La Virgen de la Asunción y Napoleón
Hoy se cumplen 250 años del nacimiento en Ajaccio (Córcega) del que sería emperador de Francia: Napoleón Bonaparte. Menos conocido acerca de él es que en 1806 se inventó un santo, «San Napoleón», con grave disgusto del papa Pío VII, porque deseaba que los franceses el 15 de agosto, en lugar de celebrar la fiesta de la Virgen de la Asunción –su patrona–, festejaran el santo y la onomástica de su emperador.
Respecto al lugar donde se produjo la Asunción gloriosa a los cielos de la Madre de Dios, hay dos tradiciones. Una defiende que fue en Jerusalén, la otra que fue en Éfeso. Las revelaciones de la beata Ana Catalina Emmerich, que sirvieron para encontrar a finales del XIX la casa en la que vivió la Virgen durante sus últimos años, refuerzan la opción de Éfeso.
También lo hace el importante concilio celebrado allí en el año 431, que zanjó una grave disputa teológica al proclamar el dogma de la Maternidad Divina de María, la Theotokos. El lugar elegido para celebrar este concilio se escogió cuidadosamente, ya que era considerado sagrado por los paganos y, por ello, allí se encontraba el majestuoso templo de su diosa Artemisa.
No hay un solo pueblo de la geografía española –ni en todo el orbe católico– que hoy no celebre la fiesta de la Asunción. Un servidor la recuerda también en este día porque pienso que esa batalla la perdió «San Napoleón».