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Juan Manuel Gil: "Cada vez que escribo miento todo el rato, incluso cuando digo la verdad"

El autor almeriense, Premio Biblioteca Breve 2021, presenta su nueva novela, "La flor del rayo", un libro que navega entre los límites difuminados de la ficción y la realidad
El escritor y profesor Juan Manuel Gil
El escritor y profesor Juan Manuel GilAlberto R. Roldán
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Igual que Woody Allen convenció a toda una generación de gafapastas setenteros con retrogusto intelectualoide de que merecía la pena seguir intentando que las cosas salieran perfectas en el arte porque conseguirlo en la vida era difícil, Juan Manuel Gil parece seguir empeñado en secundar esta suerte de filosofía de vida con su apego por las posibilidades que otorga la fábula, pero esencialmente con su escritura. "La flor del rayo", su nueva novela, que compagina el amor por la tinta con la vocación de la enseñanza, es la prueba irrefutable de ello.
Tras ganar el Premio Biblioteca Breve hace un par de años por «Trigo limpio», vuelve ahora con el relato de un hombre que se aferra al trasfondo de una misteriosa escena cotidiana que presencia para escribir su nuevo libro y romper con el bloqueo creativo que arrastra desde que ganó un galardón literario. Una hibridación literaria entre lo ficcional y lo episódicamente autobiográfico que sin entregarse a las concesiones de la autoficción o a la linealidad formal de la novela, se mira más de una vez en ambos espejos. El autor reconoce entre risas que no existe para él motivo mayor de interrupción de una conversación que el hecho de tener que peinar a tu hija, de modo que nos responde mientras termina de hacerle una coleta a la suya.
¿Podríamos decir que "La flor del rayo" es la confirmación definitiva de que ya no se muere de miedo?
Bueno, yo creo que sí, que esta novela es la confirmación definitiva de que la ficción siempre es un gran abrigo en el que uno puede refugiarse. No necesariamente solo quien escribe, sino incluso el lector o cualquier persona que se acerca a una historia. En ese sentido, el libro te abriga, procura hacerte ver que la ficción siempre está tan cerca de ti que en cualquier momento puedes recurrir a ella.
Como escritor, ¿es de los que vive determinadas cosas para poder escribirlas, o de los que escribe para vivir cosas a través de las palabras que utiliza?
(Ríe). Pues mira, yo como escritor tengo mucho del primer caso; vivo determinadas cosas para poder escribirlas o me aproximo, curioseo otras circunstancias para poder reflejarlas en mis historias y después, como lector, hago lo segundo. Me acerco a la literatura para experimentar cosas que no puedo vivir de otra manera. En tanto escritor, voy a la literatura, no espero a que venga a mí, y en cambio, como lector, me dejo arrastrar por ella.
¿Qué encuentra en lo cotidiano y qué ha aprendido a aprovechar de la ficción?
En lo cotidiano soy capaz de ver la mejor trampilla con la que poder acceder a la ficción. No me tengo que ir muy lejos de casa para encontrarme con la fábula, basta con pasear a mi perro una noche o asomarme para ver qué hay más allá del seto del vecino. La ficción para mí es esa dimensión en la que puedo ser lo que de otro modo sería imposible, en la que me calzo unos zapatos que no me he puesto nunca, me enamoro de personas por las que no sentiría nada en la vida real y sufro por cosas que no me han pasado. Es el invento perfecto, un embrujo, la conversión de cualquier metal en oro.
¿Y miente cuando escribe?
Cada vez que escribo miento todo el rato, incluso cuando digo la verdad. Eso es lo bueno que tiene la literatura.

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