La fortaleza de una gran dama
Es una estupenda noticia que el Premio Cervantes sea para ella. Es más, me encanta que lo reciba. Elena es una persona de apariencia delicadísima, tanto que a simple vista parece que pudiera romperse de lo frágil que la vemos, esa es la sensación que puede dar, muy fina, casi de cristal, pero al tiempo fuerte, fuerte, fuerte. Una mujer que ha hecho lo que ha querido o más bien, lo que quería hacer. En el aspecto literario siempre ha estado haciendo, luchando y batallando, ha sido perseverante y ha demostrado una gran voluntad al enfrentarse a temas difíciles, duros y espinosos sobre los que no era nada fácil ni hablar ni escribir. Nunca se le ha puesto nada por delante.
La conocí hace muchos años ya, quizá sean veinte, en Los Ángeles, en un congreso sobre literatura de mujeres. Allí coincidimos y me acuerdo de una anécdota curiosa, divertida. Le comenté que no era demasiado partidaria de estar en aquellas sesiones interminables y que de vez en cuando me escapaba. Me di cuenta de que ella también lo hacía. Tuvimos bastante complicidad y la libertad de no ser las típicas congresistas que están horas y horas sentadas escuchando. Elena me daba consejos y me decía que aceptara las normas, aunque después ella se mostraba bastante rebelde. Había días que nos encontrábamos a la puerta del hotel, después de una de aquellas escapadas y nos preguntábamos la una a la otra qué tal nos había ido.
No es una mujer convencional, aunque su porte aristocrático pueda dar esa sensación, pues ella procede de una familia noble, de altura. Además, se cuida mucho. Siempre va estupendamente bien arreglada y peinada. Su literatura es radical, interesada, sobre todo, en la desigualdad. En sus obras se ha mostrado sesible a temas como la crueldad, con su manera ágil de contar. Esa rebeldía de la que antes hablaba la plasmó, por ejemplo, en la biografía de la pintora y escritora Leonora Carrington que escribió hace unos años y que denota, también, quién es Poniatowska y su voluntad de estar al lado de los rebeldes. Yo se la presenté en Madrid.
Me alegro también de este premio porque el mundo de la literatura tiende a no ver a las mujeres. Yo admiro ese tener una conciencia igualitaria que se da en Latinoamérica, donde la situación es bastante distinta. Allí son muchas las directoras que están al frente de academias de la lengua. En los premios institucionales existe aún esa ceguera hacia la mujer y esa falta de realidad me resulta llamativa.