Condenado por unas nubes
«Su especialidad eran las nubes». Así comienza este libro sobre el meteorólogo que, entre otras muchas cosas, creó la Oficina del Tiempo en la URSS y se proponía hacer un catastro de las aguas, otro de los vientos y otro del sol. Un estilo cautivador acompaña estos primeros apuntes biográficos de Alekséi Feodósievich Vangengheim, seguramente ajeno al aspecto poético de los objetos de su trabajo y que fue una víctima más del Gran Terror estalinista. Había nacido en Ucrania en 1881, en una familia noble a la que renunció. Cuando fue detenido y deportado era director del Servicio Hidrometeorólogico de la Unión Soviética y un fiel militante del Partido. Rolin conoció su historia en un viaje a las islas Solovkí gracias a las 168 cartas que escribió a su mujer y su hija de cuatro años desde la prisión de este archipiélago situado bajo el Círculo Polar. Vangengheim fue primero denunciado y posteriormente acusado de falsear previsiones meteorológicas, algo terrible en el marco de la demencial política de la agricultura socialista y las hambrunas que originó la colectivización. Aunque, en realidad, bastaba ser «potencialmente» culpable para ser castigado. Como a tantos otros se le obligó a decir lo que no era cierto y su confesión escrita fue dictada adecuadamente para condenarle a diez años de trabajos forzados. Rolin utiliza el conjunto de sus cartas para reconstruir las terribles condiciones de la prisión y mostrar la personalidad de este hombre, muy lejos de ser un héroe, que siguió confiando en el Partido y esperaba respuesta de sus cartas a Stalin solicitándole la revisión de su caso. Allí coincidió con otros prestigiosos científicos e intelectuales, como Pável Florenski, que también escribía a sus hijos con enorme cariño y afán educativo. El libro incluye unas hermosas páginas en color con los dibujos de plantas y animales que envió a su pequeña. Rolin ha sido capaz de encontrar el tono y la voz apropiados para reconstruir una historia de la ignominia que va de lo particular a lo general y que nos deja estremecidos ante la máquina burocrática que organizó un terror que afectó a millones de personas.