Faulkner era de raza negra
Un personaje a veces es un sol brillante que convierte en sombras al resto del coro del escenario, pero en otras es como el centro de una tela de araña donde los hilos que lo rodean tienen vida propia: así es «Las doce tribus de Hattie», de Ayana Mathis. La autora elige un núcleo dialéctico histórico: tras la guerra de Secesión de EE UU millones de familias negras abandonaron un sur donde siempre serían parias para marcharse al norte. Y nos cuenta a través de distintas épocas y mediante las historias de sus hijos la fascinante vida de Hattie Sheperd, que se ha ido de Georgia a Filadelfia. Morirán dos de ellos pero todavía quedarán nueve, que en su narración serán pequeñas novelas (como «Rathie», un impresionante viaje al fin de la noche de Hattie con otro hombre, abandonando a su marido e hijos) de gran maestría psicológica y de recreación de situaciones dramáticas.
Sus hijos van dando título a los capítulos: Floyd, un músico ocultamente homosexual; Six, que intenta ser predicador; Ella, que Hattie acaba entregado por no poder mantener a su hermana; Alice y Billup, los dos hermanos, y el conflicto con la riqueza; Franklin, que luchará en Saigón; Bell, que acabará teniendo una aventura con la segunda pareja de su madre; Cassie, que cae en la locura...Mathis construye una saga familiar, pero, atención, el lector no siempre tiene la impresión de estar leyendo la historia de una familia, sino de ver un bosque de árboles independiente donde sólo un gran y oscuro río, Hattie, establece un lejano mapa donde toda la vegetación va ocupando su lugar. Ese mundo empobrecido y abandonado del sur, que trazara Faulkner, está también aquí en el mismo corazón de las parejas.