¿Cuál es tu precio?
Cristales rotos, salmuera en la boca. Un hombre que se mira en las mujeres para revolucionar el tacto; que camina por rutas imperiales hacia la autoaniquilación. Alguien que conjuga todas sus fuerzas pero vive de oído. Aunque a cierto ritmo la cojera emocional parezca una virtud, nunca lo es. Éste es Álvaro: guapo, joven, estudiante de Arquitectura y con un patrimonio heredado que le permite vivir con solvencia. Huye. Como en una «road movie» vital, escapa: de un desengaño amoroso, del abrazo voluptuoso de una mujer casada, de la incondicionalidad de una compañera de facultad, pero, sobre todo, de sí mismo. «Quería alcanzar aquello que no se puede obtener con dinero. Quería ser feliz» –dice–, pero a la postre, se nos muestra como un hombre idóneo para conseguir lo que se proponga... salvo la paz. Desde que se levanta y estrena el mundo –que diría Delibes–, le vemos huyendo de un desengaño amoroso. Quemando rueda sobre el asfalto del sufrimiento, aterriza en un destartalado hotel y, como consecuencia de la realidad, caerá en las redes de Marta, la esposa del regente del establecimiento.
Pasión, goce y voluptuosidad serán la espuma de los días vividos entre sus brazos. La situación tocará «diana» de partida cuando su marido les descubra. De nuevo: «On the road». Así, sin quererla o queriéndola por no saber que la amaba, recalará en los rescoldos de la abnegada Luisa, compañera, amiga, y amante, luz de una melodía introspectiva que no le calmará de una existencia frente al abismo. Sólo su cobardía, su egoísmo e incertidumbre, harán que la pierda. Nuestro protagonista encuentra un atajo para salir del pozo: convertirse en el mejor arquitecto del país. El poder de quien teniéndolo todo para triunfar no llega a conformarse con lo que posee termina abocándole al desastre: un terrible accidente y un desengaño cruel. Precipicio. Vacío. En el interregno de lo narrado: éxito, lujo, bonvivantismo y desgraciada. Por las costuras del texto se cuelan la maldad de los buenos y la bondad de los malos y la moraleja final: cada uno conviene cuál es su buen o mal precio... Aunque yerre. Un libro lleno de secretos para quien quiera leerlos.