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Arte, Cultura y Espectáculos

La influencia en el arte del #MeToo

La lista de los cien personajes más poderosos da un vuelco este año, encabezada por el activismo afroamericano y el #MeToo.

La artista audiovisual Hito Steyerl es una de las tres mujeres presentes en el «top 10» de la prestigiosa lista de «ArtReview»
La artista audiovisual Hito Steyerl es una de las tres mujeres presentes en el «top 10» de la prestigiosa lista de «ArtReview»larazon

La lista de los cien personajes más poderosos da un vuelco este año, encabezada por el activismo afroamericano y el #MeToo.

Antre las citas de interés que cada otoño ofrece a profesionales y aficionados al arte contemporáneo sobresale con luz propia la conocida como «Power 100»: la lista confeccionada por «ArtReview» en la que se da nombre y clasificación a las cien personas más influyentes del mundo del arte. La publicación de esta nómina de «poderosos» es aguardada entre la expectación y el morbo, entre el interés profesional y el cotilleo de patio de luces. El histórico de los últimos años permite entrever una serie de parámetros invariables que, casi como si de la «cocina» de las encuestas electorales se tratara, convierten en previsible el resultado arrojado. Así, a la inclusión de aquellos nombres vinculados con algún gran evento del año en curso –exposiciones en instituciones de referencia, bienales, ferias–, se suman las figuras rectoras de los principales centros artísticos del mundo, artistas y galeristas que, desde hace décadas, forman parte de la estructura más influyente, algún que otro teórico –por eso de añadir un barniz intelectual– y personalidades relevantes del ámbito del coleccionismo que, ya tenga mayor o menor presencia en esta lista, es el sector que verdaderamente manda en el arte.

La conjugación de estos dos tipos de criterios –los de actualidad y los estructurales– ha dado lugar, durante los últimos años, a listas en las que el componente económico primaba sobre cualquier otro. La práctica artística siempre ha estado ligada a los dictados del mercado, pero, a tenor de las últimas entregas de la «Power 100», esta hegemonía parecía absoluta y no dejaba margen a otros factores menos crematísticos. La imagen fija que ofrecían tales clasificaciones era la de un mundo artístico endogámico, sumido en la voracidad de las cifras estratosféricas y muy alejado de las grandes cuestiones que se dirimen a lo largo y ancho del globo. Sin embargo, y para sorpresa de propios y extraños, la «Power 100» correspondiente a 2018 ha roto la tendencia mercantilista de las últimas ediciones y se ha zambullido de lleno en todos aquellos temas de índole social que mantienen en vilo al planeta. ¿Auténtica preocupación o impostura? ¿Reflejo de un sector artístico que demuestra tener piel y sentimientos, o un ejercicio de corrección política que, de ser así, batiría todos los récords de cinismo?

Paradigmático ejemplo

Que el todopoderoso David Zwirner –galerista con mayor facturación y presencia internacional– ocupe este año el número uno no constituye algo especialmente reseñable. Pero que la tercera posición haya recaído en el movimiento #MeToo introduce una variante inesperada que, en sí misma, bastaría para calificar esta edición de «Power 100» como histórica. La lucha por los derechos de la mujer, que durante los últimos meses ha aglutinado a miles de voces femeninas de la cultura, ha sido reconocida, como nunca antes en esta lista, en términos de una oleada activista que ha imprimido su huella en el devenir último del arte.

El problema es que, en un fiel reflejo de lo que sucede en el conjunto de la sociedad, la concienciación teórica va muy por delante de los hechos. Todos sabemos lo que hay que hacer, pero no lo hacemos. Y la «Power 100» de este año constituye un paradigmático ejemplo. Con excepción del citado #MeToo, entre los diez primeros puestos de la lista solo aparecen tres mujeres: la artista audiovisual y ensayista alemana Hito Steyerl, cuarta; Manuela Wirth, co-propietaria, junto con Iwam Wirth, de uno de los grandes imperios galerísticos del panorama internacional, en el lugar número 6; y Thelma Golden, directora del Studio Museum de Harlem, que, en el octavo, ha sido destacada por su apoyo a los artistas afroamericanos y por levantar 20 millones de dólares para la construcción de una nueva sede. La relación de seis a tres para los agentes artísticos masculinos no deja lugar a la duda de en dónde se centra el poder.

