La larga batalla por el Estrecho
En la primera mitad del siglo XIV el gran rival a batir de Castilla no era el reino nazarí de Granada, sino su poderoso aliado meriní del otro lado del Estrecho
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La batalla por la hegemonía en aguas del Estrecho tuvo su inicio hacia 1275 y no concluyó –al menos temporalmente– hasta 1350, teniendo su fase cronológica final entre los años 1331 y 1350, con el inicio de la ofensiva musulmana meriní contra el reino de Castilla. En juego estaba dirimir quién sería capaz de mantener el control sobre la estratégica región para influir así en los acontecimientos bélicos que se estaban desarrollando en el sur de la Península, tras la fulminante expansión castellana en el valle del Guadalquivir y Murcia bajo los reinados de Fernando III el Santo (1217-1252) y Alfonso X el Sabio (1252-1284).
Cuando el rey Alfonso XI de Castilla (1312-1350) alcanzó la mayoría de edad, puso en marcha una ofensiva que empujó al reino nazarí de Granada a solicitar la ayuda de los meriníes o benimerines, cuyo poder estaba firmemente asentado en el norte de África y quienes, tras ocupar Ceuta en 1328, se hicieron con Algeciras, Ronda y Marbella en 1329. Ante esta situación, Castilla recabó la ayuda del soberano aragonés Alfonso IV (1327-1336), cuya intervención facilitó la conquista de la serranía de Ronda tras la batalla de Teba (1330). La contienda finalizó con la firma de una tregua entre Castilla y Granada en 1331, por la que esta última se comprometía al pago de 12 000 doblas anuales en calidad de parias.
Insatisfecho, el nuevo sultán nazarí, Muhammad IV (1333), requirió nuevamente la intervención de los benimerines, liderados por el enérgico Abu al-Hasan Ali (1331-1351). En 1332, Abd al-Malik, hijo del sultán norteafricano, desembarcó y saqueó el entorno del Estrecho, mientras los nazaríes atacaban la frontera castellana en Jaén y Murcia, culminando las operaciones en la toma de Gibraltar por los benimerines en 1333. No obstante, el temor al creciente poder meriní desembocó en el asesinato de Muhammad IV, reemplazado por Yusuf I (1333-1354), quien de inmediato renovó la tregua con Castilla.
Al expirar el tratado en 1338, Abd al-Malik volvió a poner el pie en la Península con sus tropas para acabar encontrando la muerte derrotado a manos de los castellanos. En paralelo, por contra, los benimerines lograron batir a la flota castellana en el mar en 1340. Al albur de los acontecimientos, el sultán Abu al-Hasan Ali pasó el Estrecho con su ejército y comenzó el cerco de Tarifa, hasta ser forzado por las fuerzas cristianas (castellanos y portugueses) a presentar batalla campal en el río Salado (1340), encuentro que supuso el triunfo definitivo de Alfonso XI sobre los norteafricanos, que se retiraron a sus bases y permitieron a los castellanos hacerse con las poblaciones de Alcalá la Real, Rute, Priego de Córdoba y Benamejí en 1341.
Al año siguiente Alfonso XI puso sitio a Algeciras. Los nazaríes intentaron socorrer a la población, pero fueron vencidos en las riberas del río Palmones (1342), a la par que la flota benimerí lo era en la batalla naval librada en las cercanías de Estepona. Finalmente, en 1344 las tropas castellanas tomaron Algeciras, dejando Gibraltar como único baluarte norteafricano en la Península. Esta fase del conflicto acabó en 1344 mediante una tregua de diez años entre Castilla, Granada y sus aliados norteafricanos.
Alfonso XI respetó la tregua hasta 1349, cuando decidió la toma de Gibraltar, a la que puso sitio ese mismo verano. Sin embargo, el avance de la peste negra por Europa alcanzó el campamento del ejército cristiano, llevándose con ella al rey, a buena parte de sus tropas y el cerco de Gibraltar, plaza que quedó en manos meriníes hasta su caída en manos nazaríes en 1374.
Concluía así en 1350 la así llamada batalla del Estrecho, quedando reafirmado el poder castellano en la región. Las guerras civiles que sacudieron Castilla posteriormente desviarían su atención de este espacio durante casi un siglo. Gibraltar se sublevó contra el poder nazarí en 1411, en lo que fue la última tentativa meriní por mantener su presencia en la Península. No obstante, tras un breve asedio la plaza fue recuperada por Granada. La lucha por el dominio del Estrecho no concluyó realmente hasta la toma de Gibraltar por Castilla en 1462. Con ello, la orilla europea de este espacio (Tarifa, Algeciras y Gibraltar) quedó en sus manos, en tanto Portugal asumía el control sobre su mitad africana (Tánger y Ceuta), dando paso a una nueva etapa rivalidad y expansión en el norte de África por parte de ambas potencias peninsulares.
Para saber más:
Alfonso XI y la batalla por el Estrecho”
Desperta Ferro Medieval nº75
68 páginas,
7,50 euros