Estados Unidos

Jomeini y un árbol torcido

Jomeini y un árbol torcido
Jomeini y un árbol torcidolarazon

Las primeras escenas que nos describe Sahar Delijani, con precisión cruel, nos muestran a una mujer embarazada a la que llevan en una camioneta a toda velocidad, dando bandazos, mientras ella se golpea contra las chapas del vehículo. Es Teherán, en 1983, el Sha ha caído pero la revolución se prepara para devorar a su hijos. Azar era una de las jóvenes que creía que al caer el viejo tirano vendría la libertad. Vinieron los Hermanos, vestidos de oscuro, imponiendo la «sharía», y como todos los fanáticos creyendo que la fe justifica los crímenes. A Azar la llevan a punto de dar a luz a la temible cárcel de Evin.

Sahar Delijani, nacida en esa misma cárcel en 1083, va narrando las vidas de una generación que quiso oponerse a la teocracia que organizaron a sangre y fuego los seguidores de Jomeini, y además en un país que naufragaba en medio de una terrible guerra con Irak. Personajes unidos por lazos familiares, pero sobre todo por la represión, por la diferencia extrema entre sus sueños y sus realidades: unos quedándose entre las locuras y los delirios de los clérigos; otros, emigrando, como la propia Sahar Delijani, cuya familia se exilió a Estados Unidos.

En «A la sombra del árbol violeta», en referencia al jacarandá que tenían algunos de los personajes de la novela, Sahar Delijani hará decir a Ismael: «Todos llevamos un árbol dentro. Encontrarlo es sólo cuestión de tiempo». Y como suele suceder en la literatura de los países árabes, recordemos «El callejón de los milagros» (1947), de Mahfuz, la historia exterior se enreda con la interior de los personajes en una alfombra de colores y figuras, donde apenas podemos distinguir los hilos del tapiz. Quizá porque en esa cultura, una comida, un reflejo en la calle o una revolución forman partes indivisibles del símbolo de la vida humana.