Si se amplía el marco de estudio a los 50 primeros registros, esta proporción se corrige: 31 hombres frente a 22 mujeres, contando aquellas menciones que implican dos o tres nombres. El análisis por sectores demuestra cómo, en todos aquellos perfiles de carácter institucional y que dependen de un nombramiento –museos, ferias, bienales–, la presencia masculina supera en más del doble a la femenina, mientras que, en el ámbito de la teoría y en esos otros perfiles de índole empresarial o que se explican por una fortuna familiar –galerías, coleccionistas–, la paridad está cerca de lograrse. En cuanto a los artistas –que ascienden a quince, una cifra superior a la de los últimos años–, nos encontramos con un reparto casi del 50 por ciento: ocho son hombres y siete mujeres. Además de la ya referida Hito Steyerl, la representación femenina en estas primeras cincuenta posiciones recae en Yayoi Kusama (16), Nan Goldin (18), Cao Fei(41), Joan Jonas (44), Adrian Piper (49) y Kara Walker (50). Dos son, por tanto, las consecuencias que se extraen de este rápido análisis: en primer lugar, la mujer gana presencia en el mundo del arte cuando depende de sus propias decisiones la posición de autoridad que ostenta; y, en segundo, conforme nos alejamos del territorio sagrado y exclusivo del «top ten», el número de referencias femeninas se incrementa.

El activismo afroamericano

Quizá por la muerte violenta de varios individuos negros durante los últimos años, o por el rebrote del racismo y la xenofobia que está prendiendo en diferentes coordenadas del planeta, la defensa de los derechos de la población afroamericana ha tenido un reconocimiento sin precedentes en la elaboración de la última «Power 100». En este sentido, impacta ver al pintor Kerry James Marshall en segunda posición, en directa correspondencia ya no solo con su exitoso discurso activista sino, igualmente, con esos 21 millones de dólares en los que se remató recientemente una obra suya, y que lo convierten en el artista negro vivo más cotizado. De justicia también es la ya referida inclusión de Adrian Pipper –a causa, sobre todo, de la retrospectiva que este año le ha consagrado el MoMA– y de Kara Walker, cuya pintura de siluetas negras se ha convertido en una emocionante plataforma desde la que realizar lecturas alternativas –no exentas de polémica– sobre el periodo de esclavitud de la población negra norteamericana.

Lo interesante de este reconocimiento del activismo afroamericano que atraviesa como un «leit motiv» la lista de «Power 100» es que se revela como una tendencia transversal a las diferentes regiones del mundo del arte. La ya referida Thelma Golden ocupa un sorprendente octavo puesto por su labor al frente del Studio Museum de Harlem; Fred Moten ha irrumpido hasta la décima posición por la capacidad que su poesía y sus textos teóricos han mostrado para reconfigurar la experiencia de la comunidad afroamericana contemporánea; y Pamela J. Joyner desembarca en el número 36 como una suerte de «coleccionista activista» centrada en el arte afroamericano desde 1940 hasta el presente. Artistas, gestores, escritores y coleccionistas ofrecen la visión de un compromiso multivalente que ataca la resolución de un tema tan complejo como el del racismo desde posiciones distintas y combinadas entre sí.

Activismo afroamericano y #MeToo suponen, en consecuencia, las dos grandes novedades de la «Power 100» de 2018. Todo lo que excede estos dos ejes de análisis implica los mismos nombres de siempre, «figuras-mueble» que suben y bajan pero siempre están ahí, como supersticiones de las que no se desprende el mundo del arte por miedo a ser víctima de un mal fario: Gagossian, Ai Weiwei, Abramovic, Wolfgang Tillmans, Pierre Huygue... Si la preponderancia de lo social sobre lo económico es tan solo una excentricidad o responde a un auténtico punto de inflexión será algo que se despejará en futuras ediciones. Mientras tanto, disfrutemos de los aciertos de esta inaudita lista.