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La última singladura de Agustí Villaronga

El destacado cineasta, creador de un lenguaje fílmico oscuramente singular, falleció ayer por un cáncer, a los 69 años
Villaronga ganó su primer Goya con "El niño de la luna"
Villaronga ganó su primer Goya con "El niño de la luna"Europa Press
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Visiblemente debilitado por un cáncer que le estaba consumiendo y con un racimo generoso de películas todavía horneándose en su imaginación insondable y oscura, el cineasta Agustí Villaronga falleció ayer con 69 años. La muerte y la infancia, los dos pilares narrativos que vertebraron gran parte de su obra nos empujan a un viaje arremolinado con el que sintetizar el calado de su personalísimo cine, uno de los más arriesgados, hipnóticos y vanguardistas de la industria española.
Volver a un recuerdo como quien abre un grifo, dejando que el tiempo salga a borbotones, violento, desbocado, salvaje, como quien mete sus pies desnudos en el mar por primera vez: y ese recelo por no saber con exactitud la temperatura del agua –o el espesor de la reminiscencia– y ese arrebato de curiosidad impertinente por descubrirlo porque en el fondo nos gusta bucear en lo vivido. ¿Sigue intacto en nuestra memoria o lo que queda es una suerte de configuración a medias, de pseudoficción fantasiosa que la porosidad del cerebro se ha visto obligado a fabricar por cuestiones de supervivencia? Cuando generacionalmente compartes traumas adquiridos durante la adolescencia por escenas de películas que anidaron dentro de ti, hospedándose sin permiso durante algún tiempo, nunca sabes cuándo van a regresar a tu cabeza en forma de golpe, de advertencia, de simulacro.
Un fotograma de "Tras el cristal"
Un fotograma de "Tras el cristal"Imdb
Hay una secuencia de "Tras el cristal" (sobrecogedora ópera prima con la que el director participó a sus 33 años en el Festival de Berlín en el 87 y deudora del horror expresionista de Fritz Lang), rabiosamente hundida en los difusos códigos de la perturbación y la moral, en donde el joven Ángelo, lee en voz alta al doctor Klaus (un degenerado sexual que abusaba y torturaba a niños en pleno marco histórico de la construcción de campos de concentración nazis) extractos de su propio diario con intención de castigarle y de forma automática se invierten los papeles entre víctima y verdugo: "Ya era de noche. Llegaba un nuevo cargamento con niños de 6 a 12 años. Debíamos tan solo hacer las pruebas de sangre para distribuirlas. La mayoría llegaban ya contaminados con a la epidemia y nos limitábamos a eliminarnos. Mi ayudante de turno, los ataba a unas sillas con unas enormes correas de cuero, después yo iba cargando una jeringuilla con gasolina. Con una larga aguja se las inyectaba en el corazón". Jeringuillas con gasolina inyectadas en el corazón de un niño. La imagen relatada –y después recreada de forma sádica por el propio Ángelo– aún bombea, aún está viva, aún pervive en los andamios que edifican el shock colectivo, como muchos de los interrogantes sobre las contradicciones de la condición humana que Villaronga proyectaba con humilde virtuosismo.
Cintas como «El niño de la luna», donde amalgama el drama con el género fantástico para contar una Europa devastada por la guerra a través de niño blanco que quiere convertirse en un Dios que espera una tribu de africanos; la sobresaliente "El mar", adaptación de una novela de Blai Bonet estrenada en el 2000 y enclavada en un sanatorio de la Mallorca de posguerra, con la que se recrea nuevamente en el lastre de los secretos no confesados y refleja con un lirismo exquisito las consecuencias de que la Guerra Civil no terminara en el 39 mediante la historia de amor de una pareja homosexual condenada a la desgracia; "Pa negre", sin duda la obra que precipitó de forma definitiva su reconocimiento, presentada en el Festival de Cine de San Sebastián –donde Nora Navas consiguió la Concha de Plata a mejor actriz por su interpretación– y ganadora de nueve Goyas, entre ellos al de mejor dirección, la fantástica y madura "Incierta gloria" y esa amistad truncada por cuestiones de la piel entre amigos que luchan en el bando republicano del frente de Aragón o "El vientre del mar", su último proyecto estrenado el pasado año sobre un original de Alessandro Baricco en el que subrayaba el compromiso social que su mirada había adquirido durante estos últimos años y con la que se alzó con la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga, jalonan una trayectoria cinematográfica alejada del encorsetamiento institucional que nunca ha pecado de conformista y que siempre ha sabido utilizar con estratégica belleza la oscuridad de los márgenes para hacer que brote la luz. Tanto de la vida como de las imágenes.
[[DEST:L|||"Todo lo que he aprendido, porque entonces no había escuelas especializadas, fue viendo cine por supuesto y trabajando como figurinista, como director de arte, como atrecista"|||Agustí Villaronga]]
Cuánto le gustaba el mar y sus profundidades. Ya se avista la proa de su barco, ya llega a puerto la vela de este niño de la guerra, hijo de un cartero apasionado del cine y nieto de feriantes, que con 17 años le escribió una carta a Rosellini para entrar en su escuela de cine de Roma pensando que las cosas podían suceder si uno tenía muchas ganas de que lo hiciesen. Demasiado joven para despegar, dejó su Mallorca natal para marcharse a Barcelona a estudiar Geografía, Historia y Arte y aprender a ejercer su profesión soñada como mejor se aprenden los oficios: trabajando. "Empecé a trabajar como actor con 18 años, estuve en la compañía de Núria Espert casi dos años y medio con la "Yerma" famosa de aquella época. Todo lo que he aprendido, porque entonces no había escuelas de cine, fue viendo cine por supuesto y trabajando como figurinista, como director de arte, como atrecista. He trabajado en muchas cosas distintas con otros directores y esa ha sido mi verdadera enseñanza", narraba en uno de los últimos encuentros que mantuvo en la Academia de Cine junto a Marisa Paredes y Susi Sánchez, con la que había rodado convaleciente su última película y primera comedia, aún sin estrenar, "Loli Tormenta".
"Con Agustí he sentido esto de "es que me entrego totalmente a lo que tú me digas que haga. Le veía tan claro, trabajando él solo en el combo antes de empezar a rodar, imaginando las tomas. Pensaba, pero qué placer es ver trabajar a esta persona cómo prepara las secuencias", reconocía la descomunal actriz valenciana hace escasos días, antes de que se produjera el fatídico desenlace. Aún de manera póstuma, la película se estrenará. Como todo lo bueno. Como todo lo bello. Como todo lo que recordamos y almacenamos dentro, hasta que abrimos el grifo.