Mi hijo es de otro
Titulado originariamente co-mo «La Rose», esta obra forma parte de la trilogía de Erdrich centrada en una reserva de nativos americanos de Dakota del Norte. La sinopsis adelanta páginas tristes, plagadas de desazón y, al tiempo, nos recuerda que estamos ante una historia que huele a justicia, retribución, amor y esperanza. Landreaux Iron dispara a un ciervo pero para su asombro descubre que ha abatido al hijo de sus vecinos: Dusty, el mejor amigo de su propio hijo, LaRose. Aterrado, busca consejo en los ritos de sus ancestros indios, quienes le descubren una forma de reparar el mal causado: entregar a su propia criatura al matrimonio amigo como expiación. De esta forma, LaRose se convertirá en la piedra angular –o moneda de reparación– para mantener a las dos familias en pie, impedir que la madre adoptiva se suicide, aplacar las ansias de venganza de su nuevo padre... Un «regalo inefable», «una antigua forma de justicia» llena de complicaciones emocionales que Erdrich explora con enorme sensibilidad.
Si hay algo obsceno en tratar de sustituir a otro niño por su hijo muerto, también hay algo innegablemente bello en semejante decisión. «LaRose era Dusty y lo contrario de Dusty», escribe la autora en este libro que trasciende su especificidad para hablar de algo universal: unos padres. A su vez, el hijo de todos irradia matices de un pequeño místico, con una predisposición casi sobrenatural para ser lo que esos seres heridos necesitan que sea.
Amén de construir una compleja trama llena de pérdida, redención y personajes que encarnan dimensiones poliédricas, la evocadora escritura del autor transporta al lector de una forma más profunda y lejana haciendo lo ordinario extraordinario. Ese es el milagro recurrente de sus novelas: que nada parezca milagroso mientras nos arrastra hacia modos alternativos de vivir y de perdonar que han sobrevivido a todos los esfuerzos de Occidente para exterminarlos. Con pasajes insoportablemente dolorosos, estas páginas constituye una reflexión sobre la definición de familia y los límites de la amistad, así como la posibilidad de renovación más allá de la pérdida. Una delicada pieza maestra.