona muy complicada y el uso que se ha hecho de su nombre a través de ese sustantivo es problemático. Un escritor francés llamado Jean Paulhan tenía la teoría de que Sade era más masoca que sádico. Claramente son conceptos complicados, tanto como lo son los sentimientos. Hay escenas en el libro en las que se puede hablar de sadismo, pero para mí el sadismo tiene mucho más que ver con el poder y el abuso de poder que con el sexo.

–¿Pesa mucho un éxito como el de «Las benévolas» cuando se enfrenta a un nuevo libro?

–Para nada. Lo que usted me cuenta pasó hace mucho.